¡®Rosas venenosas¡¯ en las curtidur¨ªas de El Cairo
La obra del egipcio Ahmed Fawzi Saleh se adentra en un sector laboral a¨²n medieval, en los callejones oscuros de la ciudad y del capitalismo. Es la Mejor Pel¨ªcula en el XV Festival de Cine de Tarifa y T¨¢nger
La pel¨ªcula egipcia Rosas venenosas, reci¨¦n estrenada en Espa?a en el Festival de Cine Africano de Tarifa y galardonada como Mejor Pel¨ªcula en su XV edici¨®n (clausurada ayer), supone un acontecimiento relevante en el cine egipcio despu¨¦s de la revoluci¨®n de 2011. Es una impresionante mirada dentro del mundo de las clases trabajadoras en las curtidur¨ªas de El Cairo, "un mundo sin esperanza y sin desesperaci¨®n" como dice el eslogan de la pel¨ªcula, dirigida por el egipcio Ahmed Fawzi Saleh.
Detr¨¢s del monumental muro de Magra el-Oyoun en el coraz¨®n de El Cairo, se encuentra una de las industrias m¨¢s rentables de Egipto: las curtidur¨ªas. Parecer¨ªa dif¨ªcil de creerlo solo mirando a trav¨¦s de las aperturas de sus paredes enormes, viendo las casas desnudas de ladrillo rojo y las precarias torres de madera donde la gelatina y el cuero se dejan secar. Y se vuelve a¨²n m¨¢s dif¨ªcil de creer despu¨¦s de aventurarse dentro de ellas, alrededor de barriles que emanan un olor acre caracter¨ªstico, a trav¨¦s de caminos polvorientos e irregulares cubiertos de desechos industriales, o saliendo de talleres donde de 20.000 a 30.000 trabajadores se fatigan cada d¨ªa bajo las sombras de las torres de curtiembres.
Sin embargo, las exportaciones de las curtidur¨ªas implican importantes acuerdos comerciales entre Egipto y Europa. De los miles de millones de euros generados a trav¨¦s del comercio con Italia, casi 200 millones son solo exportaciones de estos productos. Un negocio que establece tanto los v¨ªnculos comerciales del Gobierno italiano con el r¨¦gimen del general Abdel-Fattah el-Sisi, como los intereses exactos que lo han llevado a ignorar cada vez m¨¢s la muerte violenta, supuestamente a manos de la seguridad del Estado, del joven Giulio Regeni, que investigaba sindicatos independientes.
Las exportaciones de las curtidur¨ªas implican importantes acuerdos comerciales entre Egipto y Europa
Este contexto pol¨ªtico y econ¨®mico no se vislumbra a primera vista en Rosas venenosas. La pel¨ªcula, un sorprendente relato visual de la vida cotidiana de los curtidores, tiene un marco narrativo simple: Taheya, una limpiadora de ba?os y la proveedora principal de su casa, se ocupa de su hermano Saqr, quien descarga pieles tratadas qu¨ªmicamente en un taller de curtiembres para ganarse la vida. Cada d¨ªa, Taheya desaf¨ªa los caminos inh¨®spitos de las curtidur¨ªas para llevar comida casera a su hermano para el almuerzo. Y cada noche toma un largo viaje en microb¨²s a un exclusivo centro comercial donde limpia hasta el amanecer, rodeada de compa?eras de trabajo con diversos problemas maritales, bajo las miradas desde?osas de la clientela burguesa del centro. La tensi¨®n aumenta cuando Saqr expresa su intenci¨®n de emigrar ilegalmente a Italia, mientras mantiene una relaci¨®n incipiente pero ef¨ªmera con una joven doctora burguesa. Una situaci¨®n que aterroriza a Taheya y la motiva a hacer todo lo posible para mantener Saqr a su lado.
La medida en que Taheya est¨¢ dispuesta a seguirlo podr¨ªa interpretarse, superficialmente, como la consecuencia de un deseo er¨®tico o casi incestuoso hacia su hermano. ?De qu¨¦ otra forma podemos explicar que Taheya comparte tal intimidad con Saqr? ?Por qu¨¦ se sentir¨ªa tan celosa por su inter¨¦s amoroso? ?Por qu¨¦ tendr¨ªa miedo de estar lejos de ¨¦l? Esta interpretaci¨®n superficial se deja abierta al espectador, pero omite un punto crucial: en un barrio de clase trabajadora donde no se garantiza nada, donde la vida es tan barata que todos los seres vivos est¨¢n encerrados en un p¨¢ramo industrial, donde los espacios de vida son tan estrechos que no hay ninguna verdadera oportunidad para una intimidad personal, lo que queda para Taheya y Saqr es solo una forma de solidaridad.
Las curtidur¨ªas no son medievales, son la consecuencia directa de la explotaci¨®n capitalista
Que esta solidaridad se exprese en la forma de amor fraternal cari?oso, cocinando comidas diarias, lavando y planchando ropa, mirando el demasiado breve descanso de una tarde en la feria local, no sorprender¨¢ a quien haya vivido en esas condiciones en El Cairo. El espectador c¨®modo cuyas opiniones est¨¢n formadas por lecturas psicol¨®gicas del cine no puede entender ese amor genuino fuera de un encuadre er¨®tico, y la tensi¨®n entre el hermano y la hermana parece preocupante en este sentido. Sin embargo, la verdadera tensi¨®n est¨¢ en otra parte: est¨¢ entre una m¨¢quina capitalista abrumadora que destripa la vida y el alma de los trabajadores, y la solidaridad y el amor persistentes que logran crecer contra viento y marea. Ninguna lectura psicoanal¨ªtica puede ser completa sin ser consciente de estas condiciones de las clases trabajadoras.
Los contornos de este amor se trazan mejor apelando a la tradici¨®n suf¨ª que el director Ahmed Fawzi Saleh a veces evoca: un tipo heterog¨¦neo y heterodoxo de religi¨®n musulmana que, en algunas interpretaciones, considera el amor de Dios equivalente al amor del mundo, en la medida en que Dios es indistinguible de su creaci¨®n. El amor de Taheya y Saqr no puede entenderse dentro de los l¨ªmites de una relaci¨®n individual, seg¨²n un modelo de amor rom¨¢ntico burgu¨¦s, sino que debe situarse en un mundo donde el hermano y la hermana, el trabajador y la trabajadora, el humano y el animal coexisten para sobrevivir. La coexistencia de condiciones materiales duras y creencias sobrenaturales dentro de las curtidur¨ªas no es sorprendente en este sentido, cuando los caballos, las cabras, los perros, los gatos, las aves y los humanos forman parte del tapiz de la vida cotidiana. En la visi¨®n de Fawzi Saleh, este tapiz se hace visible a trav¨¦s del proceso de fabricaci¨®n del cuero en s¨ª mismo, una met¨¢fora cinematogr¨¢fica que ha utilizado con buenos resultados en su documental Piel viva (Living Skin, 2010).
Un cr¨ªtico euroamericano observ¨® que el mundo representado en Rosas venenosas no parece "moderno", que es casi "medieval", dejando la impresi¨®n de que las curtidur¨ªas existen en un mundo pasado y muy muy lejano. Esta impresi¨®n es reconfortante para el sofisticado cr¨ªtico, que quiere creer que las dificultades del trabajo industrial desaparecieron en una econom¨ªa orientada hacia la creatividad, la flexibilidad y la innovaci¨®n. Pero este mundo no desapareci¨®, se desplaz¨® a la periferia, donde se puede ignorar que los productos qu¨ªmicos utilizados para tratar las pieles en El Cairo nunca se manejan de esta manera en las naciones industrializadas, o que este sector masivamente rentable se construye a expensas de miles de pulmones llenos de humos de ¨¢cido f¨®rmico, cromato de potasio y per¨®xido de hidr¨®geno. Las curtidur¨ªas no son medievales, son la consecuencia directa de la explotaci¨®n capitalista contempor¨¢nea.
Rosas venenosas sigue siendo una pel¨ªcula imperfecta. El car¨¢cter femenino del trabajo de Taheya no se cuestiona en nombre del realismo. El relato sacrifica una atenci¨®n a preguntas m¨¢s grandes sobre la explotaci¨®n capitalista y su historia para mostrar la calma de la vida cotidiana en las curtidur¨ªas. Por lo tanto, marca un momento importante en la historia del cine egipcio, donde las mujeres de las clases trabajadoras pueden ser representadas sobre la pantalla sin ser denigradas, donde los esfuerzos de hombres y mujeres que trabajan en condiciones inhumanas son heroizados y no vilipendiados, donde la parte m¨¢s vulnerable del capital en El Cairo se vuelve desnuda para que todos la vean. Esta no es una pel¨ªcula sobre la revoluci¨®n de 2011, y est¨¢ lejos de la pol¨ªtica oficial o de la calle, pero ya es un acontecimiento revolucionario en la representaci¨®n cinematogr¨¢fica de las clases trabajadoras en Egipto.
Nuestro autor invitado de hoy, Chihab El Khachab, es acad¨¦mico y escritor especializado en cine, medios de comunicaci¨®n y cultura popular en Egipto.
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