El tablero internacional de las ciudades
Existen numerosas redes de ciudades en todo el mundo. Canalizan la contribuci¨®n a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la lucha contra el cambio clim¨¢tico o la Nueva Agenda Urbana. Pero la irrupci¨®n de nuevas plataformas, como las impulsadas por los grandes fil¨¢ntropos, obliga a reconfigurar las alianzas y los objetivos
Las ciudades son hoy el laboratorio en el que se abordan algunos de los principales retos del planeta. El mundo se urbaniza de forma acelerada, en 2050 m¨¢s del 70% de la poblaci¨®n vivir¨¢ en ciudades y casi 2.000 millones en asentamientos informales. Las ciudades concentran sedes, actividad econ¨®mica, empleo, talento y creatividad al igual que pobreza, exclusi¨®n, desigualdades, conflictos y vulnerabilidad frente al cambio clim¨¢tico.
Todo ello ha provocado que en los ¨²ltimos a?os las ciudades se hayan consolidado como actores de primer orden en el escenario internacional. Conscientes de que lo que se dirime a escala internacional ¡ªen Nueva York, Bruselas o Nairobi¡ª, incide directamente en las pol¨ªticas que desarrollan, las ciudades llevan tiempo organiz¨¢ndose y sumando esfuerzos a trav¨¦s de redes para defender sus intereses, promover sus necesidades y hallar soluciones a los problemas que comparten.
La primera organizaci¨®n internacional de gobiernos locales, la International Union of Local Authorities (IULA), se cre¨® en 1913, y en 1957 se puso en funcionamiento la Federaci¨®n Mundial de Ciudades Unidas (FMCU), organizaci¨®n que reuni¨® a las principales urbes del planeta. En los a?os 90 del siglo pasado las redes de ciudades empezaron a proliferar, especialmente en Europa, aunque tambi¨¦n en Am¨¦rica Latina, ?frica y Asia. Eurocities y el Consejo de Municipios y Regiones de Europa (CMRE) juegan un papel determinante en el policy making europeo; Mercociudades canaliza la participaci¨®n de las ciudades en el proceso de integraci¨®n en el Mercosur; Metropolis se constituye como la voz de las grandes ciudades; e ICLEI se convierte en el referente de las pol¨ªticas ambientales locales en el ¨¢mbito internacional. Son ejemplos de un ecosistema de redes cada vez m¨¢s diverso y complejo.
La creaci¨®n en 2004 de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), la gran plataforma del municipalismo internacional con sede en Barcelona, marc¨® un punto de inflexi¨®n. CGLU, que es el resultado del proceso de fusi¨®n de IULA y FMCU, se ha convertido en el principal interlocutor de las Naciones Unidas en todo lo relativo a la agenda local y urbana. En coordinaci¨®n con otras redes globales, regionales o sectoriales, CGLU ha logrado vincular de forma efectiva a las ciudades y a los gobiernos locales en general con los procesos de definici¨®n e implementaci¨®n de algunas de las principales agendas globales.
Hoy, nadie duda de la necesidad de contar con las ciudades para impulsar una agenda efectiva de lucha contra el cambio clim¨¢tico. El 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero se producen en las ciudades de manera que ¨¦stas deben ser parte de la soluci¨®n. Su presencia en la COP ya no es discutida. Pero tambi¨¦n est¨¢ fuera de toda duda la necesidad de localizar la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Una parte muy importante de las 169 metas incluidas en la Agenda se corresponden con competencias asumidas por las ciudades. Sin ellas, simplemente, los ODS no se podr¨¢n implementar.
?A qui¨¦n rinden cuentas las grandes plataformas filantr¨®picas? ?Lo hacen ante el fil¨¢ntropo que las impulsa, ante las ciudades a quienes prestan servicio o ante los socios que ofrecen soluciones?
Son dos buenos ejemplos de c¨®mo las redes han logrado que la voz de las ciudades sea escuchada y que las medidas que se impulsan para abordar los desaf¨ªos globales tengan en cuenta sus necesidades, intereses y aspiraciones. Como lo hicieron en Quito cuando lograron que la Nueva Agenda Urbana surgida de la Conferencia Habitat III incluyera, por primera vez en una agenda adoptada por gobiernos nacionales, un concepto con tanto valor simb¨®lico como el derecho a la ciudad.
A pesar de que queda mucho camino por recorrer, podemos afirmar que las ciudades han logrado una silla en la mesa global. Sin embargo, la notoriedad que est¨¢ teniendo la cuesti¨®n urbana en las agendas internacionales ha provocado que el ecosistema de redes se reconfigure. Y lo est¨¢ haciendo de manera no necesariamente ordenada, con la aparici¨®n de m¨²ltiples plataformas que impulsan iniciativas centradas en el fen¨®meno urbano y que tratan de interactuar con los operadores tradicionales del sistema internacional, en especial los gobiernos, los organismos internacionales, pero tambi¨¦n con la sociedad civil, el sector privado y las universidades.
Merece especial atenci¨®n la irrupci¨®n de las plataformas de ciudades auspiciadas por las grandes fundaciones filantr¨®picas. El C40, impulsado por el multimillonario fil¨¢ntropo y ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, o 100Resilient Cities, promovida por la Fundaci¨®n Rockefeller, son los dos ejemplos m¨¢s notorios. Se trata de plataformas muy din¨¢micas ¡ªorientadas a lograr resultados de impacto en el corto plazo¡ª, altamente profesionalizadas ¡ªcapaces de captar talento muy cualificado y especializado¡ª, y con una gran capacidad de comunicaci¨®n ¡ªtienen una fuerte presencia en los medios y en las redes sociales¡ª.
Seguramente uno de los aspectos m¨¢s relevantes del modelo que est¨¢n implantando las filantr¨®picas es su capacidad de cerrar alianzas con otros operadores. Un buen ejemplo de ello es el acuerdo firmado entre el C40 y el gobierno dan¨¦s para apoyar, con dos millones de euros, planes de acci¨®n clim¨¢tica en algunas de las ciudades de mayor crecimiento de ?frica o Asia. Como tambi¨¦n lo es el sistema de partenariado ideado por 100Resilient Cities que ofrece a sus ciudades colaboraci¨®n con un nutrido grupo de operadores, la mayor¨ªa grandes empresas globales como Cisco o Veolia, que ofrecen soluciones a los grandes retos de las ciudades.
Sin embargo, estas plataformas generan algunas dudas en lo que a su sistema de gobernanza se refiere. Las redes tradicionales, como CGLU o Metropolis, funcionan mediante procedimientos democr¨¢ticos. Sus ¨®rganos de gobierno responden ante las ciudades que las integran y ¨¦stas, a su vez, rinden cuentas ante sus ciudadanos. Todo ello queda muy claro cuando negocian con las Naciones Unidas, con la Uni¨®n Europea o con un gobierno nacional. Pero, ?a qui¨¦n rinden cuentas las grandes plataformas filantr¨®picas? ?Lo hacen ante el fil¨¢ntropo que las impulsa, ante las ciudades a quienes prestan servicio o ante los socios que ofrecen soluciones? Se trata de un interrogante no menor en una ¨¦poca en que la exigencia de transparencia y rendici¨®n de cuentas es fuerte.
La reconfiguraci¨®n del ecosistema de redes de ciudades ofrece, sin duda alguna, grandes oportunidades. Las ciudades est¨¢n por fin en el centro de la agenda global y despiertan el inter¨¦s de los grandes actores del escenario internacional. Pero es necesario poner orden, saber qui¨¦n hace qu¨¦, definir estrategias que sirvan para evitar duplicidades, dispersi¨®n de esfuerzos, falta de complementariedad y descoordinaci¨®n.
Las ciudades y las redes que las representan tienen ante s¨ª el reto y la oportunidad de seguir vinculando las agendas globales con los problemas m¨¢s tangibles de los ciudadanos, que son los suyos. Pero para hacerlo deben ser capaces de revisar c¨®mo interlocutan con el resto de operadores a escala global y qu¨¦ mensaje transmiten. Las nuevas plataformas, en especial las filantr¨®picas, aportan nuevas maneras de hacer y de abordar los desaf¨ªos urbanos. Las redes tradicionales cuentan, sin embargo, con una representatividad y legitimidad m¨¢s clara. Pero la dispersi¨®n difumina la capacidad de incidir y debilita el mensaje. Es necesario revisar el ecosistema de redes, dotarlo de mayor coherencia y de los engranajes necesarios que permitan a las ciudades marcar la pauta.
Agust¨ª Fern¨¢ndez de Losada es Director del Programa de Ciudades Globales. CIDOB
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