?Han perdido los 'millennials' el sentido del humor o son realmente mejores personas?
De repente todo es un esc¨¢ndalo
Los espa?oles hemos pasado en tres d¨¦cadas de partirnos de risa con frases tan conocidas como "mi marido me pega", que populariz¨® el d¨²o Martes y Trece en 1991, a escandalizarnos cuando Katy Perry eligi¨® un vestido de geisha para su actuaci¨®n en los ¨²ltimos American Music Awards. "Es apropiaci¨®n cultural", clamaban entonces miles de mensajes ofendidos.
El t¨¦rmino describe la apropiaci¨®n de una identidad cultural por parte de otra, violando una suerte de propiedad intelectual. ?C¨®mo nos hemos vuelto tan sensibles? ?O es simplemente que nuestra moralidad se ha refinado? ?Acaso este golpe de volante en la sensibilidad colectiva nos ha llevado a una susceptibilidad exacerbada?
Los bromas de Pajares ya no hacen gracia
"Si hoy la gente ya no se r¨ªe al escuchar 'mi marido me pega' acompa?ado del tono que le dio su autor, no es tanto porque ahora seamos m¨¢s sensibles y menos machistas, sino que ya no nos hace tanta gracia ese tipo de sketch", sostiene Raquel Sastre, c¨®mica y tuitera. Y se pregunta: "?Es que no hay xenofobia, machismo o di¨¢logos de car¨¢cter hom¨®fobo en guiones como los de la serie A¨ªda? El hecho de que hoy no se hagan pel¨ªculas como las protagonizadas por Andr¨¦s Pajares, plagadas de escenas potencialmente ofensivas, no significa que no se sigan produciendo y con contenido muy similar".
Por su parte, In¨¦s Olza, ling¨¹ista experta en an¨¢lisis del discurso p¨²blico (Instituto Cultura y Sociedad, Universidad de Navarra) defiende la idea de que "el aumento de la sensibilidad individual y colectiva hacia este tipo de comportamientos y actitudes ofensivas, impide cualquier tipo de ejercicio de humor o parodia a ese respecto". Y en el caso de hacerlo, "ser¨ªa un acto mucho m¨¢s consciente y deliberado y, por tanto, m¨¢s irresponsable que hace 30 a?os".
"No es que hayamos dejado de verle la gracia a los chistes machistas, sino que ahora preferimos construcciones m¨¢s elaboradas y acordes al estilo de humor actual", Raquel Sastre (c¨®mica y tuitera)
La mayor o menor facilidad para encajar un comentario con posibilidades de ser hiriente no siempre es una cuesti¨®n de conciencia social. "Si fuese as¨ª, una sociedad hiperconcienciada no se reir¨ªa jam¨¢s", opina Andr¨¦s Barba, autor de La risa can¨ªbal (Alpha Decay). Y habla de dos posibles actitudes: "Alguien perfectamente machista en conciencia y actitud puede vetar un chiste en p¨²blico solo por decoro, porque es lo que hay que hacer". Y en el sentido contrario, "una persona relativamente feminista puede re¨ªr m¨¢s o menos voluntariamente con un chiste ofensivo para la mujer". El humor de Jorge Cremades, cuyos espect¨¢culos son boicoteados y alabados a partes iguales, es un claro ejemplo de estas reacciones antag¨®nicas.
Trascendiendo la tem¨¢tica del contenido de los mensajes, para Kike Garc¨ªa, fundador junto a Xavier Puig del diario sat¨ªrico El Mundo Today, el quid de la cuesti¨®n que ha cambiado todo est¨¢ en el uso masivo de las nuevas tecnolog¨ªas. Su pregunta es: "?Esa persona que hoy escribe un tuit para mostrar su enfado por algo que ha le¨ªdo ha surgido de la nada? ?Claro que no! Lo que ocurre es que ahora ese individuo dispone de las herramientas suficientes para mostrar al mundo su enfado".
En las redes sociales cualquiera "comunica" y sus efectos son imprevisibles
La ling¨¹ista Olza tambi¨¦n coincide en situar en el desarrollo de los nuevos medios (redes sociales, blogs, canales de difusi¨®n de v¨ªdeos...) la explicaci¨®n a la nueva ola de susceptibilidad colectiva: "Hasta hace 10 o 15 a?os, la arena p¨²blica de la comunicaci¨®n estaba copada por ciertos sectores autorizados (periodistas, pol¨ªticos, intelectuales, celebridades...) que, generalmente, representaban ideolog¨ªas m¨¢s bien dominantes y que, aunque pod¨ªan ser dispares entre s¨ª, garantizaban debates m¨¢s o menos estables o previsibles".
Un escenario que difiere enormemente con lo que hoy vive la sociedad espa?ola. "Cualquier ciudadano, sensato o insensato, culto o inculto, moral o inmoral, es capaz de convertirse en un hablante influyente en las redes", apunta. Las consecuencias ya las estamos viviendo. "Los debates p¨²blicos est¨¢n abiertos a movimientos y choques de opiniones mucho m¨¢s dram¨¢ticos e imprevisibles".
Todo ha cambiado con el uso masivo de las redes. "Como su propia din¨¢mica busca la permanente aprobaci¨®n, evidenciar los deslices es una forma f¨¢cil y segura de lograr palmaditas virtuales en la Red", Ferran Lalueza (profesor de los Estudios de Ciencias de la Informaci¨®n y Comunicaci¨®n de la Universitat Oberta de Catalu?a)
Un discurso que comparte Ferran Lalueza, profesor de los Estudios de Ciencias de la Informaci¨®n y Comunicaci¨®n de la Universitat Oberta de Catalu?a (UOC), experto en redes sociales y autor de The show must go on (El espect¨¢culo debe continuar), editado por la Universidad, en el que ense?a a gestionar la comunicaci¨®n de una crisis. Para el docente, "lo que antes pod¨ªa quedar en un intrascendente comentario de caf¨¦, ahora est¨¢ expuesto a la mirada cr¨ªtica de todos. Las redes sociales brindan espectadores a nuestra eventual indignaci¨®n, lo cual nos invita a escenificarla con mayor frecuencia y acompa?arla de aspavientos m¨¢s visibles, incluso si los fundamentos de dicha indignaci¨®n son indelebles".
Leopoldo Abad, profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad CEU San Pablo (Madrid), hace tambi¨¦n especial hincapi¨¦ en el contexto digital donde tienen lugar los mensajes p¨²blicos. "Hasta ahora, las sentencias condenatorias a los medios de comunicaci¨®n por extralimitaci¨®n en el ejercicio de la libertad de expresi¨®n se consideraban vinculadas al contexto profesional en que se desarrollaban", asevera el experto.
Que ahora todos seamos, en mayor o menor grado, comunicadores en la Red, ha propiciado, seg¨²n Abad, la aparici¨®n de una falsa sensaci¨®n de recorte en el uso de la libertad de expresi¨®n. As¨ª lo explica: "El que se condene en la actualidad a personas que no ejercen una labor period¨ªstica por mensajes transmitidos a trav¨¦s de las redes, parece mostrar un estrechamiento de la libertad de expresi¨®n, cuando la realidad es que se est¨¢n aplicando los mismos criterios que se utilizan con los medios de comunicaci¨®n. Pero ahora el grupo se ha ampliado a casi la totalidad de los individuos".
Sume una piel muy fina made in Hollywood
La humorista Sastre se mueve y conoce muy bien ese entorno virtual. Un espacio p¨²blico que aprovechamos ¡°para quedar bien delante de los dem¨¢s, sobre todo, ejercer el papel de justiciero, porque entre otras cosas as¨ª crees que demuestras al mundo tu superioridad¡±. Y a?ade: "El mensaje que hay detr¨¢s es 'mira qu¨¦ buena gente soy que no me r¨ªo de este chiste racista o qu¨¦ ¨ªntegra es mi moral que no comparto ese comentario hom¨®fobo".
Para Barba, tampoco es totalmente aut¨¦ntica esta actitud defensora de ciertos altos valores morales y menciona el decoro como el origen de nuestro nuevo grosor de piel. "No nos interesa tanto que la sociedad no sea hom¨®foba, como que no se comporte como tal o no tenga gestos en ese sentido. En realidad, es un estilo de pensamiento muy protestante, que en Occidente hemos comprado con el pack completo de Hollywood".
9.000 personas pidieron a trav¨¦s de una petici¨®n online que la obra Th¨¦r¨¨se Dreaming, de Balthus, fuera retirada del MET por sexualizar a una ni?a. El museo se neg¨®.
Esta impostura de cara a la galer¨ªa hace que cada vez sea m¨¢s complicado, por no decir imposible, "determinar si alguien est¨¢ siendo m¨¢s papista que el Papa si no consideramos el contexto en el que se produce el conflicto. El caso de Kate Perry me parece un caso de histeria colectiva en el que los supuestos ofendidos muestran una ira que tengo mis dudas de que sea real, tal vez porque han ca¨ªdo en el delirio de pensar que aunque no se sienten ofendidos deber¨ªan experimentar ese sentimiento".
Sastre recuerda otro momento pol¨¦mico patrio en la redes. Es el caso de Guillermo Zapata. "Cuando el concejal de Ahora Madrid comparti¨® unos tuit con chistes sobre Irene Villa [v¨ªctima de un atentado de ETA, por el que perdi¨® las piernas] la gente se le ech¨® encima. Pero cuando ella manifest¨® no sentirse ofendida, la misma gente volc¨® toda su agresividad sobre Irene. Ver c¨®mo los mismos que la defend¨ªan comenzaban a insultarla fue un espect¨¢culo absolutamente maravilloso por lo sumamente est¨²pido y malvado que puede llegar a ser el ser humano".
Al margen de si nuestros comentarios son ficticios o reales, oportunos o desafortunados, justos o no, Kike Garc¨ªa apoya el derecho de todos a opinar. "Si algo que hemos visto publicado en Internet nos ofende somos libres de transmitir nuestro malestar. Del mismo modo que desde los medios tambi¨¦n podemos ejercer la libertad de expresi¨®n con los l¨ªmites legales".
Entonces, ?puedo demandar?
Y ser demandado. Como todas las libertades y derechos, "el tope lo encontramos en el respeto a los derechos de los dem¨¢s", se?ala el profesor Abad, quien recuerda que no hay unos derechos m¨¢s importantes que otros. "El criterio principal que suele aplicarse para determinar si se ampara la libertad de expresi¨®n es que sean asuntos que afecten a una amplia colectividad".
Otro aspecto relevante: la clara intenci¨®n de ofender. "No es suficiente que la opini¨®n sea dura, provocadora o sarc¨¢stica, es la voluntad de denigrar a otras personas o sentimientos lo que es sancionable". Abad alude a la sentencia Wingrove: "Pone de manifiesto que casi tan importante como el contenido es c¨®mo se expresa". En la vida real, interviene Sastre, debemos evitar da?ar a otra persona. "Pero, en la ficci¨®n deber¨ªamos explorarlo todo. De no hacerlo, estaremos abocados a producir pel¨ªculas, libros y obras de teatro en los que deban estar representadas todas las etnias, religiones... para evitar que alguien crea ver un ataque".
Condenas recientes, como la del pago de 40.000 euros por parte de la revista Mongolia al torero Jos¨¦ Ortega Cano por hacer un chiste sobre su persona, han desatado acalorados debates. Mientras que unos defienden que estas medidas nos har¨¢n cada vez menos ofensivos, otros hablan directamente de un ataque a las libertades. En cualquier caso, el narrador Andr¨¦s Barba no cree en los preceptos protectores: "Si hoy no nos re¨ªmos del sketch de Martes y Trece es porque nuestra sociedad ha entendido un poco mejor la situaci¨®n que viven las mujeres maltratadas, no porque nos hayan pegado un cap¨®n".
A ver qui¨¦n cuenta hoy un chiste...
"La primera vez que escuch¨¦ la Salve Rociera pens¨¦ que el estribillo dec¨ªa: 'Leo leo leo leo leo', pero luego ca¨ª en que era una canci¨®n andaluza y eso no pod¨ªa ser". El pasado abril, Sergio V. Santesteban, guionista de la serie All¨ª abajo, que va sobre t¨®picos de vascos y andaluces, tuite¨® este chiste que, inesperadamente, se convirti¨® en una ofensa nacional. Cientos de personas empezaron a exigir su despido, su productora se desvincul¨® p¨²blicamente del chascarrillo y el desconcertado autor tuvo que pedir perd¨®n. Tres a?os antes, Ocho apellidos vascos, pel¨ªcula cargada de chistes similares, hab¨ªa arrasado en las salas de cine.
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