Pasiones
Se conocieron durante unas vacaciones en un pueblo donde ella se hab¨ªa aislado del mundo y de su ¨²ltima decepci¨®n amorosa. ?l ten¨ªa en com¨²n con sus anteriores compa?eros su destreza entre fogones.
Tras cada relato hay al menos dos versiones que, lejos de desmentirse, completan la relectura de lo sucedido a partir de los fragmentos que con el tiempo se van incorporando a la historia. Al menos eso pensaban las amigas de Valentina, que ve¨ªan c¨®mo sus idilios, lejos de inmortalizarse en noviazgos duraderos, se consum¨ªan pasado un ciclo que oscilaba entre los 6 y 36 meses. Ricardo subi¨® la media en la duraci¨®n de los romances, dejando la medida de las aspiraciones hacia la eternidad en algo m¨¢s de tres a?os.
Se conocieron durante unas vacaciones en un pueblo costero donde ella se hab¨ªa aislado del mundo y, especialmente, de su ¨²ltima decepci¨®n amorosa. A lo largo de los d¨ªas se cruz¨® con ¨¦l en varias ocasiones mientras deambulaba entre las lonas y toldos que, a modo de puestos improvisados, ofrec¨ªan prendas y artesan¨ªa a los turistas. Finalmente, ¨¦l prob¨® a entablar conversaci¨®n con ella, y lo que surgi¨® como un intercambio de palabras banal prosigui¨® con un encuentro de miradas furtivas y una invitaci¨®n a tomar algo en un peque?o bar a pie de playa. Ricardo era un hombre que rebasaba los 50 a?os, aunque aparentaba bastantes menos. Era de piel marr¨®n oscura, pelo negro y una mirada serena y curiosa. Hac¨ªa un par de a?os que hab¨ªa salido de una relaci¨®n tortuosa que, adem¨¢s de una hija, le hab¨ªa dejado un coraz¨®n m¨¢s severo. No obstante, al d¨ªa siguiente invit¨® a Valentina a cenar al apartamento que hab¨ªa alquilado y ella acept¨® con una sonrisa que alcanzaba toda su cara, desde los labios hasta la frente. Durante aquel encuentro la mirada de ella saltaba desde los platos que hab¨ªa en la mesa, cuidadosamente preparados, hasta la cara complacida de ¨¦l, que no dejaba de fijar los ojos en aquella joven tan atractiva.
En menos de tres semanas ya estaba instalada en casa de un nuevo pretendiente, con la ropa dispuesta en los cajones y el cepillo de dientes acomodado en el cuarto de ba?o
Tres a?os despu¨¦s, cuando la indiferencia disfrazada de rutina irrumpi¨®, el ciclo termin¨®. Es dif¨ªcil asumir que las relaciones se transforman y a veces devienen en decepci¨®n. Pero cuando se produce, con la desilusi¨®n llega la p¨¦rdida de expectativas y el tiempo de calidad compartido se ausenta.
Lo que ensalza o destruye una relaci¨®n son las cosas sencillas, se dec¨ªa Valentina a s¨ª misma mientras el silencio en la mesa preludiaba el final. En d¨ªas as¨ª, el placer se retiraba de la mesa, el est¨®mago se hac¨ªa peque?o y las sobremesas quedaban hu¨¦rfanas. En trances as¨ª, los cubiertos pesaban m¨¢s de lo habitual.
Pero como sucedi¨® tantas veces, tras el abatimiento inicial y el paso de la estima por el desguace, Valentina se repuso y emprendi¨® una nueva relaci¨®n en tiempo r¨¦cord. Nada de amasar la pesadumbre o instalarse en la precariedad emocional, se dec¨ªa. Y en menos de tres semanas ya estaba instalada en casa de un nuevo pretendiente, con la ropa dispuesta en los cajones y el cepillo de dientes acomodado en el cuarto de ba?o. Su entorno asum¨ªa que no se puede desear lo que se quiere, que el amor obedece a extra?as reglas, que la pasi¨®n nubla el entendimiento y socava el juicio, y que los instintos asedian el sentido com¨²n. Pero las sospechas nac¨ªan del hecho de que Valentina encadenaba una colecci¨®n de idilios con tipos bastante mayores que ella y con los que aparentemente no compart¨ªa nada. Sus amigas fatigaban las palabras tratando de hacerle ver que esas relaciones eran ins¨®litas y no ten¨ªan futuro.
Al expirar este ¨²ltimo amor¨ªo, Valentina resolvi¨® buscar consejo en un terapeuta que le impidiera perpetuar lo que sent¨ªa, las mismas ineficiencias. Fueron semanas de trabajo rastreando sentimientos y pensamientos, revisando creencias, analizando rutinas y tanteando preferencias, para concluir que la premura en hallar pareja de Valentina respond¨ªa a un hecho inapelable: no quer¨ªa dejar de comer bien, algo que adoraba a pesar de no saber cocinar. A los compa?eros que tuvo les vinculaba su destreza entre fogones, exclusivamente eso, haciendo patente que el bar¨®metro del deseo, a veces, lo determina un recetario y que la confianza se recalienta charlando frente a una copa de buen vino.
Mero al vapor con costra
Ingredientes
Para 4 personas
El ali?o
- 40 gramos de tapenade de aceitunas de Arag¨®n (en el caso de no conseguir tapenade de olivas, triturar 40 gramos de aceitunas de Arag¨®n sin c¨¢scara)
- 80 gramos de tomate seco en aceite
- 20 gramos de guindilla picada
- 100 gramos de tomate fresco
- 10 gramos de perejil picado
- 50 mililitros de aceite de oliva
El mero
- 4 filetes de mero de 160 gramos por raci¨®n
Instrucciones
1. El ali?o
Picar el tomate seco, la guindilla y el tomate fresco en brunoise (en pequeños dados). Reservar.
Picar el perejil finamente y reservar.
Mezclar en un bol el tomate seco, el tomate fresco, la guindilla, el perejil, la tapenade de aceitunas de Aragón y el aceite de oliva.
4. Acabado y presentaci¨®n
Cocer el mero en un horno a vapor, a una temperatura de 84 grados con un 40% de humedad durante 7 minutos.
Una vez cocido, disponer los filetes de mero en cada plato, separar las lascas y terminar con el aliño.
Calor¨ªas
El mero aporta 118 kilocalor¨ªas por 100 gramos de porci¨®n comestible. Su principal macronutriente son las prote¨ªnas de alto valor biol¨®gico. Su contenido en grasa es de alrededor del 6%.
Vitaminas
Destacan en este pescado las vitaminas del grupo B, como la B12, la B1 y la B6, entre otras. En cuanto a los minerales, cabe rese?ar el potasio, el f¨®sforo y el selenio.
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