El agujero negro de Mariano Rajoy
El expresidente deja el PP en tierra de nadie: el PSOE gobierna y Rivera lidera la oposici¨®n
Que no vi¨¦ramos a Rajoy no quiere decir que no estuviera. Hizo de la ausencia la presencia. Y la incorporeidad de la tarde del jueves y de la ma?ana del viernes le concedi¨® m¨¢s protagonismo del que le hubiera proporcionado acaso la sobrexposici¨®n a su akelarre. Rajoy se hizo evanescente, como el humo de su puro. Como el aroma del Magno. Estar¨ªa triturando papel. Se jactar¨ªa de haberse convertido en misterio.
Y no se atrevi¨® Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa a reservar con su bolso el trono azul. Haberlo hecho de nuevo hubiera evocado el t¨ªtulo de un fabuloso ensayo de Oliver Sacks que diagnostica la enfermedad de la prosopagnosia: El hombre que confundi¨® a su mujer con un sombrero.
Corr¨ªamos el riesgo de confundir a Rajoy con un bolso. Y corr¨ªa el Gobierno saliente de degradar la instituci¨®n parlamentaria a una reyerta barriobajera. Nadie mejor para desempe?arla que el matonismo de Rafael Hernando, afarolado en la tribuna, falt¨®n con la palabra, vomitivo en la alusi¨®n a ETA e inquisitivo con el dedo ¨ªndice a semejanza de un portero de discoteca. Le falt¨® decirle a S¨¢nchez que le esperaba en la calle, aunque las bravuconadas del procaz Hernando en el fin de r¨¦gimen no alcanz¨® a escucharlas Rajoy porque estaba vac¨ªo su asiento.
No, no aparec¨ªa Mariano. Lo hizo a las 10,22 de la ma?ana entre la pachorra y la psicosis. Convalec¨ªa de la sobremesa en el restaurante Arahy. Que significa ¡°cambio¡± en indio americano y que representa la alegor¨ªa de su agon¨ªa pol¨ªtica. Eludi¨® el presidente concederse una despedida grandilocuente. Subi¨® a la tribuna con unos folios apergaminados, pero la eleg¨ªa bien podr¨ªa haberla escrito un funcionario sin empat¨ªa ni coraz¨®n. Un tr¨¢mite administrativo.
Se marchaba Rajoy transmitiendo que nos dejaba un pa¨ªs mejor del que hab¨ªa heredado. Los n¨²meros macroecon¨®micos le otorgan la raz¨®n, pero se la quitan la corrupci¨®n, la nefasta gesti¨®n de la crisis catalana y la imprudencia con que ha descuidado la obstinaci¨®n de Pedro S¨¢nchez y la irrupci¨®n de Rivera en su propio caladero. El PP suma m¨¢s esca?os que el PSOE y Ciudadanos juntos -134 contra 116-, pero semejante ventaja aritm¨¦tica no contradice que los socialistas (84 se?or¨ªas) lideren el Gobierno y que los naranjas lideren la oposici¨®n (32 asientos), de tal forma que los populares ocupan un agujero negro pol¨ªtico y parlamentario del que deber¨ªa responsabilizarse el ya extinto presidente del Gobierno, por ejemplo, asumiendo su retirada.
La hip¨®tesis requiere disociar el PP de su l¨ªder absoluto y absolutista. Bien podr¨ªa Rajoy pilotar la transici¨®n y abdicar en beneficio de la regeneraci¨®n, pero sus aduladores todav¨ªa le incitan a aprovechar la ¡°oportunidad¡± de la oposici¨®n. Tan grande ser¨ªa el caos de Pedro S¨¢nchez al frente de la rep¨²blica plurinacional que Mariano podr¨ªa recuperar el cr¨¦dito y restaurar la credibilidad de los populares. Un placebo a la gloria que s¨®lo puede concebirse desde la superstici¨®n. O desde la enajenaci¨®n que sugieren los misterios. El PP no est¨¢ en la oposici¨®n. Est¨¢ en la descomposici¨®n.
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