Mariano, el se?or registrador de la pol¨ªtica
El l¨ªder del PP se convierte en el primer presidente de Gobierno de la democracia derrotado en una moci¨®n de censura
A ese se?or de Pontevedra, al registrador Mariano Rajoy Brey (Santiago de Compostela, 1955), le gusta transmitir la idea de que es una persona normal, cabal, moderada, sensata, equilibrada, con mucho sentido com¨²n y aparentemente sin grandes ambiciones, que empez¨® a pegar carteles como militante de base de Alianza Popular hace m¨¢s de 37 a?os para arreglar problemas de la gente corriente, como llevar la luz a las aldeas de su tierra natal, que persigui¨® como m¨¢xima vital no meterse en muchos l¨ªos y que querr¨ªa acabar sus d¨ªas en la pol¨ªtica con el epitafio: hizo lo que pudo. En la cara m¨¢s oculta de Rajoy se esconde un pol¨ªtico pragm¨¢tico, sin ataduras ideol¨®gicas ni sentimentales, encantado de conocerse, que ha hecho buena profesi¨®n de su innegable sorna y sarcasmo, y al que no le gustar¨ªa nada pasar a la historia como el primer presidente del Gobierno en ejercicio que perdi¨® una moci¨®n de censura, que tuvo que declarar como testigo en un juicio de corrupci¨®n en la Audiencia Nacional y que no fue capaz siquiera de completar su segundo mandato.
En Twitter, esa moderna red social que sorprendentemente tanto le ha atrapado, se presenta as¨ª: "Presidente del Gobierno y del @PPopular. Casado, padre de dos hijos. Trabajo por una #Espa?a con m¨¢s empleo, oportunidades y bienestar". Sencillo, b¨¢sico, neutral. Rajoy, el dirigente m¨¢s longevo al frente de un partido de la derecha espa?ola al sumar ya 14 a?os al mando del PP, dejar¨¢ ahora La Moncloa tras solo seis ejercicios en el poder, menos que los ocho que se marc¨® su te¨®rico mentor en el pasado, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, con el que ahora tampoco se lleva en absoluto pese a que fue el que le nomin¨® porque le cre¨ªa ingenuamente el m¨¢s maleable.
En el trato corto, sin embargo, Rajoy gana adeptos. Puede resultar ameno, sencillo, agradable para una cena, una charla de bar o una recepci¨®n. Es entonces cuando se abre un poco, si traba algo de confianza, se suelta y con un g¨¹isqui o algo del queso que tanto le agrada en la mano hace comentarios tan comunes y familiares como que Pedro S¨¢nchez le parece "un marciano" o que el primer peri¨®dico que ojea cada ma?ana es el deportivo Marca. Si te lo tropiezas entonces por el Club Na¨²tico de Sanxenxo, su lugar de veraneo, te relata al detalle todo el cuadro masculino y femenino qu¨¦ le toca a Rafa Nadal o Garbi?e Muguruza en el torneo de Cincinnati, el rumor del ¨²ltimo fichaje del Madrid o el Bar?a o los rivales m¨¢s peliagudos de Perico Delgado, Miguel Indurain o Alberto Contador en el Tour, el Giro o la Vuelta a Asturias. En ese ambiente de cercan¨ªa, Rajoy te puede ense?ar unas fotos de sus hijos o el meme m¨¢s reciente de una gallega que se parece a Donald Trump.
En la pol¨ªtica, Rajoy, como muchos otros, no tiene amigos o muy pocos. Tiene adversarios, compa?eros, excompa?eros y colaboradores. Y la mayor¨ªa hablan bien del dirigente popular, de su trato, subrayan que es dif¨ªcil verle enfadado o gritar, aunque a un rival como Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero no tuvo reparos en llamarle "bobo de solemnidad" o achacarle bien alto en el Congreso los asesinatos de ETA por una negociaci¨®n similar a la que hab¨ªa intentado antes Aznar. En su entorno destacan que se acuerda de detalles personales y que, si puede y no trastoca otros planes, suele ser leal y buscar buenas salidas profesionales a los componentes de sus equipos de los que le cuesta un mundo prescindir. Alguno de esos ministros que cayeron en desgracia, por diferentes razones, no han tenido reparos en confesar c¨®mo le hab¨ªa comunicado Rajoy que ten¨ªa que cesarlo: "?Ya sabes para qu¨¦ te llamo, no?". Y pasaron a abordar otros asuntos m¨¢s prosaicos.
Uno de los ministros que comparti¨® con ¨¦l varios gabinetes de la era Aznar y del que ahora prefiere no acordarse comentaba hace apenas unos d¨ªas tras ver c¨®mo despach¨® de su memoria sin ambages su amistad ¨ªntima con Eduardo Zaplana: "Rajoy es inasequible a cualquier demostraci¨®n de amistad, es muy reservado y le cuesta abrirse y exteriorizar las cosas¡±. Entonces es cuando Rajoy alude a Aznar, Rodrigo Rato, Miguel Blesa, Luis B¨¢rcenas, ?ngel Acebes, Rita Barber¨¢, Zaplana o Francisco Camps, como "ese nombre por el que se interesa". El problema, como en muchos otros casos, es la hemeroteca o la v¨ªdeoteca, que deja constancia de todo y reta a la desgana de las memorias m¨¢s fr¨¢giles.
Hay una imagen demoledora y reciente que refleja mejor que nada hasta que punto Rajoy puede ser fr¨ªo y calculador en la administraci¨®n de sus intereses. Fue el d¨ªa que apareci¨® en un digital el desagradable y definitivo v¨ªdeo en el que se ve¨ªa a la expresidenta madrile?a, Cristina Cifuentes, ser registrada en un cuartillo de un Eroski de Vallecas por no haber pagado dos cremas antiarrugas. El v¨ªdeo se conoci¨® muy a primera hora cuando Rajoy estaba practicando sus 20 minutos diarios de cinta el¨ªptica antes del desayuno, sobre las ocho de la ma?ana. El presidente popular recibi¨® varias llamadas de su equipo de m¨¢xima confianza con la idea sobreentendida de "esto s¨ª que es definitivo". Rajoy hab¨ªa intentado obviar, incluso tras la ¨²ltima conversaci¨®n privada con Cifuentes, el reto que ¨¦sta le hab¨ªa lanzado para no dimitir hasta que ¨¦l mismo se lo exigiese en directo. Esas no son las maneras que agradece o premia Rajoy.
Cuando Rajoy concluy¨® por el v¨ªdeo que ya no pod¨ªa aguantar m¨¢s, llam¨® a Dolores de Cospedal, amiga de Cifuentes y secretaria general del PP, y le reclam¨® que se desplazase hasta el despacho de esta en la Puerta del Sol y obtuviese sin m¨¢s su renuncia. Y todo ello antes de las doce de la ma?ana, que era cuando el presidente deb¨ªa entrar para un debate en el Congreso. Esa ¨²ltima condici¨®n tard¨® tanto en ejecutarse, por culpa de Cifuentes, que Rajoy tuvo que detener su coche oficial, precisamente delante de Sol, y esperar para no llegar al Congreso y presentarse ante los periodistas sin la cabeza de la expresidenta madrile?a. Y todo sin una intervenci¨®n directa ni mover una ceja.
Aunque pueda parecer b¨¢sico, Rajoy tiene m¨¢s dobleces de las que se aperciben. El se?or de Pontevedra y registrador de Santa Pola (Alicante), profesi¨®n que apenas ejerci¨® unos meses, presume de galleguidad sin hablar una palabra de gallego, de ser un enamorado del deporte sin haber practicado apenas la bicicleta, de haber ejercido desde los 26 a?os casi todos los cargos imaginables en la vida pol¨ªtica, de concejal a diputado provincial, auton¨®mico y nacional, de vicepresidente de la Xunta del hist¨®rico Manuel Fraga a cinco veces ministro, vicepresidente del Gobierno, visecretario de Organizaci¨®n, jefe de campa?as electorales y secretario general del PP de Aznar sin reconoc¨¦rsele una iniciativa.
De todos esos periplos apenas ha quedado una memorable impronta de su gesti¨®n hasta que lleg¨® al fin a La Moncloa, tras dos intentos fallidos que achac¨® primero a la guerra de Irak de Aznar (2004) y luego al infortunio (2008). Cuando logr¨® tocar el poder, en 2011, Espa?a estaba ya sumergida en una profunda crisis, interna e institucional, pol¨ªtica, social y econ¨®mica, y la canciller alemana Angela Merkel se permit¨ªa llamarle por tel¨¦fono y darle instrucciones. En aquel funesto verano de 2012, al borde del abismo, apenas la soportaba. Luego se hicieron compadres inseparables porque con sus recortes consigui¨® salvar a Espa?a de la quiebra y el rescate, evitar un tijeretazo del 30% en las pensiones, aunque enfri¨® durante casi un lustro cualquier reforma de calado, tambi¨¦n ante el desaf¨ªo de Estado con los separatistas catalanes.
El registrador de la pol¨ªtica procede de una familia de clase media acomodada de provincias, fiel a las tradiciones, la buena educaci¨®n y el apego a las oposiciones a las m¨¢s altas carreras del Estado: magistrados, notarios y registradores. Personas de bien, relacionadas siempre cerca del poder. De derechas, pero sin extremismos. Su abuelo fue un republicano conservador de la Uni¨®n Regional de Derechas que redact¨® el Estatuto de Galicia y lleg¨® a decano del Colegio de Abogados de Santiago. Su padre acab¨® como presidente de la Audiencia de Pontevedra durante el franquismo pero tras pasar por destinos que llevaron a Mariano hijo a disfrutar de ¨¦pocas infantiles y juveniles de su vida que recuerda perfectamente por Carballi?o (Ourense), Oviedo y Le¨®n, donde empez¨® a ir a clase en un colegio de monjas en el que luego estudiar¨ªa tambi¨¦n Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y donde jug¨® algo de p¨ªvot al baloncesto. Compa?eros de la escuela, en Carballi?o, a¨²n recuerdan c¨®mo Marianito, que as¨ª le llamaban, cre¨ªa que los chocolates Mat¨ªas L¨®pez, de Sarria, que tanto le gustaban ca¨ªan del cielo.
De adolescente se asent¨® en Pontevedra y all¨ª encontr¨®, acodado entre el Casino de A Caeira, la cafeter¨ªa del Carabela, la iglesia de la Peregrina y la discoteca Daniel, todo lo que acabar¨ªa marcando su vida: el bachillerato y el instituto p¨²blico, unos pocos amigos para siempre o la mujer con la que se cas¨®, Elvira Fern¨¢ndez, hija de un constructor local, aunque para entonces ¨¦l ya ten¨ªa 41 a?os. Hizo la inevitable carrera de Derecho en Santiago para poder encerrarse disciplinadamente horas y horas en el apartamento de Sanxenxo hasta sacar con 23 a?os, el m¨¢s joven de Espa?a, la ansiada plaza de registrador que deber¨ªa asegurarle un modo cl¨¢sico y confortable de vida. Pero casi de inmediato se dej¨® atrapar por la inestable pol¨ªtica, los cargos, el coche oficial, la iron¨ªa, el sarcasmo, el poder, varias dolorosas derrotas, alguna victoria, disputas internas, cumbres internacionales, el calor de muchos pueblos de Espa?a, muchos adl¨¢teres y, ya casi al final, un enfrentamiento que no midi¨® bien con Pedro S¨¢nchez, el socialista al que desconsider¨® como un "mindundi" que jam¨¢s le ganar¨ªa ni le sacar¨ªa de La Moncloa. Acudi¨® a la primera sesi¨®n del debate de la moci¨®n con suficiencia, mascando algo. Por la tarde ni fue ni llam¨® a Albert Rivera, su te¨®rico socio. Hasta hoy.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
Archivado En
- Mariano Rajoy
- Moci¨®n censura Mariano Rajoy 2018
- Pedro S¨¢nchez
- Mociones censura
- Caso G¨¹rtel
- PSOE
- Gobierno de Espa?a
- PP
- Corrupci¨®n pol¨ªtica
- Congreso Diputados
- Sentencias condenatorias
- Parlamento
- Sentencias
- Casos judiciales
- Corrupci¨®n
- Partidos pol¨ªticos
- Gobierno
- Sanciones
- Delitos
- Administraci¨®n Estado
- Juicios
- Espa?a
- Proceso judicial
- Pol¨ªtica
- Administraci¨®n p¨²blica