El llanto de Iglesias
Nunca hasta ahora, la lucha contra la dictadura fue usada por una organizaci¨®n para la confrontaci¨®n pol¨ªtica
Yo fui torturado por Antonio Gonz¨¢lez Pacheco ¡ªalias Billy el Ni?o¡ª en 1972, cuando ten¨ªa veinte a?os. Guardo entre mis cosas el reloj de pulsera que llevaba puesto en el momento de mi detenci¨®n, destrozado por el culatazo de arma de esbirro. Me puso su pistola en mi pecho y me dijo que mi cad¨¢ver aparecer¨ªa flotando en el r¨ªo Manzanares. Me pregunt¨® si sab¨ªa qui¨¦n investigar¨ªa mi muerte. Se respondi¨® a s¨ª mismo: "Tambi¨¦n yo". Y rio su letal amenaza.
Fui entonces preso pol¨ªtico, encarcelado por el torturador Billy el Ni?o. Ocurri¨® hace 46 a?os, va para medio siglo y ahora me lo rememora Pablo Iglesias con motivo de su alegato contra el mantenimiento de la concesi¨®n de una medalla en 1977. Nunca vi as¨ª mi caso en manos de una organizaci¨®n pol¨ªtica.
Reproch¨® al ministro del Interior que la distinci¨®n a este torturador no hubiese sido retirada por el Gobierno. No mencion¨® que la Ley de Amnist¨ªa de 1977 supuso tabla rasa sobre estos asuntos: asesinos etarras con delitos de sangre, que volvieron a matar, se beneficiaron de la misma medida. No denunci¨® esta infamia. Pero s¨ª permiti¨®, con sus silencios, que muchos espa?oles m¨¢s j¨®venes ¡ªcomo ¨¦l¡ª, pero desconocedores de esta tragedia, vislumbraran la verg¨¹enza de mantener una condecoraci¨®n a un torturador.
Afirm¨® Iglesias que ojal¨¢ un futuro ministro del Interior socialista haga justicia cuando sabe perfectamente que los hubo en el pasado durante m¨¢s de veinte a?os de Gobierno y que no procedieron a la retirada de la condecoraci¨®n que ahora reclama. A continuaci¨®n, ley¨® algunos testimonios de v¨ªctimas del torturador en los que se relataba similares y m¨¢s graves actos impropios hasta de una bestia.
El ministro le contest¨® que si los relatos que acababa de leer estuvieran recogidos en una sentencia, no habr¨ªa diputado en la c¨¢mara que pensara en el merecimiento de la medalla y que caer¨ªa sobre el torturador todo el peso de la ley. Iglesias no ten¨ªa ninguna sentencia. Su socio de coalici¨®n electoral, Alberto Garz¨®n, envi¨® acto seguido un mensaje p¨²blico en el que incid¨ªa en este objetivo partidista acusando de poca verg¨¹enza al ministro por haber defendido "a ese fascista delante de sus v¨ªctimas, que estaban en la tribuna" y mostrando su esperanza de que gente as¨ª sea expulsada del Gobierno.
Seg¨²n Iglesias y Garz¨®n, o se retira la medalla o se est¨¢ en la verg¨¹enza. A m¨ª, sin embargo, me parece vergonzoso que un asunto as¨ª sirva para la confrontaci¨®n partidista. Yo no hice lo que hice para que se usara de esta manera. Yo lo hice para que todos los espa?oles pudi¨¦ramos vivir en libertad, incluidos Iglesias, Garz¨®n y los ministros del Interior, populares y socialistas, claro, y para que las leyes democr¨¢ticas futuras fueran garant¨ªa de que no volviera a ocurrir. Como as¨ª fue. Nunca para que fuera arrojado, como una piedra, contra nadie. Cuando termin¨® su intervenci¨®n, Iglesias se incorpor¨®, levant¨® su pu?o, se sent¨®. Y llor¨®.
Mucho antes, en 2011, la ministra italiana de Trabajo lagrim¨® su comparecencia p¨²blica y dio tal imagen ic¨®nica la vuelta al mundo. Como cunda el ejemplo, y as¨ª parece, se va a generar una contienda pol¨ªtica de desconsuelos. En mi caso, me sent¨ª orgulloso de mi contribuci¨®n a una nueva convivencia y convencido de que la democracia ha demostrado la imposibilidad de que vuelva a reproducirse la barbarie. Me satisfizo haber sido hijo de mi tiempo, comprometido, y me repele hoy la calificaci¨®n de esclavo del pasado. Venc¨ª al torturador cuando Espa?a se transform¨® en una democracia. Mi satisfacci¨®n, ya digo, es la libertad que disfruto, la misma que ocasiona la derrota del torturador.
Karl Popper afirm¨® que "a¨²n el tirano m¨¢s poderoso depende de su polic¨ªa secreta, de sus secuaces y de sus verdugos". As¨ª, la dictadura se sustent¨® en numerosos torturadores, entre otros azotes. Uno de ellos fue Billy el Ni?o. Lo importante fue que no perdurara la tiran¨ªa. Tambi¨¦n Andr¨¦ Glucksmann, en su libro "el discurso del odio" ofreci¨® claves para reconocer esa lacra. Una de ellas es que "el odio se maquilla de ternura". El argumentario del odiador es, se?al¨® Glucksmann: "Quiz¨¢ me equivoco... pero cre¨ªa que estaba haciendo bien, voy de buena fe, nada malvado; el perverso eres t¨², que osas suponerme tal". Y con su conclusi¨®n me expreso: no necesito odiar el odio para combatir su locura asesina sino que sonr¨ªo ante su espantoso rid¨ªculo.
Pablo Iglesias representa un liderazgo cesarista que le permiti¨® convocar una consulta entre los inscritos de Podemos sobre la permanencia de los cargos que su compa?era Irene Montero y ¨¦l tienen, cuestionada tras la compra de su nueva residencia. Oblig¨® y someti¨® un asunto privado a la consideraci¨®n pol¨ªtica de su organizaci¨®n. Convirti¨® su designio personal en un refer¨¦ndum pol¨ªtico. Sin encomendar su voluntad a comit¨¦ de direcci¨®n interno, conocido, alguno. Este comportamiento suyo fue autoritario y no veo raz¨®n alguna, sino todo lo contrario, para as¨ª calificarlo.
De aquella experiencia adversa no me qued¨® ning¨²n estigma por suerte. De toda la transici¨®n pol¨ªtica s¨ª conservo una conciencia cr¨ªtica que, con el tiempo, me mantiene en alerta contra los vestigios autoritarios y, hoy, me generan considerarlos un esperpento.
Salvador Garrido Rom¨¢n es periodista, fue secretario general del sindicato de CC. OO. de Correos y Tel¨¦grafos, elegido en su congreso constituyente de 1977.
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