El mayor informe sobre el acoso sexual en la ciencia de EE UU revela un abuso sistem¨¢tico
Las Academias Nacionales de Ciencia, Ingenier¨ªa y Medicina publican el estudio que revela que m¨¢s de la mitad de las mujeres en esas ¨¢reas sufren alg¨²n tipo de acoso
Sus amigos, aquellos que no ten¨ªan nada que ver con la medicina, no se lo pod¨ªan creer. ¡°?Me est¨¢s tomando el pelo o qu¨¦?¡±, le preguntaron. Sin embargo, compa?eros y personal de la facultad donde trabajaba, lo que le pidieron fue dejarlo pasar: ¡°Si informas de esto no te va a ir bien. No quieres armar un esc¨¢ndalo¡±. Esta mujer, miembro de una facultad de Medicina en Estados Unidos, sab¨ªa que sus compa?eros de la instituci¨®n ten¨ªan raz¨®n, pero tambi¨¦n era consciente de que lo que hab¨ªa ocurrido, y segu¨ªa ocurriendo, era demasiado: ¡°No deber¨ªa tener que estar prepar¨¢ndome para ser violada cuando voy a trabajar¡±.
Este es solo uno de las decenas de testimonios que recoge el informe Acoso sexual en las mujeres: clima, cultura y consecuencias en las Academias de Ciencia, Ingenier¨ªa y Medicina que las tres instituciones estadounidenses publicaron el pasado martes. Es el an¨¢lisis m¨¢s exhaustivo sobre este tema hasta la fecha, trabajado durante m¨¢s de dos a?os y basado en centenares de estudios, entrevistas, estad¨ªsticas e informes que se remontan y avanzan desde la d¨¦cada de los ochenta. Sus conclusiones no hacen m¨¢s que apuntalar una realidad que cada vez es m¨¢s visible y menos sorprendente: m¨¢s de la mitad de las mujeres en esos tres ¨¢mbitos, y a todos los niveles (alumnas y profesoras), han sufrido alg¨²n tipo de acoso, laboral o sexual o ambos, abusos, agresiones sexuales, desprecio o menosprecio profesional y personal durante su formaci¨®n o el ejercicio de su profesi¨®n.
¡°A pesar de que cada vez hay m¨¢s mujeres en los campos cient¨ªficos, asumiendo responsabilidades y liderando investigaciones, los datos indican que esto pasa demasiado a menudo¡±, comentaba el pasado martes Marcia McNutt, la presidenta de la Academia Nacional de Ciencias, que asegur¨® que esta ¡°cultura¡± provoca una devastaci¨®n clara en las mujeres, a nivel personal y profesional, y en su salud f¨ªsica y ps¨ªquica. ¡°Es, adem¨¢s, una p¨¦rdida tremenda de los recursos humanos que tenemos, de potencial, de talento y de inversi¨®n en ese talento¡±. Con un agravante, que las pol¨ªticas y los protocolos actuales para controlar esta situaci¨®n no dan signos de funcionar y las consecuencias suelen ser el freno a las carreras profesionales de las mujeres o incluso el abandono.
Para la presidenta, el informe ha sido publicado en el momento justo, despu¨¦s de que el movimiento Me Too haya roto con el oscurantismo y el silencio de millones de mujeres en el mundo y se haya generado un movimiento global y creciente de toma de conciencia y rechazo a esta violaci¨®n constante de sus cuerpos, sus aptitudes y sus voluntades. Frente a esto, la respuesta de las instituciones es contundente: cambiar no solo es urgente sino imprescindible. Y para ese cambio, apunt¨® McNutt, las academias y las organizaciones p¨²blicas y privadas deben crear un clima totalmente distinto que logre evitar ese acoso desde el primer indicio: ¡°Nuestro informe ofrece soluciones espec¨ªficas para los distintos espacios, para poder reducir o eliminar ese acoso. Es necesaria una cultura basada en la diversidad, la inclusi¨®n y el respeto¡±. Algo que, por el momento, no ocurre.
El investigador Kevin Swartout, de la Universidad Estatal de Georgia, fue el encargado de armar el puzzle con los datos de los sistemas de la Universidad de Texas, a los que se a?adieron despu¨¦s los de la Universidad Estatal de Pensilvania para tener una visi¨®n m¨¢s amplia; una base de m¨¢s de 10.000 estudiantes de grado y posgrado y profesorado que revel¨® un comportamiento constante de acoso por parte de los docentes o el personal. ¡°Alrededor del 20% de las estudiantes de ciencias (grado y posgrado) lo sufrieron, m¨¢s de una cuarta parte de las estudiantes de ingenier¨ªa y m¨¢s del 40% de estudiantes de medicina¡±, apunta el informe en referencia a la encuesta de la instituci¨®n texana. ¡°En Pensilvania se realiz¨® una encuesta similar con resultados parecidos: el 33% de las estudiantes de grado, el 43% de las de posgrado y el 50% de las de medicina¡±.
Aunque no se han conseguido cifras determinantes en torno a grupos minoritarios, el informe apunta a que las mujeres que pertenecen a colectivos LGTBIQ o son de raza negra son objetivos m¨¢s habituales que cualquier otra mujer blanca y heterosexual; y a?ade otros datos de encuestas que revelan los mismos porcentajes e incide en que no deber¨ªa suponer una sorpresa. ¡°Los empleados de instituciones acad¨¦micas tienen la segunda tasa m¨¢s alta de acoso sexual [en Estados Unidos] con el 58% (los militares se posicionan en primer lugar con el 69%)¡±.
Las encuestas fueron completadas con cuarenta entrevistas a profesionales de todos los campos, de distintas edades y a distintos niveles. Alrededor de la mitad denunci¨® alg¨²n tipo de acoso f¨ªsico, sin embargo, el ps¨ªquico tambi¨¦n despunta como una importante arista a limar. ¡°La mayor¨ªa de ellos est¨¢n degradando a la mujer, encerr¨¢ndola en el lugar de trabajo, menospreci¨¢ndola frente a otros colegas, dici¨¦ndole que no es tan capaz como otros, o hablando mal de ellas al resto¡ No es solo tocar o invadir sexualmente, sino m¨¢s bien a nivel intelectual. Intentan hacer esos juegos mentales para que no puedas defenderte f¨ªsicamente¡±, apunta una profesora asistente de Ingenier¨ªa en el estudio.
Comentarios sexistas, bromas constantes y alusiones que degradan o humillan a las mujeres en el ¨¢mbito personal o profesional aparec¨ªan una y otra vez en la recogida de informaci¨®n. Apuntan a cuatro aspectos que se dan en esos lugares de trabajo como algunas de las causas de estas actitudes: ¡°La dependencia de los asesores y mentores para el avance profesional; el sistema de meritocracia que no tiene en cuenta la disminuci¨®n en la productividad como resultado del acoso sexual; la cultura machista en algunos campos; y la red informal de comunicaciones, a trav¨¦s de la cual se difunden rumores y acusaciones dentro y a trav¨¦s de programas y campos especializados¡±. Y a?adieron cinco factores que podr¨ªan explicar, en parte, este acoso generalizado: la percepci¨®n de tolerancia hacia estas actitudes, una mayor¨ªa de hombres en este entorno, la f¨¦rrea jerarqu¨ªa ¡ªque adem¨¢s suele concentrar mucho poder en muy pocos nombres¡ª, sin la educaci¨®n ni las herramientas para luchar contra esto, y un mal enfoque de las leyes que regulan el acoso en las instituciones.
El estudio explica que, demasiado a menudo, la interpretaci¨®n judicial de esas leyes incentiva a las instituciones a crear pol¨ªticas que se centran m¨¢s en un cumplimiento simb¨®lico de esa legislaci¨®n y a evitar la responsabilidad que a prevenir el acoso. Es decir, normas que acaban protegiendo a quien perpreta el acoso y no a la v¨ªctima. Algo que queda definido como ¡°desalentador¡±. ¡°Al mismo tiempo que se invierten mucho dinero y energ¨ªa en atraer y retener a las mujeres en estos campos, a menudo son intimidadas o expulsadas de su carrera. Incluso cuando se quedan, su capacidad para contribuir y avanzar puede verse limitada como consecuencia del acoso sexual, ya sea de forma directa, por el acoso ambiental en el entorno en su departamento, programa o disciplina, por las represalias o porque son tratadas como traidoras despu¨¦s de informar formalmente el acoso¡±.
Por eso, entre otros estudios, el de Vicki J. Magley en 2002, Hacer frente al acoso sexual: reconceptualizar la resistencia de las mujeres, descubri¨® ¡ªcon una base de datos de m¨¢s de 15.000 mujeres¡ª que con frecuencia las respuestas eran ignorar o intentar apaciguar al acosador. Rara vez lo enfrentaban y siempre intentaban mantener una buena relaci¨®n con ¨¦l. ¡°Por ejemplo, el 74,3% de las mujeres en uno de los siete conjuntos de datos analizados por Magley evitaron a su autor, el 72,8% se separ¨® psicol¨®gicamente de la situaci¨®n, el 69,9% por ciento soport¨® la situaci¨®n sin intentar resolver el problema y el 29,5% intent¨® calmar a su perpetrador inventando una excusa para explicar su comportamiento¡±.
La historia de siempre. Culpabilizaci¨®n, miedo a no ser cre¨ªdas en un primer momento y al descr¨¦dito posterior, y a ser vapuleadas, maltratadas o a soportar venganzas despu¨¦s; algo que refleja bien el testimonio de una investigadora en medicina que, tras haber sufrido varios tipos de acoso laboral y sexual, acab¨® informando al director de su programa, que dej¨® el asunto en manos del jefe de la instituci¨®n en cuesti¨®n; fue ¨¦l quien le dijo que le recordaba a su exmujer ¡ª"a la que todos sab¨ªamos que odiaba¡±, anota en el informe la m¨¦dica¡ª, y que si lloraba menos tal vez tendr¨ªa m¨¢s amigos. ¡°A partir de ah¨ª, la calificaci¨®n que hac¨ªa de mi trabajo simplemente se fue cuesta abajo¡±.
Algo incomprensible a todos los niveles. D¨¦cadas de investigaci¨®n han demostrado c¨®mo ganan en calidad la industria y la investigaci¨®n cuando su fuerza laboral es diversa. ¡°Este acoso continuo tiene consecuencias para el avance del bienestar econ¨®mico y social del pa¨ªs y su salud p¨²blica en general¡±, sentencia el estudio.
El panorama plantea una serie de cambios profundos, estructurales, que seg¨²n la Academia deben ser tenidos en cuenta desde ya y que han concentrado en 15 recomendaciones no solo para su propia organizaci¨®n, sino para otras agencias federales y pol¨ªticas para que ese viraje hacia un mundo m¨¢s inclusivo pueda llegar a todos los rincones. Entre esas recomendaciones est¨¢ abordar de forma directa el acoso sexual e ir m¨¢s all¨¢ del mero cumplimiento de las leyes para cambiar desde la ra¨ªz la cultura y el clima en esas instituciones; generar ambientes m¨¢s diversos, inclusivos y respetuosos; mejorar la transparencia y la responsabilidad en todos los niveles; rebajar al m¨¢ximo esas relaciones jer¨¢rquicas t¨®xicas que se dan entre las alumnas y el profesorado, con un poder tremendamente concentrado y que sobrevuela el futuro de las estudiantes; dar siempre apoyo a la v¨ªctima; o comenzar investigaciones que puedan seguir dando luz a esta realidad e iniciar cambios legislativos y pol¨ªticos para paliarla.
Muchos detalles y consejos repartidos en las m¨¢s de 300 p¨¢ginas de este trabajo que comenz¨® a prepararse hace m¨¢s de dos a?os, cuando el Comit¨¦ de Mujeres en Ciencia, Ingenier¨ªa y Medicina propuso que se creara un grupo especial para analizar el pasado y el presente del acoso sexual en sus ¨¢reas, qu¨¦ impacto produce y sentar las bases para su prevenci¨®n y erradicaci¨®n en el entorno acad¨¦mico. Cient¨ªficos, ingenieros, m¨¦dicos, expertos en el tema, juristas y psic¨®logos se pusieron entonces a recopilar y desmenuzar la literatura existente. Y, aunque se radiografiaron tambi¨¦n a s¨ª mismos, olvidaron uno de los engranajes de su propia maquinaria.
Parte de la comunidad cient¨ªfica, sobre todo mujeres, han apuntado hacia la iron¨ªa de la publicaci¨®n de este informe cuando entre sus propias filas hay cient¨ªficos que renuncian o son despedidos tras ser acusados por estas conductas pero mantienen su pertenencia a la Academia. Como el cazador de planetas Geoff Marcy, que dimiti¨® de su puesto en Berkeley (California) en octubre de 2015; el neurocient¨ªfico Thomas Jessell, que fue despedido de la Universidad de Columbia el pasado abril; o Inder M. Verma, el bi¨®logo molecular que est¨¢ de ¡°permiso¡±¡¤ en el Instituto Salk de Estudios Biol¨®gicos donde llevaba trabajando desde los setenta y que renunci¨® el pasado 1 de mayo como editor de la revista Actas de la Ciencia, de la propia instituci¨®n, despu¨¦s de que la publicaci¨®n Science denunciase que varias mujeres?¡ªcinco cient¨ªficas veteranas y tres m¨¢s j¨®venes¡ª lo hab¨ªan acusado por abusos sexuales, que el bi¨®logo habr¨ªa llevado a cabo durante d¨¦cadas.
Pero hay m¨¢s. La cient¨ªfica de la Universidad Estatal de Michigan Julie Libarkin, que cre¨® el pasado 4 de junio una plataforma web para denunciar el acoso en su ¨¢rea, MeTooSTEM, lleva desde los a?os ochenta engrosando una base de datos sobre acoso sexual que acumula m¨¢s de 650 casos; la revisi¨®n de The Washington Post de esos nombres, apunta a que hay hasta cinco hombres sancionados por acoso sexual que siguen siendo miembros de las Academias Nacionales estadounidenses, y tres que todav¨ªa forman parte de investigaciones con subvenci¨®n p¨²blica. Solo como apunte, la Academia Nacional de Ciencias, creada por el Congreso de Estados Unidos en 1863, tiene como acad¨¦mico medio a un se?or blanco de m¨¢s de 70 a?os; los nuevos entran elegidos por los miembros actuales y sus cargos son vitalicios. Pase lo que pase.
En mayo, la profesora asistente de neurolog¨ªa en la Universidad de Vanderbilt BethAnn McLaughlin, inici¨® una petici¨®n en Change.org para exigir a las academias que destituyan a sus miembros si han sido condenados por acoso sexual o laboral o agresiones, algo que ahora mismo, por sus propios estatutos, varados en alg¨²n punto del siglo XX, es imposible. Los presidentes de las tres academias aludieron al asunto a finales del pasado mayo y aseguraron que hab¨ªan comenzado a tratar el tema de los ¡°est¨¢ndares de conducta profesional para la membres¨ªa¡±. Otras instituciones, como la Sociedad Astron¨®mica Americana o la Uni¨®n Geof¨ªsica Americana, ya han cambiado, por estos mismos motivos, sus pol¨ªticas de expulsi¨®n. Tal vez las Academias Nacionales tambi¨¦n deber¨ªan empezar por ah¨ª.
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