?Y qu¨¦ es el hambre?
La subalimentaci¨®n es una realidad desconocida para muchos que sufren a¨²n 815 millones de personas. As¨ª afecta al cuerpo de una persona y se distribuye por el mundo
El hambre. No comer lo suficiente. Malestar, debilidad, enfermedades, muerte.
El hambre es una condena, una amenaza que acompa?a a la humanidad desde su aparici¨®n en el planeta. Con el paso de los siglos, se ha pisado la Luna, se han conquistado los cielos, se han explorado las profundidades del oc¨¦ano, se han erradicado enfermedades y se ha conseguido producir enormes cantidades de alimentos. Pero el hambre sigue ah¨ª, como una terrible y vergonzante realidad que afecta a 815 millones de personas.
Condena a millones de personas, generaci¨®n tras generaci¨®n, a vivir vidas peores, a depender de otros, a enfermar, a morir. A permanecer esclavos de esa cadena de hambre y pobreza que se perpet¨²a. Y es vergonzoso, porque el hambre ya no es un problema t¨¦cnico, si es que alguna vez lo fue. No falta comida, ni capacidad para producirla y conseguirla. Falta voluntad para que todos puedan comer.
En el a?o 2000, aprovechando lo redondo de la fecha, los pa¨ªses reunidos en las Naciones Unidas decidieron marcarse unos objetivos para tener un mundo mejor en un plazo de 15 a?os. Los llamados Objetivos del Milenio propon¨ªan, entre otras cosas, reducir a la mitad ¨Cpor entonces todav¨ªa no se hablaba de eliminarla¨C el porcentaje de hambrientos que hab¨ªa diez a?os antes, en 1990.
Aunque se consigui¨® un gran avance (del 23,3% se pas¨® al 12,9%) y en 2015 a¨²n hab¨ªa en el mundo 780 millones de personas que no com¨ªan lo suficiente para una vida plena. Para una vida digna.
En los albores del siglo XXI, mientras se redactaban esos Objetivos ¨Cconsiderados por muchos temerariamente ambiciosos¨C, 12 de cada 100 brasile?os pasaban hambre. Pero en el pa¨ªs, rico en recursos naturales y con un enorme potencial agr¨ªcola, se adquiri¨® el compromiso pol¨ªtico de ir mucho m¨¢s all¨¢ de recortar el hambre a la mitad: el objetivo nacional era erradicarla por completo. Y en apenas una d¨¦cada, Brasil pas¨® a la lista oficial de pa¨ªses libres de esta lacra. Alcanz¨® el ¡°hambre cero¡±.
?Fue porque Brasil ten¨ªa unas caracter¨ªsticas geogr¨¢ficas y territoriales concretas, sin las que el objetivo no podr¨ªa haberse alcanzado? ?o tiene m¨¢s que ver la verdadera ambici¨®n y voluntad pol¨ªtica?
Despu¨¦s de que los Objetivos del Milenio se quedaran a un paso de triunfar en lo que al hambre se refiere, el nuevo plan para cambiar el mundo ¨Clos Objetivos de Desarrollo Sostenible o Agenda 2030¨C tambi¨¦n aspira al hambre cero. ?Es realmente posible conseguirlo? ?qu¨¦ obst¨¢culos se interponen en el camino a la meta? ?qu¨¦ podemos aprender de lo ya conseguido? ?ser¨¢ nuestra generaci¨®n la primera de la historia en conocer un mundo sin hambre? A lo largo de este libro se analizan todas estas preguntas.
Y adelantamos parte de la respuesta. Alcanzar el hambre cero, hoy, es perfectamente posible. Lo que hay que decidir es si estamos dispuestos a hacerlo.
Definir el problema
El primer paso para solucionar un problema es conocerlo. Definirlo, medirlo, explorar sus causas y sus consecuencias. Y eso es lo primero que haremos en este cap¨ªtulo. Definir qu¨¦ es el hambre, una palabra que significa muchas cosas al mismo tiempo y ninguna buena. Pero con alguna de esas acepciones no podemos ¨Cni probablemente queramos¨C acabar. As¨ª que aclaremos primero cu¨¢l es el verdadero rival a batir.
A diferencia de otras especies animales que pueden llegar a pasar meses sin ingerir alimento, nutri¨¦ndose de las reservas de sus ¨²ltimas comidas, el ser humano necesita comer regularmente. Esa es una de las acepciones de la palabra ¡°hambre¡±, ese recordatorio permanente de que necesitamos comida que nos llega cada cuatro, seis, ocho, diez horas.
Llamamos hambre a esas ganas de zamparse el bocadillo tras una jornada en la monta?a, o al cosquilleo en el est¨®mago al sentarse a la mesa para cenar. Con esas seis letras nos referimos a esas ¡°ganas de comer¡± que nos asaltan varias veces al d¨ªa.
Pero en el hambre tambi¨¦n hay clases. Y tama?os. No es la misma hambre la del que sabe que en la mochila lleva un bocadillo de tortilla y dos pl¨¢tanos, o la del que no duda de que en casa le espera una comida caliente de tres platos, que la del que sabe que esa noche tendr¨¢ queirse a la cama con el agujero en el est¨®mago. Ni la del que apenas comi¨® ayer, no ha comido hoy, ni comer¨¢ ma?ana.
Hay hambrecitas y hambres eternas. Por eso llamamos hambre a las ganas de comer, pero eso es ¨²nicamente un amago de la verdadera hambre. Es solo el recordatorio fisiol¨®gico del que habl¨¢bamos. Quiz¨¢ deber¨ªamos forzarnos a usar otra palabra para referirnos a ¨¦l. Por ejemplo, apetito. Tener apetito no es lo mismo que tener hambre.
Medir el hambre
Entonces, ?qu¨¦ es el hambre? ?c¨®mo la identificamos y medimos para acabar con ella? ?cu¨¢ndo pasa uno a engrosar la dram¨¢tica lista de ¡°hambrientos¡±? La importancia de establecer el concepto es capital, ya que condiciona todo lo dem¨¢s.
Ve¨¢moslo con otra pregunta: ?qu¨¦ es un muerto en accidente de tr¨¢fico? ?solo cuentan los que mueren en el acto? ?o tambi¨¦n los que fallecen en el hospital, un d¨ªa despu¨¦s? ?cuentan tambi¨¦n los peatones atropellados? ?los fallecidos mientras iban en bicicleta? ?y los accidentados en pistas de la monta?a?
La dimensi¨®n del problema depender¨¢ de la definici¨®n que adoptemos. Entonces, ?qu¨¦ es un hambriento a d¨ªa de hoy? La definici¨®n oficial, la establecida y medida por la FAO (la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura), es que est¨¢n subalimentados las personas que no consumen las calor¨ªas suficientes para su actividad diaria, que obviamente no son las mismas para un ni?o, que para una mujer adulta o un anciano.
Los expertos de la FAO calculan esas necesidades cal¨®ricas y la disponibilidad de alimentos con ayuda de los datos que aportan los pa¨ªses. De quienes no llegan a ese m¨ªnimo de calor¨ªas, se dice que son personas subalimentadas, que es el t¨¦rmino t¨¦cnico para decir lo que son realmente: hambrientos. Y hoy hay todav¨ªa alrededor de 815 millones de personas subalimentadas.
Las consecuencias del hambre
La falta de energ¨ªa por la poca ingesta de alimentos hace que los hambrientos se debiliten. Los hace m¨¢s vulnerables a contraer enfermedades, agota antes sus fuerzas y les dificulta la realizaci¨®n de muchas actividades f¨ªsicas o mentales. Esa subalimentaci¨®n es una condena a vivir una vida peor. Una sentencia que se vuelve a¨²n m¨¢s terrible en el caso de los ni?os menores de cinco a?os.
Porque cuando una persona est¨¢ en plena fase de desarrollo ¨Cespecialmente en los primeros mil d¨ªas de vida¨C una buena alimentaci¨®n es esencial para sentar las bases de su futuro. Solo as¨ª el cuerpo y la mente del individuo lograr¨¢n alcanzar su verdadero potencial. Pasar hambre en esos primeros a?os ¨Co ser hijo de una madre hambrienta¨C coartar¨¢ para siempre el desarrollo del menor sentenci¨¢ndole, con mucha probabilidad, a vivir una vida la mitad ¨Co dos tercios o una cuarta parte¨C de buena de lo que podr¨ªa haber sido. Limitar¨¢ su crecimiento f¨ªsico y el desarrollo cerebral y esas limitaciones ya no se podr¨¢n superar.
Pasar hambre despu¨¦s, a medida que se crece, har¨¢ que el ni?o o la joven no puedan rendir en la escuela ni estudiar ni aprender al nivel al que lo podr¨ªan haber hecho con el est¨®mago lleno. El hambre no permite concentrarse, dificulta la retenci¨®n, debilita la memoria. Y esa dificultad para estudiar lastrar¨¢ su futuro, recortar¨¢ sus medios para ganarse la vida. Es el c¨ªrculo perverso del hambre y la pobreza, que no solo encadena a quienes la sufren, sino tambi¨¦n a las siguientes generaciones.
La hambruna
En los casos m¨¢s extremos, adem¨¢s de abrir la puerta a enfermedades y problemas f¨ªsicos de todo tipo, la falta de alimento puede llevar directamente a la muerte. Las personas se debilitan tanto que fallecen. Cuando en un mismo lugar se empiezan a registrar varias muertes por inanici¨®n, las agencias internacionales dan una se?al de alarma y recurren a esa palabra que nadie quiere o¨ªr: hambruna.
Ese t¨¦rmino que evoca ni?os raqu¨ªticos en Etiop¨ªa, familias fam¨¦licas comiendo cualquier cosa para intentar llegar vivos al d¨ªa siguiente, el fracaso absoluto de la humanidad. Una situaci¨®n que, en lo m¨¢s profundo de la conciencia humana, ha sido ¨Ccasi¨C siempre inaceptable. Pero hoy lo es a¨²n m¨¢s, sabiendo que se desperdician m¨¢s de 1.300 millones de toneladas de comida cada a?o.
Para ¨Ctodav¨ªa¨C mayor verg¨¹enza de la comunidad humana en esta era global, la hambruna no es una leyenda del pasado. A principios de 2017 se declar¨® en Sud¨¢n del Sur. Este pa¨ªs y otros como Nigeria, Yemen, Somalia o la Rep¨²blica Centroafricana llevan meses o a?os a un paso de declararla. Y hace poco m¨¢s de un lustro, en 2011, m¨¢s de 250.000 personas murieron por inanici¨®n en Somalia.
El hambre, adem¨¢s de estropear millones devidas y encadenar a cientos de millones de personas, a¨²n mata por s¨ª sola. Y mucho.a inseguridad alimentaria Pero, como dec¨ªamos, no solo mata. El hambre es inhumana porque le quita al hombre lo que es m¨¢s suyo. Lo que le hace realmente humano. El hambre deshumaniza al hombre cuando, adem¨¢s de su salud, su crecimiento o su potencial desarrollo, le arrebata sus sue?os, como bien ilustra el escritor argentino Mart¨ªn Caparr¨®s en su ensayo El hambre.
Cuando una persona no sabe si al d¨ªa siguiente tendr¨¢ algo para comer ¨Cni ha comido apenas en todo el d¨ªa¨C no puede concentrarse en nada que no sea buscar alimento. Eludirla es la primera preocupaci¨®n, el primer ¨Ccasi siempre el ¨²nico¨C problema por resolver, tanto por el explorador que llega a territorio desconocido como por la familia que se instala en su nuevo hogar.
Un hambriento a duras penas puede trabajar, salvo que crea que eso le pueda servir para conseguir algo de comer. Y aun as¨ª trabaja mal, porque est¨¢ d¨¦bil y el hambre no le deja pensar con claridad. No puede leer, estudiar, reflexionar. Por descontado, no puede jugar con sus hijos, ni estar con sus amigos, ni disfrutar del atardecer. El hambre le agota f¨ªsica y mentalmente, le enfada, no le deja descansar. Su horizonte mental solo llega hasta el d¨ªa siguiente, hasta la siguiente comida. No hay tiempo, ni energ¨ªas, para pensar en nada m¨¢s. Ni para so?ar con nada que no sea un bocado que apacig¨¹e su hambre, o la de los seres queridos.
Cuando alguien est¨¢ pose¨ªdo por esa necesidad imperiosa, por la falta de seguridad de si podr¨¢ comer o no, est¨¢ tocando a la puerta del ciclo perverso del hambre. Si la situaci¨®n se extiende en el tiempo, se ver¨¢ atrapado por la espiral. Es lo que se llama ¨Cotro concepto t¨¦cnico¨C inseguridad alimentaria. Cuando uno no sabe cu¨¢ndo podr¨¢ conseguir de nuevo una comida que realmente satisfaga sus necesidades. O simplemente, no sabe si podr¨¢ obtenerla.
Es cuando uno no encuentra la manera de conseguir alimento suficient y necesita que otros ¨Cvecinos, gobiernos, agencias, ONG, etc.¨C le asistan porque si no, le ser¨¢ imposible comer.
Cuando las ataduras del hambre, cuando esa inseguridad alimentaria se extiende a una comunidad, a un grupo, a un pa¨ªs, los efectos perversos de la necesidad se multiplican. Las sociedades se vuelven acr¨ªticas, d¨®ciles y encuentran dificultades enormes para desarrollarse y crecer. Y tambi¨¦n se vuelven dependientes. Dependientes de esa ayuda que otros les dar¨¢n o no, en funci¨®n de si pueden. O de si quieren.
El papa Francisco, en su discurso en la FAO en octubre de 2017, dec¨ªa que esa ¡°piedad¡± de ayudar a quienes tienen hambre por una emergencia no era suficiente. Que era necesaria la justicia: ¡°un orden social justo¡± para contribuir a que cada pa¨ªs llegue a una autosuficiencia alimentaria, ¡°pensar en nuevos modelos de desarrollo y de consumo, que no empeoren la situaci¨®n de las poblaciones menos avanzadas o su dependencia externa¡±. En definitiva, no convertir a las personas o comunidades hambrientas en mendigos de las sobras de otros, sino posibilitar que puedan romper por s¨ª mismos las cadenas de la inseguridad alimentaria y el hambre.
Porque, repetimos, hoy hay alimentos suficientes pero tambi¨¦n, y sobre todo, conocimientos y tecnolog¨ªa disponibles para que lleguen a todos los rincones del mundo. Y que todas las personas puedan comer lo que necesitan. Todos los d¨ªas.
Es absolutamente posible acabar con el hambre y convertir a esta generaci¨®n en la primera que libere realmente a la humanidad de ese yugo tan inhumano, tan cotidiano. Hoy tenemos todas las herramientas necesarias para convertirnos en la generaci¨®n que realmente acabe con esta brutal inhumanidad. Para erigirnos en la generaci¨®n Hambre Cero. ?Estamos dispuestos a conseguirlo? Veamos entonces cu¨¢les son los obst¨¢culos en el camino.
* Esta es una adaptaci¨®n del noveno libro de la colecci¨®n El estado del planeta, editada por EL PA?S y la FAO, que analiza los principales retos a los que se enfrenta la humanidad. Cada domingo se entrega un volumen con el peri¨®dico por 1,95€, y los 11 tomos tambi¨¦n se pueden conseguir aqu¨ª.
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