Comercio justo: un sue?o posible
De c¨®mo unos productores de az¨²car se convirtieron en una (feliz) cooperativa
Silvio siempre tuvo ca?a en su chacra, como su padre, como su abuelo. Y como ellos, siempre sinti¨® la frustraci¨®n de la injusticia. El ¨²nico ingenio de la comarca, el de don Felipe, actuaba con la soberbia de quien se sabe imprescindible y la altaner¨ªa de quien tanto complejo esconde. Cada a?o, la entrega de la ca?a era una decepci¨®n con el precio y una humillaci¨®n con el comentario: ¡°?Pues buscad a otro que quiera ayudaros si no os parece bien lo que os doy¡ Encima de que hago todo esto por vosotros!¡±
El nacimiento de la cooperativa tuvo algo de sue?o contenido. Quien m¨¢s, quien menos, pensaba en acabar con la chuler¨ªa y que yendo juntos, tendr¨ªa que ceder a razones pues de otro modo se quedar¨ªa sin materia prima. Pero todos sab¨ªan de las muchas posibilidades de que aquello acabara mal. Y el primer a?o que los campesinos se dirigieron a don Felipe todos unidos, su reacci¨®n fue encolerizada: ¡°?V¨¢yanse, est¨¢n ustedes siendo manipulados por unos zurdosos que quieren prosperar a su costa!¡±.
Aguantaron, una, dos, tres semanas, con momentos de flojera y con tensiones familiares que empezaban a desesperarse sin ning¨²n ingreso. Silvio tambi¨¦n pens¨® en ceder. Se dec¨ªa que a los que entregaran la ca?a, se les pagar¨ªa en el acto. Dud¨®. Eran muchas las deudas y f¨¢cil la soluci¨®n. ¡°Soluci¨®n para hoy, pero¡ ?y ma?ana?¡±, le respondi¨® su mujer con tanto amor como lucidez. Finalmente, casi un mes despu¨¦s, don Felipe accedi¨® a comprar la ca?a un treinta por cierto m¨¢s cara y a pagar en el acto.
La euforia inund¨® las casas de los que, como Silvio, supieron plantarse y rebelarse, pese a que ten¨ªan todas las de perder. La riqueza y el orgullo de don Felipe pod¨ªan haberle llevado a cerrar el ingenio y dejar a todos tirados. Pero no fue as¨ª. Sin embargo, don Andr¨¦s, el l¨ªder de la cooperativa, advirti¨® que esto no iba a quedar as¨ª porque seguramente don Felipe reaccion¨® por estar comprometido por varios pedidos ya cerrados con importantes clientes extranjeros. Pero cara al a?o siguiente podr¨ªa ser diferente.
Entonces ocurri¨® que una organizaci¨®n alemana de algo llamado ¡°comercio justo¡± supo de la cooperativa y se present¨® all¨ª para proponer una idea. Otro sue?o. Les propusieron ayudarles para conseguir certificar su az¨²car de ca?a y para procesarlo en un viejo ingenio que estaba a setenta kil¨®metros y llevaba a?os parado. De esta manera, dec¨ªan, los campesinos podr¨ªan duplicar el ingreso ya que el producto se vender¨ªa en Europa con un mejor precio y sin intermediarios.
¡°Demasiado bonito para ser cierto¡±, dijo esta vez la mujer de Silvio. Pero los alemanes, gente seria, cumplieron su promesa. El ingenio volvi¨® a funcionar y el az¨²car se vendi¨® a los alemanes a un precio nunca visto. Silvio nunca acab¨® de creerse la leyenda urbana de que don Felipe maldijo a todos los alemanes, quienes, por lo visto, tambi¨¦n hab¨ªan sido doblegados por los zurdosos. Las cosas cambiaron mucho en casa de Silvio. La cooperativa fue creciendo en socios a la vez que en clientes. Pronto, empezaron a llegar a su l¨ªmite. Bueno, al l¨ªmite del viejo ingenio que, con sus maquinarias de principio de siglo, eso s¨ª, inglesas, ya no era capaz de producir m¨¢s az¨²car. Y los pedidos segu¨ªan llegando. Adem¨¢s, las continuas aver¨ªas vaticinaban un final menos feliz de lo previsto. Y don Felipe, a buen seguro, se frotaba las manos, sabedor que aquellas viejas piezas inglesas estaban dando sus ¨²ltimos giros.
Entonces ocurri¨® que una organizaci¨®n alemana de algo llamado ¡°comercio justo¡± supo de la cooperativa y se present¨® all¨ª para proponer una idea
La cooperativa inici¨® un estudio para ver qu¨¦ costar¨ªa un nuevo ingenio. ?Doce millones de d¨®lares! Esa cifra era inasumible. Har¨ªa falta dedicar la prima social de cincuenta a?os y aun as¨ª podr¨ªa no ser suficiente. Algunas organizaciones que hab¨ªan ido tejiendo su relaci¨®n con la cooperativa durante los ¨²ltimos a?os, como Oxfam, se ofrecieron a buscar algunas cofinanciaciones. Finalmente, una calurosa ma?ana de noviembre, en una Asamblea m¨¢s concurrida que nunca, el Directorio explic¨® la situaci¨®n y el resumen era que faltaban nueve millones de d¨®lares americanos. ¡°?Y si pedimos un pr¨¦stamo?¡±, grit¨® un joven miembro desde el fondo. ¡°Har¨ªa falta que alguien nos avalara¡±, respondi¨® don Andr¨¦s que hab¨ªa trabajado d¨ªas y noches tratando de encontrar la soluci¨®n al problema.
Entonces Silvio, que no sol¨ªa hablar nunca en p¨²blico, tras sisear unas palabras al o¨ªdo de su mujer, se puso en pie y con voz quebrada dijo: ¡°Nosotros ofrecemos nuestra parcela como garant¨ªa, y si los dem¨¢s tambi¨¦n lo hacen, creo que podr¨ªamos reunir el aval suficiente¡±. El silencio era insoportable. Entonces otro miembro se puso en pie y tambi¨¦n ofreci¨® su peque?a parcela. Y lo hicieron otros dos antes de que don Andr¨¦s, con los ojos vidriosos y con apenas un hilo de voz, acertara a decir ¡°yo tambi¨¦n¡±.
Han pasado los a?os. Esta zafra ser¨¢ la tercera que se procese en una instalaci¨®n completamente nueva, autosostenible energ¨¦ticamente, capaz de cuadruplicar la producci¨®n y de generar abono org¨¢nico m¨¢s que suficiente para los miembros. Es un nuevo tiempo, no s¨®lo en la cooperativa sino en toda la comarca. Hace ya unos a?os que se han liberado los avales individuales de los miembros. Seguro que vendr¨¢n nuevos problemas. Quiz¨¢s Don Felipe siga buscando una venganza acomplejada.
Pero Silvio sabe que, si est¨¢n unidos y cuentan con la confianza de sus socios europeos y norteamericanos, se mantendr¨¢n de pie. Dicen que las cooperativas no tienen capital, pero no es verdad. Tienen el capital del compromiso, la unidad y la perseverancia de sus socios. Y en el caso de Manduvir¨¢, en el Paraguay, ese capital supera al de cualquier transnacional.
Juanjo Mart¨ªnez es el responsable de comercio justo de Oxfam Interm¨®n
El az¨²car de ca?a sin refinar que produce la cooperativa Manduvir¨¢ es uno de los productos de alimentaci¨®n ¡°Tierra Madre¡± que comercializa Oxfam Interm¨®n en sus tiendas y tienda on line. www.TierraMadre.org
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