El pa¨ªs que vot¨® por miedo
Iv¨¢n Duque se encuentra un pa¨ªs enfrentado de forma aparentemente irreconciliable. El proceso de paz tiene defectos y problemas, pero no son los que el presidente electo de Colombia ha mencionado ni los que le susurran al o¨ªdo quienes le rodean
Colombia siempre ha sido un manojo de contradicciones, una paradoja en forma de rep¨²blica, y las elecciones del domingo pasado no han hecho m¨¢s que confirmarlo. En el ¨²ltimo medio siglo, este pa¨ªs que ha vivido en estado de guerra permanente ha sido tambi¨¦n el ¨²nico de su vecindario que ha sabido evitar las autocracias y las dictaduras; este pa¨ªs que ha vivido los azotes del narcotr¨¢fico, que convive todav¨ªa con su cultura de corrupci¨®n y su mentalidad mafiosa, es tambi¨¦n un pa¨ªs de instituciones que misteriosamente han seguido funcionando, y que han logrado, aun en los momentos m¨¢s cr¨ªticos, producir sus propios anticuerpos.
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Igual ocurri¨® con estas elecciones: fueron las m¨¢s pac¨ªficas de los ¨²ltimos tiempos, como consecuencia de los acuerdos de paz que desmovilizaron a una guerrilla anacr¨®nica y atroz, y sin embargo en ellas triunf¨® el voto de los que quieren destrozar los acuerdos o corregirlos en todo lo que los hizo posibles.
En los ¨²ltimos diecis¨¦is a?os nadie ha atizado como Uribe el odio entre los colombianos
Tambi¨¦n fueron las menos violentas en los hechos: no se ha sabido de ning¨²n incidente como los que empa?aban siempre las elecciones durante la guerra. Al mismo tiempo, fueron las m¨¢s violentas en las palabras, pues la discusi¨®n p¨²blica baj¨® a unos niveles de crispaci¨®n y enfrentamiento (la injuria y la mentira convertidas en moneda de cambio y las amenazas de muerte, en triste rutina) que hacen temer por la salud mental de nuestra democracia.
Eso es lo que se encuentra Iv¨¢n Duque, el presidente electo: un pa¨ªs dividido, polarizado, enfrentado de forma (aparentemente) irreconciliable. La buena noticia es que Duque ha dado todas las muestras de haberse percatado de ello: sus primeras palabras han sido para asegurarles a los colombianos que gobernar¨¢ para todos, que lo har¨¢ sin odios, que no reconoce enemigos. La mala noticia, que es muy mala, es que sus palabras no son tan dignas de cr¨¦dito como podr¨ªan ser, pues la clase pol¨ªtica que lo acompa?a y lo apoya, la que lo llev¨® al poder a pesar de su falta de trayectoria y de logros, es la que se ha construido en los ¨²ltimos tiempos a partir de un proyecto de pa¨ªs sectario, intolerante y fan¨¢tico.
Algunos de los principales valedores del nuevo presidente, por ejemplo, son un exprocurador lefebvrista y una excongresista cristiana que han hecho carrera declarando la guerra a dos de las grandes conquistas sociales de los ¨²ltimos a?os: el matrimonio homosexual y el derecho al aborto.
Por el miedo a ser una nueva Venezuela, hemos preferido seguir siendo la vieja Colombia
Esta agenda ultraconservadora se encuentra ahora entre los acreedores del presidente electo. Hoy leo en un peri¨®dico colombiano que la excongresista ha comenzado a sonar como ministra de Educaci¨®n. ?Es este el pa¨ªs para todos?
Y luego est¨¢ el expresidente ?lvaro Uribe, sin cuyo padrinazgo Duque no estar¨ªa donde est¨¢. El apoyo de Uribe, a quien Duque llam¨® rid¨ªcula y preocupantemente ¡°presidente eterno¡±, es fuente de incontables problemas para la construcci¨®n de ese ¡°pa¨ªs para todos¡±. La raz¨®n es muy sencilla: durante los ¨²ltimos 16 a?os, nadie ha atizado como Uribe el odio entre los colombianos, dividiendo a los ciudadanos entre amigos y enemigos, entre ¡°buenos muchachos¡± y ¡°malos patriotas¡±; durante su administraci¨®n, sin ir m¨¢s lejos, el organismo de inteligencia del pa¨ªs espi¨® y amedrent¨® a opositores y cr¨ªticos con tanta sa?a que la ¨²nica soluci¨®n, cuando estall¨® aquel esc¨¢ndalo, fue cerrarlo del todo y construir otro desde los cimientos.
Todos estamos de acuerdo en que la elecci¨®n de Duque ha tranquilizado a los mercados; los que duermen menos tranquilos son los periodistas que han sido cr¨ªticos con Uribe, pues han sufrido en estos a?os sus ataques inveros¨ªmiles (a uno lo llam¨® ¡°violador de ni?os¡±) y ahora, cuando Uribe vuelve al poder por interpuesta persona, no saben muy bien qu¨¦ esperar.
Pero el asunto m¨¢s importante para el Gobierno de Duque, y el m¨¢s urgente desde el primer d¨ªa, ser¨¢ qu¨¦ hacer con el proceso de paz. Pues la victoria del presidente electo se construy¨® tambi¨¦n sobre el rechazo de lo acordado en La Habana; y ese rechazo se ha construido, a su vez, sobre inconformidades leg¨ªtimas, resentimientos comprensibles y los dolores que deja una guerra tan cruel como la nuestra, pero tambi¨¦n sobre mentiras grotescas, calumnias rampantes y una maniobra de desinformaci¨®n de proporciones goebbelescas. No lo digo yo: lo confes¨®, poco despu¨¦s de la derrota de los acuerdos en el plebiscito de 2016, el gerente de la campa?a por el no. En un momento de inexplicable franqueza, le cont¨® a un peri¨®dico c¨®mo hab¨ªa dise?ado las mentiras y las distorsiones que se utilizaron en los medios, adecu¨¢ndolas a los miedos particulares de cada clase social. Ahora nos damos cuenta de que la victoria de Duque empez¨® a construirse en ese momento; y tanto su partido como su padrino pol¨ªtico le exigir¨¢n que haga modificaciones de fondo a los acuerdos.
Pues bien, el proceso de paz tiene defectos y problemas, pero no son necesariamente los que el presidente electo ha mencionado ni los que le susurran al o¨ªdo los que lo rodean. Si atiende demasiado a sus exigencias, Duque puede crear una situaci¨®n de incertidumbre que eche por tierra todo lo alcanzado. Esta es la situaci¨®n: Duque puede ser el presidente que consolide la paz; tambi¨¦n puede ser el que siembre las semillas de una nueva guerra. Que no ser¨¢ nueva, por supuesto, sino la misma de siempre.
La conclusi¨®n, al parecer, es que Colombia vot¨® por miedo. Muchos de los que votaron por Iv¨¢n Duque no votaron por Iv¨¢n Duque, sino contra el populista Gustavo Petro: por miedo a que una victoria de ese hombre, que tard¨® demasiado en distanciarse del chavismo, nos convirtiera ipso facto en una nueva Venezuela.
Y muchos de los que votaron por Petro no votaron por Petro, sino contra Uribe: por miedo a que el pa¨ªs que tanto ha avanzado en los derechos civiles, las libertades individuales y la construcci¨®n de una paz precaria, vuelva a ser el pa¨ªs donde las minor¨ªas sufren, el disenso se acalla con amedrentamientos o violencias y la cultura de la guerra, que se alimenta del odio, es la que dicta la pol¨ªtica.
Lo dije en otra oportunidad, pero lo vuelvo a decir: por el miedo a ser una nueva Venezuela, hemos preferido seguir siendo la vieja Colombia.
Juan Gabriel V¨¢squez es escritor.
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