La verdad de la falsa etimolog¨ªa
Lo que m¨¢s me llam¨® la atenci¨®n de Jorge Wagensberg no fue su presencia radiante, sino su expresi¨®n discursiva. Hablaba siguiendo un comp¨¢s preciso que iba marcando con mucho gusto en cada palabra
Conoc¨ª a Jorge Wagensberg hace ya algunos a?os. Coincidimos una tarde de calor en el hotel Wellington, en Madrid. Yo hab¨ªa ido a conocer a sus editores, por si de estas cosas publicaban mi pen¨²ltima novela, y Jorge tomaba una cerveza en el bar del hotel, haciendo tiempo antes de salir a las firmas de la Feria del Libro.
Si el recuerdo no me traiciona, vest¨ªa traje negro y camisa blanca desabotonada por el cuello, a juego con su canosa pelambrera. Pero lo que m¨¢s me llam¨® la atenci¨®n no fue su presencia radiante, sino su expresi¨®n discursiva. Hablaba siguiendo un comp¨¢s preciso que iba marcando con mucho gusto en cada palabra. Era un gran conversador y me hipnotiz¨® de tal modo que yo olvid¨¦ a qu¨¦ hab¨ªa ido al Wellington. Mejor dicho, no lo olvide, sino que llegados a este punto, ya me daba igual.
El azar es un derecho intr¨ªnseco de la naturaleza y por azar, sobre todos los dem¨¢s asuntos, estamos aqu¨ª, concluy¨® Jorge
Porque Jorge hablaba de falsas etimolog¨ªas a las que se acercaba por intuici¨®n, seg¨²n dijo, rozando la incertidumbre y la vivencia. Una de ellas, una de las falsas etimolog¨ªas, hac¨ªa referencia al calor de California, territorio que en su d¨ªa fue gobernado por Gaspar de Portol¨¢ que era de Lleida y que ten¨ªa casa en la villa de Ager, una poblaci¨®n donde los desvanes de las casas se denominaban ¡°las californias¡±. Calor de forn, calor de horno -concluy¨® Jorge- pegando un trago a su cerveza. De ah¨ª el nombre del territorio.
Fue cuando yo, impulsado por la temeridad propia de los ignorantes, negu¨¦ con la cabeza. Se hizo el silencio y Jorge, con ojos rientes, me invit¨® a la refutaci¨®n. Ni corto ni perezoso, me remit¨ª a los tiempos de la conquista de M¨¦xico, por Cort¨¦s, mucho antes de que Gaspar de Portol¨¢ gobernase las Californias. En aquella ¨¦poca, los libros de caballer¨ªas ten¨ªan tanto ¨¦xito como ahora lo pueden tener las novelas polic¨ªacas. Al fin y al cabo, ambos g¨¦neros son g¨¦neros de acci¨®n directa, literatura popular, le subray¨¦ y segu¨ª contando que uno de los exitosos libros de caballer¨ªa era el Amad¨ªs de Gaula. En su continuidad, titulada?Las sergas de Esplandi¨¢n, aparece una isla fabulosa con el nombre de California gobernada por una reina llamada Calafia. De esta manera, un nombre de fantas¨ªa servir¨ªa de nombre a un estado de Norteam¨¦rica.
Hay casualidades que pueden desencadenar procesos complejos como son los procesos que condicionan la vida pero tambi¨¦n, a menor escala, hay casualidades que pueden cambian el rumbo de la vida de una persona
Despu¨¦s de mi explicaci¨®n y de pegar un sorbo a su cerveza, Jorge Wagensberg asegur¨® que siempre estaba m¨¢s interesado en lo que no sab¨ªa que en lo que sab¨ªa, por lo cual agradeci¨® mis datos y para sintetizar nuestro amistoso enfrentamiento, y superar con creces ambos supuestos, afirm¨® que la verdad requiere rigor, por lo cual lo dicho por m¨ª, tal y como lo hab¨ªa expuesto, podr¨ªa ser verdad. Con todo, al igual que verdad y rigor se complementan, tambi¨¦n por el lado contrario se complementa la mentira con la imaginaci¨®n y que su supuesto era un recurso creativo ya que intentaba lo contrario a la verdad vigente. Por algo, ¨¦l mismo, lo hab¨ªa bautizado como ¡°falsa etimolog¨ªa¡±.
Pero Jorge fue m¨¢s lejos en su s¨ªntesis y retomando la falsa etimolog¨ªa de California, junto a otra ronda de cerveza, empez¨® a perorar acerca de la casualidad como coincidencia de hechos; de tal forma que el azar llevar¨ªa a un hombre como Gaspar de Portol¨¢ a ser gobernador de California pues el azar es un derecho intr¨ªnseco de la naturaleza y por azar, sobre todas los dem¨¢s asuntos, estamos aqu¨ª, concluy¨® Jorge.
Yo asent¨ª y dispuesto a brindar por el azar que nos hab¨ªa juntado en el bar de un hotel, alc¨¦ mi vaso y reconoc¨ª que hab¨ªa llegado hasta el Wellington por ver si sus editores me publicaban y as¨ª compartir¨ªamos cat¨¢logo. Pero Jorge, tal y como me dijo, no se refer¨ªa a nuestro encuentro sino al proceso biol¨®gico que combina las c¨¦lulas y que acarrea una montonera de pasos. Uno de ellos, seg¨²n Jorge el paso m¨¢s crucial, culmin¨® cuando las mol¨¦culas de ¨¢cido ribonucleico empezaron a interactuar hasta convertirse en mol¨¦culas m¨¢s complejas. Algo tuvo que suceder entonces para que esto tuviera lugar -asegur¨® Jorge Wasenberg- y ese algo fue la casualidad.
Sin duda, hay casualidades que pueden desencadenar procesos complejos como son los procesos que condicionan la vida pero tambi¨¦n, a menor escala, hay casualidades que pueden cambian el rumbo de la vida de una persona y el encuentro con Jorge Wagensberg fue una de esas casualidades que mi memoria guardar¨¢ para siempre. Que sirva esta pieza como homenaje.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento
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