Educar desde la infancia para que no existan m¨¢s manadas
Es fundamental acabar con el papel dominante y agresivo de los hombres y el cari?oso de las mujeres. Un pensamiento que es cultivo de la desigualdad
La reacci¨®n social y mayoritaria al caso, el juicio y la sentencia de La Manada demuestran que algo est¨¢ cambiando en Espa?a. Muy poco a poco, es cierto, porque este caso no deja de ser la punta del iceberg en un pa¨ªs en el que se viola a una mujer cada ocho horas y en el que la mitad de la poblaci¨®n est¨¢ expuesta de forma sistem¨¢tica a discriminaci¨®n, violencia psicol¨®gica, f¨ªsica y sexual por una simple cuesti¨®n de g¨¦nero. ¡°El feminismo es una historia de logros y ¨¦xitos y no podemos obviar que son muchos los avances conseguidos en materia de igualdad entre mujeres y hombres, pero a pesar de todo, cada d¨ªa nos encontramos ante situaciones y sucesos que nos obligan a reflexionar y cuestionarnos sobre la forma en la que abordamos la construcci¨®n de la feminidad y sobre todo la de la masculinidad¡±, reflexiona Mar¨ªa Garc¨ªa S¨¢nchez, directora de Programas de la Confederaci¨®n Nacional de Mujeres en Igualdad.
Pese a esos acontecimientos y sucesos, ¡°y a pesar de lo que queda pendiente¡±, para la portavoz estamos ¡°en el camino correcto¡±. Una percepci¨®n que en su opini¨®n corrobora ¡°la respuesta social¡± ante hechos como la sentencia de La Manada, que ha supuesto ¡°un punto de inflexi¨®n¡±. No obstante, Garc¨ªa S¨¢nchez considera que como sociedad hemos asumido el mensaje, pero seguimos sin aceptar el contenido: ¡°Hemos aprendido el vocabulario, pero no hemos interiorizado el sentido y el sentir de cada palabra, normalizamos la violencia, la invisibilizamos y culpabilizamos a las v¨ªctimas. Toleramos espacios, gestos y contenidos que no hacen m¨¢s que perpetuar la violencia y la desigualdad y la legitiman, con la impunidad que eso conlleva¡±.
Su opini¨®n la corrobora Iria Mara?¨®n, editora y autora de Educar en feminismo (Plataforma Editorial), que considera que, aunque es cierto que en algunos sectores hay m¨¢s sensibilidad con el tema de la igualdad de g¨¦nero, por regla general, en la sociedad todav¨ªa no ha cambiado nada: ¡°Las familias, las escuelas, los referentes culturales y educativos perpet¨²an los mismos estereotipos y no castigan los comportamientos sexistas. Por eso las ni?as y los ni?os siguen creciendo con la idea de que ocupan lugares diferentes en la sociedad. Hasta que no haya coeducaci¨®n en las escuelas y la ciudadan¨ªa no sea realmente consciente del problema, seguiremos educando de forma machista¡±.
Y en ese escenario de educaci¨®n machista seguir¨¢ reproduci¨¦ndose lo que Mara?¨®n denomina ¡°la cultura de la violaci¨®n¡±, una forma de lo que el soci¨®logo franc¨¦s Pierre Bourdieu bautiz¨® como ¡°violencia simb¨®lica¡±. Es decir, aquella que el dominador ejerce sobre el oprimido sin que este ¨²ltimo sea consciente de ello, convirti¨¦ndolo de esta forma en "c¨®mplice de la dominaci¨®n a la que est¨¢ sometido". ¡°Las sometidas consideran que su lugar en el mundo es el que es, y ni siquiera son conscientes de las desigualdades ni se plantean levantarse contra el opresor. Esto es as¨ª porque vivimos en un sistema patriarcal que lo impregna absolutamente todo. En este sistema, la parte masculina disfruta de unos privilegios que est¨¢n completamente asentados, entre otros, piensan que el cuerpo de la mujer est¨¢ a su disposici¨®n. Por eso hay hombres que se creen con derecho a tocar a las mujeres, a besarlas, e incluso a acosarlas o a violarlas. No es algo aislado, ocurre con demasiada frecuencia¡±, argumenta la editora.
El ideal de la coeducaci¨®n
Podemos partir de la idea equivocada de la que la coeducaci¨®n, el m¨¦todo educativo que parte del principio de la igualdad y la no discriminaci¨®n por raz¨®n de sexo, es una realidad en una democracia y en un sistema educativo como el espa?ol. Al fin y al cabo, en el sistema educativo p¨²blico no se separa a los estudiantes por su sexo y en apariencia nuestras hijas tienen los mismos derechos que nuestros hijos. Para Elena Sim¨®n, profesora de Secundaria, catedr¨¢tica de Franc¨¦s y autora, entre otros, de La igualdad tambi¨¦n se aprende: cuesti¨®n de coeducaci¨®n (Narcea), esta percepci¨®n equivocada ¡°no responde m¨¢s que a un deseo de que as¨ª sea y a la ignorancia del curr¨ªculo¡±. Un curr¨ªculo que, seg¨²n la formadora experta en Coeducaci¨®n, ¡°no contiene la obra humana de las mujeres (ni la reproductiva, ni la productiva y creativa)¡±, prioriza el mundo de lo masculino dominante ¡°de manera que lo femenino y las mujeres casi no son nombradas o lo son de manera despectiva o imprecisa¡±, y en el que la educaci¨®n sexual ¡°es inexistente¡±.
En opini¨®n de Sim¨®n, a pesar de los mandatos educativos de varias leyes vigentes respecto a la Igualdad y prevenci¨®n de la violencia de g¨¦nero, ¡°muy pocas personas en los centros tienen conocimientos sobre Igualdad y Coeducaci¨®n, y, adem¨¢s, a¨²n no es preceptiva esta ense?anza¡±. Partiendo de esa base, a?ade la experta, la Coeducaci¨®n no solo no estar¨ªa generalizada en Espa?a (¡°ni en ning¨²n otro pa¨ªs¡±), sino que, ¡°apenas iniciada¡±, se enfrenta continuamente a ¡°resistencias y reacciones que la sacan de en medio argumentando que ya est¨¢ conseguida o sustituyendo el objetivo de la Igualdad por el de la diversidad. La diversidad es el punto de partida de todo ser humano, la Igualdad hay que construirla, aprenderla y ponerla en pr¨¢ctica. Y, para ello, el sistema educativo es el espacio adecuado¡±.
?Podr¨ªa una verdadera coeducaci¨®n ayudar a que no haya m¨¢s manadas?, le preguntamos a Elena Sim¨®n, que considera que las manadas solo son la punta del iceberg de la desigualdad y de la violencia. ¡°Si los hombres se siguen divirtiendo desde ni?os viviendo la vida como una batalla y las mujeres como instrumentos de amor, comprensi¨®n, ayuda y servicio, no solo seguir¨¢n las manadas que, por cierto, han existido siempre, sino que otros muchos chicos desear¨¢n tambi¨¦n tener la suya, para triunfar y seguir sintiendo que viven en un mundo que los encumbra por sus haza?as¡±, reflexiona.
Seg¨²n Sim¨®n, una verdadera coeducaci¨®n abordar¨ªa todas las cuestiones de las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres y podr¨ªa ¡°elaborar un nuevo modelo de relaci¨®n equitativa, pac¨ªficamente negociada y saludable¡±. En el ¨¢mbito social, por ejemplo, la coeducaci¨®n, seg¨²n la experta, nos permitir¨ªa ocuparnos a hombres y mujeres ¡°de cualquier cargo, profesi¨®n, tarea u oficio¡±; en la familia, por su parte, ¡°corresponsabilizarnos de la provisi¨®n econ¨®mica y de los cuidados¡±; y a nivel relacional, por ¨²ltimo, ¡°vernos y tratarnos como diferentes-iguales, intercambiando ayuda, respeto, afecto y placeres de forma rec¨ªproca¡±. Todo esto, sin embargo, habr¨ªa que ense?arlo. Y aprenderlo. Si no, como cierra la docente, lo que se hace es ¡°reproducir lo que se ve, repetir, guiarse por la inercia sin someterla a cr¨ªtica y caer en la falsa creencia de que todo esto es natural y que no tiene remedio, que incluso es positivo y conveniente¡±.
Coeducar desde casa
Aunque pensemos que no, como explica Iria Mara?¨®n, seguimos transmitiendo a nuestros hijos muchos estereotipos de g¨¦nero que perpet¨²an roles machistas. Los educamos a ellos ¡°para que se sientan fuertes, valientes y poderosos, para que piensen que son capaces de conseguir lo que quieren, cuando quieren y c¨®mo lo quieren¡±. Y a ellas, por el contrario, ¡°para ser sumisas y complacientes, y para ocuparse de las tareas dom¨¦sticas y reproductivas, una esfera de la sociedad completamente desprestigiada¡±. Es decir, desde bien peque?os, inconscientemente, les dejamos claro que hay una parte de la poblaci¨®n, la masculina, que ejerce el poder; y otra, la femenina, que se somete a ese poder.
Sin embargo, no todo est¨¢ perdido. ¡°Podemos empezar a crear una sociedad m¨¢s igualitaria desde que son peque?os¡±, afirma Mara?¨®n. Y ello comienza por poner coto a determinados comportamientos agresivos y sexistas que muchas veces, cuando provienen de ni?os, aceptamos cuando no, directamente, incitamos o aprobamos entre risas. ¡°Si los ni?os se relacionan entre ellos de forma violenta o agresiva y ese comportamiento no se corrige, ya tenemos a un adulto que va a usar la violencia para resolver conflictos, incluso con las mujeres, con las que adem¨¢s va a sentir que tiene el poder para hacerlo. Si tambi¨¦n se les permite molestar a las ni?as, levantarles la falda, tirarles de las coletas o tocarles el culo estamos lanzando un mensaje: que el cuerpo de las ni?as y mujeres est¨¢ a disposici¨®n de lo que los ni?os y hombres quieran hacer con ¨¦l. Por eso, incluso los hombres que no maltratan ni violan, pueden considerar normales, o no peligrosos, comentarios de grupo en su WhatsApp, o chistes sobre la mujer, porque todo forma parte de lo mismo¡±, argumenta la autora de Educar en feminismo.
En ese sentido, Iria Mara?¨®n destaca la necesidad de ense?ar a los ni?os a respetar a las ni?as desde que son peque?os, tanto en sus decisiones y en sus opiniones como en lo que respecta a su espacio f¨ªsico y verbal. Tambi¨¦n la importancia de ¡°redefinir la masculinidad¡± para eliminar el componente de poder que tiene asociado; as¨ª como de otras medidas que podemos llevar a cabo desde casa, como proporcionar referentes femeninos diversos, ense?ar que los trabajos del hogar y los cuidados corresponden a ambos sexos o fomentar la empat¨ªa, la asertividad, la comunicaci¨®n, la sensibilidad y evitar el narcisismo.
Por ¨²ltimo, considera de vital importancia ¡°no consentir las bromas o los juegos que fomenten las desigualdades¡±, as¨ª como educar a los ni?os para que sepan que debe haber un consentimiento expreso por parte de las chicas a la hora de mantener relaciones sexuales: ¡°Debemos ense?arles que las relaciones sexuales no son la pornograf¨ªa a la que tienen acceso, debe haber una educaci¨®n sexual que les explique que el sexo es un momento compartido entre personas, donde es fundamental la afectividad: los besos, las caricias, preocuparse por c¨®mo est¨¢ la otra persona¡ Incluso en las relaciones espor¨¢dicas de una noche¡±.
Peque?os grandes gestos todos ellos que son motores de cambio, aunque nos parezca que desde nuestra casa no podemos cambiar el mundo. Ya lo dijo la escritora y activista pol¨ªtica norteamericana Hellen Keller, a quien cita Mar¨ªa Garc¨ªa S¨¢nchez: ¡°No soy la ¨²nica, pero aun as¨ª soy alguien. No puedo hacer todo, pero aun as¨ª puedo hacer algo. Y justo porque no puedo hacer todo, no renunciar¨¦ a hacer lo que s¨ª puedo¡±.
Y en ese ¡°puedo¡±, como concluye la directora de programas de la Confederaci¨®n Nacional de Mujeres en Igualdad, ¡°est¨¢ el educar y educarnos en igualdad¡±.
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