“Los hombres pueden intentar ponerse en nuestro lugar, pero no saben qué es gestar un ni?o o parir uno muerto”
Con medio centenar de exposiciones, ocho libros publicados y miles de seguidores, a Paula Bonet no le tiembla el pulso a la hora de expresarse
“Todos quieren el conejo blanco de Paula Bonet” fue el primer titular que esta pintora tuvo en un periódico. Y necesitó días para digerirlo. “Mi primer titular fue machista y en su día no lo denuncié. Lo pasé fatal. Me sentí agredida y culpable, como si hubiera hecho algo mal”. Pero todo lo contrario. Paula Bonet (Castellón, 1980) había creado el cartel para un festival valenciano de mediometrajes donde aparecía una chica con una liebre en la cabeza. El resultado era tan bonito que lo arrancaban de las calles para llevárselo a casa. A los pocos meses de aquello publicó su primer libro Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END, del que ahora reniega un poco.
“Mi objetivo inicial era cerrar una etapa postadolescente en la que viví agresiones de género, abusos de poder y relaciones a tres bandas donde el hombre tomaba las decisiones. Un tiempo en el que yo era lo que el contexto esperaba de mí como mujer: que hablara bajito, fuera complaciente y sonriera. Yo quería denunciar eso, pero el envoltorio era tan bonito que se cargó el contenido”. Aun así le debe mucho: miles de fans y un bofetón. “Me di cuenta de que por ser mujer no me trataban igual. Un grupo de se?oros intelectuales me invitaba a las presentaciones de todos sus proyectos y a las copas de después. Yo me sentía halagada e iba, hasta que les pedí que leyeran mi libro. Me dijeron que estaban ocupados. Me sentí timada por haber llevado a mis amigas a esas cenas para que nos contemplaran”.
"Un grupo de se?oros intelectuales me invitaba a las presentaciones de sus proyectos y a las copas de después. Yo me sentía halagada hasta que les pedí que leyeran mi libro y me dijeron que estaban ocupados. Me sentí timada"
Paula cuenta que todos estos golpes le hicieron despertar y su obra evolucionó. Pasó de crear sus reconocibles dibujos de mujeres con coloretes a mostrar las entra?as de sus emociones, saltó del envoltorio al epicentro de la esencia, de las historias tiernas a la necesidad de habitar la oscuridad de la mancha. Para apreciarlo no hay más que abrir su último volumen, Por el olvido (Lunwerg), el homenaje a Roberto Bola?o que ha hecho junto a Aitor Saraiba.
En 2014 comenzó a trabajar en su libro La sed (Lunwerg), donde están presentes grandes creadoras de la historia como Camille Claudel o Sylvia Plath. “De ellas destaco la fuerza de su obra, la valentía y la necesidad de poner tabús sobre la mesa como Anne Sexton hablando de su locura, de sus intentos de suicidio o del hecho de parir y rechazar un hijo”. Inspirada por el valor de ellas, colgó en Instagram una imagen de su tripa embarazada con el siguiente texto: “Autorretrato en ascensor con embrión con corazón parado”. Era la segunda pérdida que sufría en poco tiempo. Se acababa de enterar y quiso mostrarlo.
“Lo que no se nombra no existe. La primera vez me sentía desafortunada y miserable, además de pasar por lo doloroso del legrado y del postoperatorio. Cuando me hice la foto en el espejo con el embrión muerto no lo estaba viviendo igual, ya sabía qué iba a suceder más o menos. Pensé que si estaba tan comprometida con mi trabajo y lo que más admiraba de las mujeres que he citado era su valentía por nombrar lo femenino, tenía que hacerlo. Los hombres pueden nombrarnos en la ficción e intentar ponerse en nuestro lugar, pero no saben qué es gestar un ni?o, ni parir un ni?o muerto. Y todo el sistema está pensado para que sean ellos los que cuenten la historia”. Paula quiere cambiarlo y en septiembre presentará Roedores, su libro sobre la maternidad y la pérdida gestacional.
También habla sin tapujos de la censura en las redes. “Me censuraban antes cuando hacía desnudos menos agresivos, pero ahora no me censuran el dibujo del co?o con un dedo apartando uno de los labios [que ilustra el encabezado de su cuenta de Twitter]. Es curioso y ridículo, como cualquier censura, e indignante, como casi todo lo que está pasando en Espa?a en los últimos tiempos. Me estoy quedando a gusto con todo”, dice riendo. Pero Paula tiene más. Además de haber comenzado a colaborar con Joan Didion (en un libro del que no puede hablar mucho), sigue nombrando lo que no tiene nombre. Al finalizar esta entrevista usa el hashtag #cuéntalo y escribe en sus redes: “Yo también he sido violada. Y no lo verbalicé hasta diez a?os más tarde. Me sentía responsable y sucia. No fui capaz de verbalizarlo ni de denunciar”. No hay quien pare a Paula Bonet.
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