Dentro y fuera del ed¨¦n
El cartel pretendidamente ¡°feminista¡± que Paula Bonet ha creado para la Feria del Libro de Madrid me resulta confuso, oscuro y disuasorio
1. Feria
Vuelve la Feria del Libro de Madrid. Con pol¨¦mica, claro, un elemento tan consustancial al evento como la lluvia, el calor, las kilom¨¦tricas colas ante los youtubers, o las dedicatorias con mano zurda y gafas negras de Mar¨ªas. Contin¨²a al frente Manuel Gil, a quien cuadran perfectamente aquellos versos de la f¨¢bula L¡¯horoscope, de La Fontaine, que con tanto acierto tradujo (1787) don Bernardo Mar¨ªa de Calzada: ¡°Encu¨¦ntrase el destino muchas veces?/ cuando huir se pretende del destino¡±. Y es que algunos todav¨ªa recordamos los encendidos dardos que ¡ªcasi ayer¡ª Gil disparaba, desde su blog Antinomias, contra casi todo lo que se mov¨ªa en el sistema del libro, incluyendo una encendida defensa del precio libre que pon¨ªa los pelos como alcayatas a los profesionales de la librer¨ªa. Por lo dem¨¢s, Gil, elegido gracias a la ¡ªdig¨¢moslo as¨ª¡ª recomendaci¨®n de ese conspicuo (y eterno) influencer en los destinos de la feria que es Fernando Valverde, no lo hizo mal ¡ªnoblesse oblige¡ª en la pasada edici¨®n; cierto es que le favoreci¨® el hecho de que, tras cinco a?os para no recordar, empezase a soplar el viento de popa. En todo caso, y desde aqu¨ª, le deseo suerte en la LXXVII edici¨®n del evento. En cuanto a la pol¨¦mica, este a?o se centra en el asunto de la expulsi¨®n del para¨ªso feriante del segundo colectivo de editores: si antes les toc¨® a los llamados ¡°autoeditores¡±, este a?o el arc¨¢ngel de la espada flam¨ªgera ha dejado fuera del jard¨ªn sagrado a los que publican facs¨ªmiles, ha limitado el espacio de las casetas de los editores ¡°normales¡± y, encima, les ha subido el precio de alquiler. No se extra?en, entonces, de que entre los editores haya quien se pregunte qui¨¦nes ser¨¢n los pr¨®ximos desterrados. M¨¢s cosas: Gil y la comisi¨®n organizadora ya puntualizaron el a?o pasado que el objetivo primordial de la feria es el negocio. Pero hacer caja no tiene que ser incompatible con un programa imaginativo de actividades culturales de calidad dentro y fuera de la feria, algo que est¨¢ muy lejos de ser realidad. En cuanto al cartel: el confuso, oscuro y disuasorio reclamo pretendidamente ¡°feminista¡± que Paula Bonet ha dise?ado hace bueno al gato de Ena Cardenal en la edici¨®n pasada. Ya era hora de que los organizadores (?para cu¨¢ndo una directora?; ?es que no hay candidatas en un colectivo que cuenta con excelentes libreras?) contraten a ilustradoras (?solo tres en la historia de la feria!), pero convendr¨ªa un poco de rigor a la hora de aprobar el trabajo, sobre todo si lo que se desea es convocar a la gente a un evento ¡°marcadamente comercial¡±. El cartel, que pretende dar visibilidad a las mujeres escritoras (en ¨¦l se ¡°recuerda¡± a su manera, entre otras, a Tsvet¨¢ieva, Chimamanda Ngozi, Luna Miguel o Anne Sexton), me resulta, adem¨¢s, profundamente elitista, y precisar¨ªa un peque?o libro de instrucciones para que la inmensa mayor¨ªa comprendiera el ¡°mensaje¡±. A m¨ª me da hasta un poco de miedo.
2. Historias
Y ya que estamos de lleno en la feria, perm¨ªtanme un recordatorio y un par de primer¨ªsimas recomendaciones para abrir boca. El recordatorio es el del bicentenario de Emily Bront?, de la que Alba acaba de reeditar su ¨²nica novela, Cumbres borrascosas (1847), en la estupenda traducci¨®n de Carmen Mart¨ªn Gaite. La novela, a la vez un hito universal de la narrativa rom¨¢ntica y una obra maestra del g¨®tico tard¨ªo, es de esos cl¨¢sicos que nunca acaban de dar todo lo que contienen. La historia de Heathcliff, los Earnshaw y los Linton en los ventosos p¨¢ramos norte?os admite a cada lectura nuevas interpretaciones, desde la estrictamente feminista (Bront? se habr¨ªa apropiado de lo g¨®tico para representar las ansiedades de la mujer ante el frustrante y amenazante espacio dom¨¦stico) a la lacaniana (la relaci¨®n de identificaci¨®n de Heathcliff y Catherine remite al ¡°estadio del espejo¡±). En cuanto a las recomendaciones, ah¨ª van dos. Las 10 intensas, imaginativas y breves F¨¢bulas ir¨®nicas, de Juan Eduardo Z¨²?iga (N¨®rdica; ilustraciones de Fernando Vicente), compuestas a partir de homenajes a los cuentos tradicionales (de Las mil y una noches, por ejemplo), y en cuyos finales, a veces abiertos, se hermanan la memoria y el olvido, acreditan una vez m¨¢s la creatividad y el gusto de contar de un narrador absolutamente imprescindible que pronto cumplir¨¢ 100 gloriosos a?os. El ojo del cielo (Anagrama) me parece la mejor novela de Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n, un cineasta y narrador en cuya obra (como en la de Cukor) la mujer ocupa un lugar central. En esta ocasi¨®n, el ¡°ojo del cielo¡± ¡ªen realidad la esfera de un radar militar, que tiene parecida funci¨®n metaf¨®rica a las gafas del anuncio en El gran Gatsby¡ª contempla las vidas de una madre abandonada y sus tres hijas, que, junto con el novio de una de ellas, se erigen en narradoras de una historia coral en la que se percibe constantemente la sombra inasible del padre ausente. En esta novela breve (en tiempos de Conrad y James ser¨ªa considerada una nouvelle), confinada vagamente en un ¨¢mbito familiar y semirrural pr¨®ximo a los valles del Pas, y en el que ¡°todav¨ªa no pasaba nada y ya estaba pasando algo¡±, Guti¨¦rrez Arag¨®n cede el foco a narradores que, desde un peculiar realismo a menudo relativizado por un halo m¨¢gico te?ido de humor, nos cuentan c¨®mo viven su cotidianidad (problemas de dinero, despertar de la sexualidad, rivalidades y celos) sus diferentes protagonistas. Como Faulkner (leyendo El ojo del cielo me ha venido a la memoria m¨¢s de una vez Mientras agonizo), MGA ha encontrado en su ¡°peque?o sello de correos de su suelo natal¡± el escenario ideal para contar una historia que lo trasciende.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.