La pionera de la cirug¨ªa pl¨¢stica que operaba a jud¨ªos perseguidos por los nazis
Pionera de la cirug¨ªa pl¨¢stica, ayud¨® a los jud¨ªos que hu¨ªan de la Gestapo Se curti¨® operando a heridos de la Primera Guerra Mundial. Desde el quir¨®fano, luch¨® por el voto femenino e intent¨® hacer justicia con el bistur¨ª
DIJERON DE M? que estaba dos veces loca¡±. As¨ª recordaba Suzanne No?l (1878¨C1954) la reacci¨®n de amigos y familiares al verla compaginar su trabajo de cirujana pl¨¢stica con la defensa de los derechos de la mujer. Ni esa carrera ni esa lucha eran lo que esperaban de una burguesa nacida en Laon, al noreste de Francia, donde creci¨® aprendiendo a pintar y a coser. Sin embargo, ella quer¨ªa estudiar. Y fue su marido, no su familia, quien le abri¨® esa puerta. Con 19 a?os, se cas¨® con el m¨¦dico Henri Pertat, que le ayud¨® a acabar el bachillerato y la anim¨® a empezar Medicina, carrera que termin¨® con la cuarta mejor nota de su promoci¨®n.
Una pasant¨ªa con el doctor Hip?polyte Morestin despert¨® su vocaci¨®n de cirujana. El experto en c¨¢ncer de lengua y reconstrucci¨®n maxilar se convirti¨® en un referente durante la Primera Guerra Mundial. La contienda trajo nuevas armas y formas de defensa; por ejemplo, la trinchera, que proteg¨ªa el cuerpo del soldado, pero no la cabeza, cubierta por un casco que les salvaba la vida pero no les libraba de las mutilaciones. Hasta 15.000 hombres sufrieron amputaciones en cara, cr¨¢neo y mand¨ªbula. Se les conoci¨® como bocas rotas, y el Gobierno franc¨¦s cre¨® los servicios especiales de pr¨®tesis bucomaxilofacial y restauraci¨®n de la cara para atenderlos. Morestin fue su principal salvador y una inspiraci¨®n para No?l, que en 1916 cambi¨® los liftings por la reconstrucci¨®n de narices, mand¨ªbulas y orejas para dejar a los militares casi como eran antes de partir al frente.
Cirug¨ªa contra el machismo
As¨ª empez¨® su andadura como cirujana, y por eso, cuando alguien tachaba su disciplina de superficial, replicaba: ¡°Es una bendici¨®n para la humanidad¡±. Que alguien quisiera cambiar su apariencia solo pod¨ªa ser fruto de ¡°una amarga necesidad¡±. As¨ª lo entendi¨® cuando se dio cuenta de que las mujeres estaban sometidas a la dictadura de la imagen y cre¨ªa que no deb¨ªan ver en la cirug¨ªa est¨¦tica una cadena m¨¢s, sino una aliada.
En sus memorias cuenta el caso de una de las primeras pacientes a las que atendi¨® sin cobrar. La mujer era madre soltera y hab¨ªa sido despedida y sustituida por otra de menos edad. Seg¨²n lo ve¨ªa No?l, con su operaci¨®n no solo le regalaba un cutis nuevo: tambi¨¦n le daba opciones. Por eso se alegr¨® tanto cuando la mujer recuper¨® su puesto tras la intervenci¨®n. Para la doctora, como indic¨® Jacqueline Jacquemin, exalumna y bi¨®grafa, ¡°la operaci¨®n empezaba con la primera visita, no en el momento de la incisi¨®n¡±.
La edad tambi¨¦n era una preocupaci¨®n para mujeres con posibles. Sarah Bernhardt fue un ejemplo. En 1912, la actriz lleg¨® de Nueva York, donde se hab¨ªa hecho un lifting del que no hab¨ªa quedado satisfecha, y se puso en manos de No?l, que ten¨ªa una consulta muy conocida en Par¨ªs habilitada en una habitaci¨®n de su casa de la avenida de Charles Floquet. Lo que interesaba a Bernhardt eran las t¨¦cnicas de la doctora, poco invasivas, lo que permit¨ªa a las pacientes recuperarse r¨¢pidamente.
No?l iba as¨ª a la contra de prestigiosos doctores como Otto Bames, que ten¨ªa consulta en Los ?ngeles y era partidario de ¡°la gran operaci¨®n¡± con la que garantizaba un resultado m¨¢s duradero, pero tambi¨¦n una cicatriz mayor. La doctora Marif¨¦ Prieto, secretaria general de la Asociaci¨®n Espa?ola de Cirug¨ªa Est¨¦tica Pl¨¢stica (AECEP), explica que ¡°No?l prefer¨ªa intervenir tres veces y que su paciente pudiera hacer vida normal pronto, algo que defendemos hoy la mayor¨ªa de profesionales¡±.
¡°Quiero votar¡±, dec¨ªa la cinta que siempre luc¨ªa No?l en el sombrero y con la que recordaba que las mujeres no eran ciudadanas de pleno derecho
¡°Quiero votar¡±
Jacquemin contaba que el feminismo de No?l corri¨® paralelo a su carrera. ¡°Quiero votar¡±, dec¨ªa la cinta que siempre luc¨ªa en el sombrero y con la que recordaba que las mujeres no eran ciudadanas de pleno derecho. Por eso las invit¨® a iniciar una huelga de impuestos. ¡°Si no hay igualdad de derechos, no hay obligaci¨®n de pagar¡±, dijo, y con ello llam¨® la atenci¨®n del movimiento soroptimista, nacido en Estados Unidos como una alianza de las mujeres para impulsar sus carreras profesionales. En 1924 No?l inaugur¨® el primer grupo soroptimista de Europa en Par¨ªs. Las reuniones eran en el Rotary Club, donde no contaron con el apoyo de los socios masculinos: ¡°Tuvimos en contra a nuestros maridos, que ve¨ªan con malos ojos los almuerzos semanales que organiz¨¢bamos sin ellos¡±, recordaba No?l incluyendo al suyo, Andr¨¦ No?l, dermat¨®logo con quien se hab¨ªa casado tras la muerte de Pertat, que era mayor, pero m¨¢s abierto. Esa oposici¨®n excit¨® su lado m¨¢s combativo en un momento duro para ella, pues solo dos a?os antes hab¨ªa perdido a su hija de 13 a?os, Jacqueline, enferma de gripe espa?ola.
La ni?a naci¨® durante su primer matrimonio, pero casi todas las biograf¨ªas apuntan a que era hija de No?l. Su reacci¨®n ante la muerte de la adolescente podr¨ªa ser una prueba: Andr¨¦, incapaz de superarla, se tir¨® al Sena por el Pont au Change ?delante de su mujer. Doce meses despu¨¦s del suicidio, ella le¨ªa su tesis doctoral. La firm¨® con su nombre de soltera: Suzanne Gros.
Dignificar la est¨¦tica
Tras el doctorado, funda los clubes soroptimistas de ?msterdam, Viena, Berl¨ªn, Pek¨ªn y Tokio, entre otros. Marie-Christine Le Serre, responsable de comunicaci¨®n del de Par¨ªs, explica: ¡°No?l vio la cirug¨ªa est¨¦tica como una forma de ayudar a sus pacientes a emanciparse social y financieramente¡±. Le Serre cree que ante todo ¡°No?l era una feminista¡±, aunque es consciente de que relacionar la liberaci¨®n femenina con la adaptaci¨®n a unos patrones de belleza que cosifican a la mujer no es aceptado por algunos feminismos.
Pero en los a?os veinte las mujeres no pod¨ªan hacer casi nada sin el consentimiento de sus maridos, dice Le Serre, que cree que cualquier arma era buena para salir adelante: ¡°Por eso es anacr¨®nico juzgar a No?l con criterios actuales¡±.
Su drama personal y el arranque del Club Soroptimista fueron el inicio de una vida solitaria e hiperactiva para No?l, que en 1926 publica un libro ¨²nico: La cirug¨ªa est¨¦tica. Habla de las t¨¦cnicas aprendidas y de sus aciertos, pero tambi¨¦n de sus errores, algo nunca visto entre sus colegas. Por primera vez emplea fotograf¨ªas y modelos reales, no maniqu¨ªes, y lo escribe para compartir sus conocimientos, muchos aprendidos sola y sobre la marcha, y para dar entidad y prestigio a la cirug¨ªa est¨¦tica, disciplina que en la Facultad donde ella estudi¨® a¨²n defin¨ªan as¨ª: ¡°Una pr¨¢ctica in¨²til para coquetas¡±.
Contra el nazismo
Ese desprecio por su tarea la oblig¨® a mantener la consulta de su casa, pues no siempre hab¨ªa un hospital abierto a contratarla. Tambi¨¦n la ense?¨® a defenderse del fuego amigo, que no le falt¨®. Y si la ciencia reaccionaba mal ante su labor, no cuesta imaginar lo que pensaba la Iglesia cat¨®lica: ¡°Condenaba sus pr¨¢cticas excomulgando a quienes se atrev¨ªan a rectificar el trabajo del Creador¡±, informa Le Serre. Pero el enemigo a batir para No?l no era Dios, sino hombres de carne y hueso. Hitler, por ejemplo, y por eso dedic¨® parte de su trabajo y su dinero a operar a los perseguidos por el nazismo.
¡°Vas a perder a tu hombre. Aunque se ti?a sus cabellos, le delata su nariz¡±, dice la Balada de Maria Sanders de Bertolt Brecht. El poema refleja la realidad de No?l en la Segunda Guerra Mundial, a?os en los que dej¨® las liposucciones y los liftings para hacer rinoplastias a los jud¨ªos que hu¨ªan de la Gestapo. M¨¢s tarde puso sus manos al servicio de las cicatrices, las quemaduras y las secuelas que hab¨ªan dejado en sus cuerpos los campos de concentraci¨®n.
Una beca y un sello
Tras la contienda, su disciplina adquiri¨® prestigio y se convirti¨® en una especialidad de hombres. ¡°Fue la quintaesencia de las profesiones masculinas¡±, explicaba Jacquemin. En los noventa, la situaci¨®n segu¨ªa igual, e incluso hoy, a pesar de ser m¨¢s del 50% en las Facultades de Medicina, las herederas de No?l ?tienen que pelear por su espacio. Marif¨¦ Prieto explica que, durante sus pr¨¢cticas, hasta los pacientes le ped¨ªan la cu?a pensando que era enfermera. ¡°A¨²n cuesta concebir una mujer-madre-cirujana¡±, cuenta quien forma parte de un grupo femenino dentro de la AECEP en el que las cirujanas comparten experiencias y se apoyan: ¡°En la Sociedad Espa?ola de Cirug¨ªa Est¨¦tica nos invitan poco: menos de un 10% de los ponentes son mujeres. Creando este grupo evitamos pedir favores¡±.
Tambi¨¦n en eso fue pionera No?l, que fue la primera francesa en dirigir una sociedad m¨¦dica. Solo limit¨® su actividad cuando perdi¨® visi¨®n a causa de una catarata, pero una vez recuperada sigui¨® con su doble misi¨®n: operar y luchar por las mujeres.
Muri¨® en 1954 y desde entonces el Club Soroptimista la recuerda cada a?o otorgando una ayuda econ¨®mica a una cirujana pl¨¢stica. En las universidades, sin embargo, apenas la nombran. Prieto cuenta que ella conoci¨® su vida y su obra por su cuenta, no en un manual de cirug¨ªa. La beca y un sello que en enero le dedic¨® el servicio postal franc¨¦s son las ¨²nicas huellas visibles de una doctora que intent¨® hacer justicia con el bistur¨ª.?
Borradas de las historia
Mujeres borradas es una serie de mujeres extraordinarias. Talentos de las artes, las ciencias y la pol¨ªtica silenciados por el machismo imperante. Con la doctora Suzanne No?l arranca esta serie con la que traemos al presente a aquellas figuras que, pese a los prejuicios de cada ¨¦poca, lograron desarrollar sus aportaciones desafiando lo que el destino hab¨ªa previsto para ellas.
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