El odio visceral entre Joan Crawford y Bette Davis que dur¨® hasta la muerte
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La meca del cine era demasiado peque?a para el ego desbordante de estas dos leyendas. El rodaje de ¡®?Qu¨¦ fue de Baby Jane?¡¯, en el que coincidieron, desat¨® un odio visceral que les dur¨® hasta la muerte.
CUANDO EN SU ?LTIMO encuentro con periodistas le preguntaron por el amor, Bette Davis fue sincera y precisa: ¡°No ha sido uno de mis grandes ¨¦xitos¡±. Apenas unos d¨ªas despu¨¦s, el 6 de octubre de 1989, la actriz fallec¨ªa en el hospital Americano de Par¨ªs, a los 81 a?os. Davis hab¨ªa viajado desde Los ?ngeles hasta Europa no solo para recibir en el Festival de Cine de San Sebasti¨¢n un premio m¨¢s en su laureada carrera, sino para, literalmente, morir con las botas puestas, aunque fuese interpretando el papel de s¨ª misma en el escenario de un pa¨ªs lejano. Como recoge el documental El ¨²ltimo adi¨®s de Bette Davis (Pedro Gonz¨¢lez Berm¨²dez, 2014), la f¨¦rrea determinaci¨®n y la profesionalidad que demostr¨® la actriz durante aquellos d¨ªas fueron sobrecogedoras. Midi¨® cada aparici¨®n p¨²blica, prepar¨® de forma meticulosa cada detalle y control¨® con mano de hierro algo que le preocupaba: que la fotografiasen en silla de ruedas. Sentenciada por un avanzado c¨¢ncer, era un cad¨¢ver, pero nada min¨® su voluntad, y el registro que queda de aquel ¨²ltimo suspiro solo engrandece su leyenda.
La gestualidad es el patrimonio de los actores y esconder la condena a una silla de ruedas no es un detalle nimio cuando hablamos de una estrella del Hollywood cl¨¢sico. Joan Crawford, cuatro a?os mayor que Davis, fallecida en 1977, a los 69 a?os, tambi¨¦n de c¨¢ncer, conoc¨ªa bien la importancia de esos gestos que muchas veces se etiquetan como meros caprichos de diva. El director George Cukor dijo de Crawford que se la pod¨ªa fotografiar desde cualquier ¨¢ngulo, porque siempre resultaba magn¨ªfica, aunque su mayor talento, el m¨¢s misterioso de todos, era su manera de caminar. ¡°Crawford atrae su atenci¨®n por el simple hecho de moverse. Ni siquiera necesita abrir la boca: solo tiene que andar. Y estar¨¢ soberbia¡±.
Crawford no solo envidiaba a Davis, cuenta un bi¨®grafo, sino que hab¨ªa estado secretamente enamorada de ella
Cuando en San Sebasti¨¢n le preguntaron por su compa?era de reparto en ?Qu¨¦ fue de Baby Jane? (Robert Aldrich, 1962), Davis prefiri¨® dar la espalda a la verdad: ¡°Al trabajar juntas desilusionamos a toda la prensa americana, que esperaban que nos tir¨¢semos de los pelos. Nada de eso ocurri¨® y tuvimos una relaci¨®n muy amistosa¡±. Como recoge la serie Feud, que ha devuelto actualidad a la c¨¦lebre enemistad entre las dos ¡°fieras¡±, este manoseado clich¨¦ responde a hechos reales. La terrible manipulaci¨®n a la que fueron sometidas las dos estrellas por parte de sus jefes, encabezados por el capo del estudio, Jack Warner, respond¨ªa a un solo y perverso fin: divide y vencer¨¢s. Las dos actrices daban mucha m¨¢s publicidad y, por tanto, eran mucho m¨¢s rentables si su relaci¨®n se vend¨ªa como un pat¨¦tico combate entre dos viejas glorias. De nada sirvi¨® la astucia de ambas; cayeron como ni?as en la trampa y a partir de la pel¨ªcula de Aldrich vivieron para odiarse.

Los 21 d¨ªas de rodaje fueron suficientes para tejer la serie de malentendidos que derivaron en su c¨¦lebre hostilidad. La pel¨ªcula, que supon¨ªa el regreso de Davis a la Warner, estudio que hab¨ªa llevado a los tribunales para recuperar su libertad y poder dirigir el rumbo de su carrera, era la historia de dos hermanas, grotescas ex ni?as prodigio, que viven atrapadas en su ocaso con un s¨®rdido Hollywood como tel¨®n de fondo. Un ¨¦xito que instaur¨® el subg¨¦nero de viejas-estrellas-interpretando-papeles-de-freaks.
Lo que no se cuenta en Feud, interpretada por dos enormes Jessica Lange y Susan Sarandon, es lo que se puede leer en la cr¨®nica negra de Hollywood y en muchas biograf¨ªas, sobre todo las que salvan a la talentosa y altiva Davis frente a la bella y voraz Crawford. Seg¨²n Charles ?Higham, autor de Bette Davis al desnudo, Crawford no solo envidiaba a su compa?era de cartel, sino que hab¨ªa estado secretamente enamorada de ella. ¡°Bette estaba irritada por el hecho de que Joan hab¨ªa reemprendido su asedio envi¨¢ndole zapatos, pa?uelos y bisuter¨ªa¡±, escribe Higham. La supuesta pasi¨®n se remontaba a cuando las dos estrellas hab¨ªan coincido por primera vez en la Warner; all¨ª Crawford hab¨ªa intentado sin ¨¦xito captar la atenci¨®n de su colega con regalos e invitaciones a cenas que Davis rechazaba una y otra vez. Harta de tantos desaires, alimentada por sucios chismes que solo quer¨ªan provocar su rivalidad, Crawford empez¨® a engendrar la semilla del odio.
Durante el rodaje de Baby Jane, y ante la nueva negativa de Davis, Crawford se volvi¨® insoportable y quisquillosa, seg¨²n Higham. El pasado de La Bruja Joan, como la llam¨® el cineasta y escritor Kenneth Anger en su conocida cr¨®nica Hollywood Babilonia, estaba manchado por unos inicios en los que tuvo que hacer algo m¨¢s que cine porno para sobrevivir. Crawford rein¨® en el Hollywood libre y disoluto de los a?os veinte, donde nadie, ni hombre ni mujer, resist¨ªa sus encantos. Pero con la llegada a mediados de los a?os treinta del temible c¨®digo Hays (con el que los productores cinematogr¨¢ficos regularon lo moralmente aceptable en una pel¨ªcula), el cristalino aire de las colinas de Hollywood se volvi¨® turbio e irrespirable. Se ha hablado del C¨ªrculo de la Costura, secreto club de lesbianas que inclu¨ªa a Greta Garbo, Marlene Dietrich, Barbara Stanwyck y a la propia Crawford, pero lo cierto es que cada una cape¨® como pudo el temporal. En el caso de Crawford, la forma de ahogar su homosexualidad fue seducir a todos los hombres posibles y, a la vez, construirse una postal familiar de una pulcritud insoportable junto a sus cuatro hijos adoptados. Obsesionada con su imagen, se protegi¨® con una coraza de moralidad estridente. Cuando enviud¨® de Alfred Steele, presidente de Pepsi-Cola, la estrella entr¨® a formar parte de la directiva de la compa?¨ªa llevando al delirio su imagen-anuncio.

Quiz¨¢ lo m¨¢s gracioso de la pelea entre Bette Davis y ella es c¨®mo la protagonista de La loba (Davis) sacaba de sus casillas a la de Mildred Pierce (Crawford) invitando a todo el equipo a beber la marca rival, Coca-Cola. Guerra sucia que llev¨® a sus ¨²ltimas consecuencias el d¨ªa que organiz¨® una fiesta Coca-Cola en el plat¨® de Canci¨®n de cuna para un cad¨¢ver (Aldrich, 1964). La pel¨ªcula pretend¨ªa explotar el fil¨®n de ?Qu¨¦ fue de Baby Jane? reuniendo por segunda vez a las enemigas. Pero la idea fue un desastre que acab¨® con Crawford en cama y Olivia de Havilland, amiga de Davis, arrebat¨¢ndole el trabajo. Era la venganza por el lamentable papel¨®n de Crawford en los Oscar de 1962, donde hizo lo indecible para robarle el protagonismo y boicotear la que hubiese sido la tercera estatuilla de su n¨¦mesis. El Oscar lo gan¨® Anne Bancroft por El milagro de Ana Sullivan, pero lo recogi¨® Crawford, que se ofreci¨® voluntaria para sustituir a la ganadora, ausente en Broadway. Davis nunca se lo perdon¨®.
Hab¨ªa celos profesionales (la Academia hab¨ªa reconocido solo el trabajo en Baby Jane de Bette Davis), pero tambi¨¦n la certeza de que absolutamente nada pod¨ªa herir tanto a su colega como quedarse sin lo que m¨¢s ambicionaba: un tercer Oscar. En una entrevista televisiva de 1987, la anciana Davis lo confesaba con su habitual altivez: ¡°Estaba furiosa, se comport¨® como una idiota, nos hizo perder mucho dinero. Yo hubiese sido la primera persona en lograr tres Oscar. Y adem¨¢s, lo merec¨ªa. ?ramos, como actrices y como mujeres, muy distintas¡±.
Se equivocaba tambi¨¦n en esto ¨²ltimo, porque las coincidencias entre ellas no son anecd¨®ticas: nacidas bajo el signo de Aries, tercas como mulas, bebedoras empedernidas, casadas cuatro veces y, ya reconvertidas en madres solteras, unas incompetentes a la hora de querer a sus v¨¢stagos. La venganza de Barbara D. Hyman, primog¨¦nita de Davis, y la de Christina Crawford, una de sus hijas adoptivas, fue la misma: regalaron a sus madres sendos libros donde desnudaban el calvario que seg¨²n ellas hab¨ªa sido su infancia. En Mommie Dearest (1978), Christina pintaba a su madre como una borracha ninf¨®mana, mientras que en My Mother¡¯s Keeper (1987), B. D. Hyman retrataba a Davis como una tirana ego¨ªsta que arruin¨® su vida. Cuando esta viaj¨® a San Sebasti¨¢n acompa?ada de su secretaria y varias decenas de ba¨²les ya hab¨ªa firmado el testamento que exclu¨ªa a su hija y sus dos nietos. Crawford hizo lo mismo antes de morir: deshered¨® a sus hijos mayores, Christina y Christopher.
Las coincidencias se alargan hasta la ficci¨®n, a las dos obras maestras que han fijado el mito moderno de ambas actrices. En Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz, 1950), Davis daba vida a Margo Channing, torrencial actriz en su madurez que descubre con pavor c¨®mo una dulce y servil advenediza es capaz de todo por suplantarla. En Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954), Crawford era Vienna, otra mujer con edad y pasado que decide tirar las maletas y levantar un sal¨®n de juego en un pueblo dominado por una joven celosa y cacique, en la piel de la magistral Mercedes McCambridge, capaz de todo por arrebatarle a la forastera el ¨¢rido trono del desierto. Margo y Vienna se parec¨ªan tanto como Bette y Joan: dos diosas con cicatrices, dos guerreras hartas de luchar, dos mujeres admiradas por hombres j¨®venes y adultos, dos seres amenazados por un nuevo orden al que se enfrentaron, dentro y fuera de la pantalla, con u?as y dientes.
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