La ley de la gravedad
Wilbur y Orville Wright inventaron el aeroplano en 1890, y con ¨¦l (nos recuerda Paul Virilio), el accidente a¨¦reo. No hay rosas sin espinas, y a la invenci¨®n del avi¨®n le debemos tambi¨¦n, inevitablemente, la del vuelo con retraso, el overbooking, el miedo a volar, el exceso de equipaje, el ni?o que llora, la desesperaci¨®n del fumador, la invasiva intimidad con nuestros semejantes, el dilema entre ¡°pollo o pasta¡±, las turbulencias. Seg¨²n estad¨ªsticas recientes, volar es m¨¢s seguro que nunca (en 2017 solo se produjeron 10 accidentes a¨¦reos, uno por cada 7,36 millones de vuelos), pero la multiplicaci¨®n de las compa?¨ªas a¨¦reas y el abaratamiento de los billetes nos ha expuesto a una suma de accidentes triviales que pone de manifiesto algo anticipado por Georg Christoph Lichtenberg mucho antes de la invenci¨®n del avi¨®n: a?os de educaci¨®n solo nos han dejado una barbarie educada. Volar es para algunos regresar a las cavernas.
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