La discoteca silenciosa
La moda de los locales de baile con auriculares inal¨¢mbricos prolifera en Estados Unidos.
UNA DISCOTECA silenciosa es un ox¨ªmoron que hubiera triunfado en el Barroco, cuando las muertes que daban vida y los fuegos que helaban eran habituales en la literatura. Hoy, en el siglo XXI, proliferan en EEUU como una especie de mimo colectivo, de extra?a broma para los sentidos, cargada de contrastes. Nada m¨¢s entrar en The Federal Bar, en el barrio de North Hollywood de Los ?ngeles, el ambiente resulta desangelado, con bailarines que se mueven desacompasados, en un silencio roto por conversaciones aisladas y estribillos cantados intermitentemente. Pero el panorama cambia en cuanto uno se enfunda los cascos que reparten a la entrada, previa entrega de la tarjeta de cr¨¦dito a modo de dep¨®sito. Con ellos puestos, todo cobra otro sentido.
Andy Taylor est¨¢ encantado. Baila como un profesional, entregado, y la discoteca silenciosa le ofrece dos ventajas sobre los clubes tradicionales: en primer lugar puede cambiar de canal, si la m¨²sica no le inspira. No hay uno, sino tres DJ¡¯s, que se distinguen por el color de la luz que ilumina los cascos: rojo para m¨²sica de los 80 y 90, azul para hip-hop y R/B, y verde para los ¨¦xitos m¨¢s contempor¨¢neos y la m¨²sica electr¨®nica. ¡°El elemento visual ayuda a interactuar con la gente, porque puedes cambiar al canal que est¨¦n escuchando, empezar a bailar la misma m¨²sica¡±. Acto seguido se aleja, y se acerca a dos chicas que bailan m¨²sica de Taylor Swift en el canal verde.
La segunda ventaja es la misma que fascina a Birgiani, que ha venido desde Compton, a 100 kil¨®metros: ¡°?Te das cuenta de lo incre¨ªble que es que estemos charlando sin gritar, escuch¨¢ndonos perfectamente, mientras la gente baila?¡±, se pregunta, con los cascos apoyados sobre sus hombros, en un descanso de su energ¨¦tico twerking. El ¨²nico problema es que es germ¨®foba y le inquieta un poco saber que los cascos son usados. ¡°La pr¨®xima vez me traer¨¦ toallas desinfectantes¡±, afirma.
A medida que la pista se va llenando de bailarines con luces en las orejas, se percibe cierto pique entre los DJ
Sustituir altavoces retumbantes por cascos inal¨¢mbricos multiplica el tipo de lugares posibles donde montar una fiesta, privada o p¨²blica: de cruceros, a fiestas en la calle, pasando por campus universitarios, incluso vest¨ªbulos de hoteles. La tecnolog¨ªa lleva m¨¢s de una d¨¦cada disponible. ¡°Hemos alquilado los equipos para eventos de Universal, de la NASA, para festivales e incluso un tramo del desfile de Halloween en la Sexta Avenida de Manhattan¡¡±, explica Mike Bagood, responsable de Quiet Events, una de las varias empresas que organizan este tipo de eventos y alquilan los equipos, en Los Angeles. ¡°Alquilamos unos 10.000 cascos de media a la semana. Al principio pens¨¦ que era una idea rid¨ªcula, pero cuando ves las posibilidades que tiene, te convences¡±.
A medida que la pista se va llenando de bailarines con luces en las orejas, se percibe cierto pique entre los DJ. DJ Axo cambia sus propios cascos de canal para ver qu¨¦ pone la ¡°competencia¡±. Por un rato, Despacito en el canal verde compite con Can¡¯t touch this?de MC Hammer en el azul. Al final, el que se lleva el gato al agua es el DJ rojo, que pone Cha cha slide. La pista entera se convierte en un mar de luces rojas movi¨¦ndose al un¨ªsono. ¡°A veces s¨ª que nos picamos¡±, r¨ªe Candyse Frazier, que maneja el canal rojo. ¡°Yo intento no frustrarme. Si veo que otro de los DJ pone algo muy popular, espero un par de minutos, y entonces ataco con otro gran cl¨¢sico de baile. Eso s¨ª, si el DJ del canal hip-hop empieza a poner temas de los 90 o los 80, puede que me mosquee¡±. No pasan dos meses sin que la llamen para alg¨²n evento ¡°silencioso¡±. Hacia el final de la noche, de silencioso queda poco, porque, ?qui¨¦n se resiste a cantar a gritos al tiempo que baila su tema preferido??
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