Democracias, no solo neveras
La UE es un proyecto econ¨®mico, pero sobre todo pol¨ªtico. Ahora vive una ofensiva desde dentro
Incluso en la Europa que todav¨ªa padece las consecuencias de la demoledora crisis econ¨®mica de 2008 resulta dif¨ªcil imaginar el estado en el que se encontraba el continente en los a?os cincuenta. Como explica en Posguerra Tony Judt, "muy pocos europeos ten¨ªan coche o frigor¨ªfico" y viv¨ªan en una "omnipresente sensaci¨®n de restricciones y l¨ªmites". "Pocos ciudadanos de aquella ¨¦poca, estuvieran bien informados o no, pod¨ªan imaginar la magnitud de los cambios que se avecinaban", prosigue el historiador brit¨¢nico. Europa occidental iba a vivir una gigantesca transformaci¨®n material, con una constante subida del nivel de vida de las clases medias.
El desarrollo fue econ¨®mico, tecnol¨®gico y cultural: Judt explica, por ejemplo, el efecto que los peque?os transistores tuvieron sobre la emancipaci¨®n de los j¨®venes que, al librarse de las enormes radios en torno a las que se reun¨ªan las familias en la sala de estar, pudieron escuchar su propia m¨²sica y sus propios programas. En 1958, exist¨ªan 260.000 transistores en Francia. En 1961, los franceses pose¨ªan 2,2 millones. En 1968, nueve de cada diez familias ten¨ªan una radio.
Esa reconstrucci¨®n fue tambi¨¦n moral: el concepto que impuls¨® su avance fue una unidad europea basada en la paz entre vecinos, pero sobre todo en la consolidaci¨®n de la democracia. La aspiraci¨®n de una Europa unida naci¨® como un proyecto econ¨®mico, pero fue sobre todo una idea pol¨ªtica. Su germen fue la Comunidad Europea del Carb¨®n y del Acero, en la que Francia y Alemania, dos pa¨ªses cuyo enfrentamiento hab¨ªa marcado la historia del continente a lo largo de los siglos XIX y XX, y otros cuatro Estados decidieron compartir sus principales recursos econ¨®micos.
Cuando la posguerra estaba todav¨ªa lejos de haber terminado, Europa pretend¨ªa olvidar un pasado de conflictos para instalarse en un presente estable y democr¨¢tico. Es lo que el escritor italiano Francesco Pecoraro llama La vida en tiempo de paz en su novela-r¨ªo del mismo t¨ªtulo, en la que recorre las ¨²ltimas d¨¦cadas de la historia del continente. "La guerra no nos concern¨ªa m¨¢s que como una opini¨®n, como tema para hacer pol¨ªtica. No tenemos ni idea de lo que significa combatir por la patria, de hecho no sabemos lo que es la patria", reflexiona su protagonista.
La idea de unidad europea ten¨ªa entonces algo de ut¨®pico. Consist¨ªa en convertir en socios a los pa¨ªses enemigos de las guerras mundiales, pero su objetivo era mucho m¨¢s ambicioso: expandirse hasta unir a todos los Estados que formaban un continente que contaba entonces con dos reg¨ªmenes fascistas ¡ªPortugal y Espa?a¡ª y con 11 pa¨ªses dominados por dictaduras socialistas. Y, d¨¦cada tras d¨¦cada, se fue logrando en sucesivas ampliaciones. En todos estos a?os s¨®lo se ha producido una baja, el Reino Unido.
La ampliaci¨®n de 2004, en la que entraron diez pa¨ªses que acumulaban toneladas de problemas, fue tremendamente compleja y los negociadores europeos se mostraron tal vez demasiado tolerantes en algunos cap¨ªtulos, pero hubo un terreno en el que no cedieron un ¨¢pice: el funcionamiento del Estado de derecho y las instituciones democr¨¢ticas. No puede existir una democracia sin que sus ciudadanos voten, pero puede existir un pa¨ªs en el que se vote, incluso libremente, que no sea una democracia plena.
Por eso, en cualquier ampliaci¨®n y especialmente en esa, en la que la mayor¨ªa de los nuevos Estados ¡ªocho de diez¡ª eran dictaduras antes de 1989, se vigil¨® especialmente de cerca la solidez de las instituciones que sostienen el Estado de derecho. Con Turqu¨ªa se lleva negociando desde 2006 y ni siquiera se ha llegado a abrir el cap¨ªtulo 23, que corresponde a los derechos fundamentales y sistema jur¨ªdico.
Precisamente por eso, la UE se enfrenta en la actualidad a un reto que hasta ahora parec¨ªa inconcebible: ?qu¨¦ ocurre cuando pa¨ªses miembros dan marcha atr¨¢s en valores esenciales de la Uni¨®n y llevan a cabo reformas tan peligrosas para el Estado de derecho que tal vez les hubiesen impedido entrar de llegar a estar fuera?
Las ofensivas autoritarias en Hungr¨ªa o Polonia, el desprecio hacia valores esenciales de la Uni¨®n del ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, o la presencia de la ultraderecha en el Gobierno de Austria representan ataques al coraz¨®n de la idea que ha dado paz, democracia y estabilidad a este continente durante los ¨²ltimos 50 a?os. Los transistores, las neveras y los coches subieron nuestro nivel de vida. Algo importante sin duda. La democracia y la solidez del Estado de derecho han proporcionado a los europeos una ¨¦poca de paz y estabilidad sin precedentes. Y con eso no podemos negociar.
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