?Un mundo sin solidaridad internacional?
A quienes creemos y trabajamos por este motivo, nos toca demostrar su impacto adem¨¢s de su necesidad, y asegurar m¨¢s all¨¢ de los protocolos que ya tenemos, la intolerancia frente a cualquier conducta inapropiada
La cooperaci¨®n internacional al desarrollo y la acci¨®n humanitaria est¨¢n cuestionadas. Tal vez hoy m¨¢s que nunca.
Por un lado, para bien: para mejorar. Tras crisis de todo tipo, acuerdos, cientos de declaraciones y miles de programas, hace tiempo que la ayuda est¨¢ en un proceso de evoluci¨®n. Buscando la mayor eficacia de los recursos empleados, aspirando a promover cambios sostenibles junto con las personas vulnerables a quienes se debe y tratando de hacerlo de forma horizontal, sin imponer directa o sutilmente.
La respuesta humanitaria se ve zarandeada por conflictos cr¨®nicos, visibles u olvidados, que se ceban en la poblaci¨®n civil, as¨ª como por el cambio clim¨¢tico que exacerba hasta la tragedia las fragilidades que encuentra a su paso. El cuestionamiento e incluso persecuci¨®n de los actores humanitarios, la brecha financiera y las dificultades de acceso a la poblaci¨®n afectada, tensan la acci¨®n humanitaria dirigida a salvar vidas y defender los derechos de las personas en su momento de mayor riesgo. Se pretende y se debe fortalecer la capacidad de organizaciones y administraciones locales en la respuesta humanitaria a emergencias.
En la cooperaci¨®n al desarrollo los retos est¨¢n en su relevancia, dado sus escasos montos. Y por lo tanto en su capacidad de provocar cambios a escala, que multipliquen los recursos empleados y que no dependan tanto o solo de sus dineros como de su capacidad de innovar, expandir conocimiento e influir en las estructuras desiguales e injustas que perpet¨²an la pobreza. Tambi¨¦n en defender la voz y el espacio de las mujeres, sobre todo, que a su vez defienden los derechos de ellas, de los pueblos ind¨ªgenas y de las comunidades aplastadas por la oligarqu¨ªa. Una voz hoy m¨¢s perseguida que nunca.
A quienes creemos y trabajamos por la solidaridad internacional, nos toca demostrar su impacto adem¨¢s de su necesidad, y asegurar m¨¢s all¨¢ de los protocolos que ya tenemos, la intolerancia frente a cualquier conducta inapropiada, del tipo que sea, marcando el camino a otros actores p¨²blicos y privados.
Aunque en muchos pa¨ªses, Espa?a a la cabeza, la ayuda al desarrollo apenas alcance una fracci¨®n de lo comprometido cien veces, su total mundial supera los 140.000 millones de d¨®lares
Por otro lado, tambi¨¦n hay poderosos ataques que buscan destruir la cooperaci¨®n o reorientarla en beneficio propio. En un tiempo en el que las batallas de ideas y valores son tan esenciales como agresivas, la solidaridad internacional representa la defensa de los derechos humanos, all¨¢ donde se vulneren. As¨ª sea en el lugar m¨¢s alejado y olvidado del planeta. Y esto es inaceptable para el autoritarismo localista que nos inunda.
Aunque en muchos pa¨ªses, Espa?a a la cabeza, la ayuda al desarrollo apenas alcance una fracci¨®n de lo comprometido cien veces, su total mundial supera los 140.000 millones de d¨®lares, con algunos pa¨ªses como el Reino Unido, por encima de los 15.000. No es cantidad menor en tiempos de recortes y austeridades, para quienes pretenden reducir las pol¨ªticas sociales a su m¨ªnima expresi¨®n, sobre todo si protegen al pr¨®jimo lejano.
M¨¢s peligroso, si cabe, es el embate para utilizar los recursos y capacidades de la cooperaci¨®n con fines estrictamente dom¨¦sticos, de mira corta y brazo largo. As¨ª, bajo el paraguas de la participaci¨®n de las empresas en la cooperaci¨®n cabe de todo. De algunas aportaciones de fondos, menores en general, y de conocimiento e innovaci¨®n, con mucho potencial. Al uso de la cooperaci¨®n para afianzar la internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa y la presencia de empresas nacionales en los pa¨ªses de destino. Este objetivo reverdece con formas novedosas y vestido de agendas modernas, pero con la misma finalidad de siempre.
Dicho lo anterior, lo que se impone en el discurso y en el hacer, es vincular la cooperaci¨®n con la seguridad y el control migratorio. Del ¡°cooperar para que se queden¡± cuando menos discutible en su ra¨ªz. A lo m¨¢s expreso: condicionar la ayuda a repatriaciones y control fronterizo y apoyar con recursos las barreras a la movilidad humana, fij¨¢ndose en el ¨¦xito del bloqueo, del muro y la valla, m¨¢s que en el respeto a los derechos humanos de migrantes y poblaci¨®n local.
De seguir este camino nos encontraremos con una cooperaci¨®n al desarrollo menor y sobre todo sujeta a nuevas y viejas condicionalidades dom¨¦sticas, re?idas con lo que sabemos que funciona. Lo ¨²nico que funciona: escuchar a la poblaci¨®n afectada, centrar el objetivo solo en la lucha contra la pobreza y las desigualdades e incidir en las estructuras de poder que las perpet¨²an.
Avanzaremos as¨ª hacia un mundo sin solidaridad internacional efectiva. Donde el otro nos interesa en tanto en cuanto es potencial consumidor, migrante amenazador o sujeto de un conflicto de peso estrat¨¦gico. Nada m¨¢s. Una estrategia de ce?idas orejeras, que har¨¢ imposible abordar los grandes desaf¨ªos globales acordados bajo los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Un mundo del cada uno a lo suyo. De individuos y muros. Que se olvidar¨¢ de las campesinas del Sahel extenuadas por el cambio clim¨¢tico y sus sequ¨ªas. De las v¨ªctimas de violencia sexual en Am¨¦rica Latina e India. De las lideresas ind¨ªgenas que defienden su tierra y su agua. De las refugiadas sirias que se juegan la vida por salvar la de sus familias. De las mujeres bolivianas que se arriesgan a ocupar puestos en la pol¨ªtica comunitaria y municipal. De las madres centroafricanas que quieren volver seguras a sus hogares.
No nos podemos olvidar. No nos olvidaremos.
Jos¨¦ Mar¨ªa Vera es director de Oxfam.
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