Madonna: ¡°Tengo simpat¨ªa por Britney; se ha equivocado muchas veces, yo tambi¨¦n¡±
Madonna, el icono de las ¨²ltimas d¨¦cadas, cumple 60 a?os. En 2005, con su nuevo disco?Confessions of a dance floor?reci¨¦n publicado,?cont¨® a El Pa¨ªs Semanal su reinvenci¨®n como reina de las discotecas
LONDRES, finales de octubre de 2005. Los representantes de la prensa europea (m¨¢s algunos periodistas asi¨¢ticos) estamos comprimidos en un saloncito del lujoso Mandarin Oriental Hotel. Mientras llega el turno de cada entrevistador suena una y otra vez Confessions of a dance floor, el nuevo disco de Madonna (Rochester, Michigan, 1958), una efervescente invitaci¨®n al baile. Una escena pintoresca: toda la profesi¨®n muy seria y muy concentrada tomando copiosas notas como si se tratara de una obra de m¨²sica cl¨¢sica, mirando incluso reprobadoramente al imp¨ªo que ataca las bandejas de s¨¢ndwiches. Cuando lo comento con la propia artista, ella no ve nada chocante: "Me parece bien, hay que escucharlo como si fuera una sinfon¨ªa. Es un disco para bailar, claro, pero lleva mensajes muy importantes".
?Mensajes?
S¨ª, quiero que tambi¨¦n sirva para reflexionar. Ya no me sirve hacer m¨²sica s¨®lo para divertir, eso ser¨ªa muy superficial. Lo que pasa es que no me quiero poner anal¨ªtica o intelectual. Los mensajes se ir¨¢n revelando poco a poco. Est¨¢n adem¨¢s los v¨ªdeos, que enriquecen las canciones.
?sta es la Madonna del siglo XXI. A sus 47 a?os, ya no se conforma con ser la estrella pop m¨¢s conocida del mundo; tambi¨¦n quiere iluminarnos. En su anterior trabajo, American life (2003), lamentaba las guerras de Afganist¨¢n e Irak, sobre todo en el brutal v¨ªdeo del tema principal, obra del realizador sueco Jonas Akerlund, donde ni?os refugiados y mujeres uniformadas invad¨ªan un desfile de modas; al final, Madonna lanzaba una granada -en realidad, un encendedor- a un risue?o doble de George W. Bush. La canci¨®n inclu¨ªa una parte rapeada donde ella defend¨ªa su derecho a expresarse. Pero finalmente se asust¨® y retir¨® el clip, sustituido por otro convencional. Trat¨¢ndose de quien se trata, algunos vieron all¨ª un habilidoso montaje publicitario. La responsable se encrespa: "Eso es una estupidez. Est¨¢bamos en contacto diario con MTV [cadena de v¨ªdeos musicales], que pon¨ªa todo tipo de objeciones a ciertas im¨¢genes. Jonas iba realizando distintos montajes que llegaban a Nueva York y eran rechazados. Yo estaba dispuesta a pelear, pero lleg¨® un momento en que record¨¦ que ten¨ªa una familia".
?A qu¨¦ se refiere?
Vi lo que sufrieron las Dixie Chicks [grupo tejano de country] cuando dijeron que les daba verg¨¹enza ser del mismo Estado que el presidente Bush. Sencillamente, se convirtieron en las mujeres m¨¢s odiadas de EE UU. Yo decid¨ª que mis dos hijos no iban a pasar por esa situaci¨®n. Tambi¨¦n hubiera sido terrible para la carrera de Guy [Ritchie, su actual marido, cineasta].
Pero usted incluso se enfrent¨® con el Vaticano con el v¨ªdeo de 'Like a prayer?'
Bueno, entonces el mayor problema fue con Pepsi Cola, que patrocinaba mi gira y se asust¨® por el contenido er¨®tico. Pagaron, se marcharon y eso fue todo. Pero con American life me iban a acusar de antipatriota justo cuando comenzaba la guerra de Irak. Si te destacabas en la oposici¨®n, te demonizaban y te hac¨ªan la vida imposible. Tengo un ejemplo muy pr¨®ximo. Mi padre es un italoamericano muy conservador que vive cerca de Michael Moore [autor de Fahrenheit 9/11]. Se conocieron a trav¨¦s m¨ªo y ahora tienen una relaci¨®n cordial. ?l me confes¨® que hasta entonces pensaba que Michael era poco menos que un terrorista.
Estamos junto a Hyde Park, donde Madonna actu¨® como parte de Live 8, el festival global con el que Bob Geldof y Bono intentaron torcer el brazo de los cabecillas del mundo para sacar a ?frica del pozo. En ese d¨ªa de junio, ella tom¨® el papel de l¨ªder de multitudes: "?Est¨¢is listos para comenzar una revoluci¨®n, est¨¢is listos para cambiar la historia?". Era la Madonna concienciada, la misma que amansa a su p¨²blico interpretando Imagine, el himno a la utop¨ªa de Lennon. Madonna cumpli¨®, pero no se qued¨® all¨ª para ver in person lo que se consideraba el cl¨ªmax del evento, la reuni¨®n de Pink Floyd: "No soy tan fan del rock como para eso, y quer¨ªa llegar a mi casa de campo antes de que comenzaran los embotellamientos". Pero lo peor estaba por llegar: "Cuando estallaron las bombas me sent¨ª devastada. Me pareci¨® que aquello iba directamente contra Live 8. Durante el d¨ªa del concierto, Londres parec¨ªa haberse convertido en una comunidad convencida de que se pod¨ªa ayudar a ?frica. Dos d¨ªas despu¨¦s, la gente iba aterrada por la calle mirando a los dem¨¢s como enemigos en potencia".
No hay referencias a ese drama en 'Confessions on a dance floor', pero s¨ª se incluye un tema llamado 'I love New York?'.
Bueno, el disco ya estaba pr¨¢cticamente terminado y tampoco hubiera encajado all¨ª una canci¨®n de dolor universal. En ese tema canto: "No me gustan las ciudades, pero me gusta Nueva York". Es una broma: necesito la energ¨ªa de una gran ciudad, da lo mismo que sea Par¨ªs o Roma. Y Nueva York es como un primer amor, el sitio donde logr¨¦ materializar mis sue?os.
Alguien podr¨ªa hacer una lectura pol¨ªtica de que en la realidad prefiera Londres a Nueva York.
Pues se equivocar¨ªan. Yo odiaba Londres, se me indigestaba lo que escrib¨ªan de m¨ª los tabloides ingleses, ?y no hablemos del tiempo! Pero me decid¨ª cuando la relaci¨®n con Guy se solidific¨®. No funcionan las parejas donde cada uno vive en un continente y deben manipular sus agendas para reunirse. Adem¨¢s era mejor para la educaci¨®n de mis hijos.
?Se siente aceptada en Londres?
??sa es la pregunta del mill¨®n de d¨®lares! Al principio hubo cierta hostilidad, esta yanqui de Michigan que quiere adoptar nuestro estilo de vida tan civilizado. Ahora creo que me miran con benevolencia.
Benevolencia y? algo de pasmo. Madonna ha asumido muchos de los ritos de la clase alta brit¨¢nica, desde el tiro al plato hasta la h¨ªpica. Incluso ha sido presentada a Isabel II. Es una foto reveladora: la cantante, su pelo recogido en un mo?o, parece impresionada; la reina parece disfrutar con la reverencia, satisfecha de que la antigua hereje promiscua haya entrado en razones.
Hoy, Madonna no luce una apariencia muy seductora; parece haberse vestido y peinado para encajar en la decoraci¨®n de este hotel eduardiano. Luce diminuta y tensa. No hay rastros de la espontaneidad callejera de, digamos, su fascinante personaje en Buscando a Susan desesperadamente. A la artificiosidad de su comportamiento se suma la tersura de sus facciones: no surgen arrugas en su frente -?Botox?- ni cuando se exaspera con alguna pregunta incordiante. Evidentemente, esto no es una situaci¨®n relajada. Detr¨¢s del entrevistador se sit¨²a una ayudante con un cron¨®metro: con Madonna no hay manera de alargar el tiempo concedido.
Estamos en la punta del iceberg de una enorme campa?a que incluye pactos al m¨¢s alto nivel con MTV y otros medios planetarios, con una inversi¨®n que se estima superior a los siete millones de euros. El objetivo es que, tras el (relativo) pinchazo de American life, Madonna venda discos de acuerdo a su fama. El primer tema extra¨ªdo de Confessions? es Hang up, que contiene un adhesivo fragmento de un ¨¦xito de Abba.
?Se preocupa cuando artistas como Britney Spears o Christina Aguilera venden m¨¢s que usted? Despu¨¦s de todo son hijas art¨ªsticas suyas?
?Noooo! Esto es una carrera de larga distancia. Tambi¨¦n hubo un tiempo en que las Spice Girls dominaban el mundo, ?y d¨®nde est¨¢n ahora? Tengo simpat¨ªa por chicas como Britney; se ha equivocado muchas veces, pero yo tambi¨¦n. Y yo no ten¨ªa la excusa de que era una adolescente cuando empec¨¦ en esto.
?Asume ahora como un error el libro 'Sex'?
Por las fotos en s¨ª no voy a pedir disculpas, era saludable reivindicar las fantas¨ªas er¨®ticas en los tiempos del sida. Pero entonces yo no era muy considerada con los sentimientos de los dem¨¢s.
Millones de mujeres sintieron el impacto de su ejemplo: Madonna era due?a de su destino e impon¨ªa su voluntad en un mundo de hombres. ?Era consciente de la fuerza de su modelo?
En el ojo del hurac¨¢n no ves lo que pasa a tu alrededor. Luego, cuando aparecieron libros de profesores de universidad o aquella antolog¨ªa donde se recog¨ªan testimonios de mujeres que hab¨ªan so?ado conmigo, me qued¨¦ un poco sobrecogida. Espero que ahora est¨¦n atentas al hecho de que una puede compatibilizar la maternidad y el matrimonio con la vida de artista.
Alguien de su discogr¨¢fica, Warner, intenta explicar el misterio del ¨¦xito de Madonna: "No tiene gran voz, y tampoco es un bellez¨®n. Baila decentemente, pero no tanto como los que la acompa?an en el escenario. La grandeza est¨¢ en su inteligencia para venderse, para confeccionar un paquete irresistible". Eso, a?ado yo, y su habilidad para rapi?ar los colaboradores m¨¢s ¨²tiles en moda, m¨²sica, fotograf¨ªa, danza, management: Jean-Paul Gaultier, Jellybean Ben¨ªtez, Herb Ritts, Patrick Leonard, Mary Lambert, Freddy DeMann, William Orbit, Nile Rodgers, Mirwais, Guy Oseary? Las revistas suelen hacer panor¨¢micas de sus diferentes looks, cuando lo extraordinario, lo ejemplar, son sus estrategias de conquista.
Unos movimientos que obedecen a unas antenas particularmente sensibles. Igual que hac¨ªa David Bowie en los a?os setenta y parte de los ochenta, Madonna supo detectar tendencias m¨¢s o menos underground y sacarlas a la superficie. Unas eran modas fugaces -el vogue, hier¨¢tico baile generado en locales de homosexuales negros- y otras revelaban desplazamientos tect¨®nicos: el asalto femenino al poder, la invasi¨®n de la sensibilidad gay, la aceptaci¨®n de la pornograf¨ªa, la respetabilidad del lesbianismo, el gusto por lo andr¨®gino?
De todos modos, la nueva Madonna ya no ejerce de exploradora. Ni siquiera enfatiza sus labores de empresaria. Ahora es, oficialmente, un ama de casa. Con un ej¨¦rcito de ayudantes, cierto, pero consagrada al marido y los hijos. Presume que ella impone la disciplina mientras que Guy tiende a consentir a los cr¨ªos. En sus mansiones, los televisores no reciben se?ales exteriores, s¨®lo se usan para ver pel¨ªculas; tambi¨¦n alardea de que all¨ª no entran ni peri¨®dicos, ni revistas: "Es una medida de higiene. No quiero que Lourdes y Rocco se envenenen con la basura que ofrecen los medios. Lo que deben saber sobre el mundo se lo ense?ar¨¢n en el colegio o se lo contaremos nosotros".
Tambi¨¦n se dice que usted y Guy apenas hacen vida social. Londres es la capital mundial del pop, y resulta que usted vive de espaldas a ella. ?C¨®mo hace para estar al d¨ªa de las tendencias?
Mi hija de nueve a?os es una asombrosa fuente de informaci¨®n. Y est¨¢ Stuart [Price, actual mano derecha musical] para los sonidos menos obvios. ?l, aparte de sus producciones y sus grupos, ejerce de pinchadiscos y est¨¢ muy al tanto de lo que funciona. Pero tampoco es cierto que estemos encerrados: Guy tiene muchos amigos, quedamos con ellos para cenar. Y yo me veo a todas horas con Gwyneth [Paltrow, la actriz] cuando anda por Londres.
Stuart Price, alias Jacques Lu Cont, aporta un poco de sentido com¨²n -y un muy brit¨¢nico escepticismo- al circo de Madonna. Sale particularmente bien parado en I'm going to tell you a secret, un nuevo documental que parte de la gira de Re-invention, en 2004, para establecer la imagen de la Madonna de hoy. La antigua chica material es ahora la chica espiritual, un adalid de la c¨¢bala, esa ancestral manifestaci¨®n del misticismo jud¨ªo que Hollywood ha recibido con los brazos abiertos. Aqu¨ª se pone muy beligerante, aunque haya sido vituperada en Israel. Arremete contra un antiguo amigo, el cantante Boy George, por sugerir que la c¨¢bala es homof¨®bica. Abruma al periodista con datos: "?Sab¨ªa que Jung fue un estudiante de la c¨¢bala?". Mejor pasar a otro asunto.
?Qu¨¦ m¨²sica escuchaba mientras hac¨ªa 'Confessions on a dance floor'?
Desde Goldfrapp hasta Depeche Mode, desde Cerrone hasta Giorgio Moroder. Y cosas m¨¢s raras, como los White Stripes, que tambi¨¦n vienen de Michigan. En realidad, me cuesta escuchar un ¨¢lbum completo; enseguida descubro las que van de relleno y me aburro. Prefiero escuchar m¨²sica cinematogr¨¢fica; no te exige atenci¨®n completa todo el tiempo y me pone muy creativa.
?Le queda algo por hacer en el cine? ?Le gustar¨ªa dirigir?
Estoy apuntando ocurrencias y revisando guiones que me mandan, no puedo adelantar m¨¢s. He hecho bastante cine y vivo con un cineasta, por lo que s¨¦ todo lo que hay que saber sobre el celuloide: iluminaci¨®n, actores, posproducci¨®n, financiaci¨®n. Tengo el ejemplo de mi marido, que es un visionario incre¨ªble, un artista intuitivo, un maestro de la comedia brit¨¢nica por descubrir.
Cuesta imaginar a Madonna al frente de un rodaje. Su estilo de liderazgo es dictatorial: cuando prepara una gira, cualquiera que discuta sus deseos o decisiones ve rescindido su contrato. Se f¨ªa de sus instintos, y su olfato parece infalible. Cuando estuvo al frente de Maverick, la compa?¨ªa que fund¨® con dinero de Warner, fich¨® a Alanis Morissette, una rockera que en su Canad¨¢ natal hab¨ªa hecho m¨²sica trivial; su estreno en Maverick, Jagged little pill, ha despachado casi 30 millones de copias. Aun as¨ª, sus ¨ªntimos acumulan an¨¦cdotas sobre su taca?er¨ªa. Por una vez se r¨ªe: "No s¨¦ lo que se cuenta, pero ?puede que sea verdad! Cuando te despiertas en Nueva York y todav¨ªa tienes hambre y no sabes si vas a poder comer ese d¨ªa, como me ocurri¨® a m¨ª, eso nunca lo olvidas. Me ha quedado una obsesi¨®n por controlar los gastos de la compra".
?Alguna otra obsesi¨®n confesable?
Los zapatos. Hay modelos de Blahnik que ni me atrevo a ponerme. Me los pruebo, camino con ellos delante del espejo?, y los devuelvo a la caja envueltos entre pa?os.
[La 'vigilante del reloj' ordena que ¨¦sta sea la ¨²ltima pregunta]. ?Le queda a Madonna alg¨²n reto por superar?
?Muchos! Cada d¨ªa es un nuevo reto personal y art¨ªstico. Cuanto m¨¢s crees saber, m¨¢s te das cuenta de que no sabes mucho. Cada d¨ªa te encuentras con gente excitante que te inspira. Acabo de terminar el v¨ªdeo de Hang up, y all¨ª he conocido a unos bailarines que me han dado la idea para todo un espect¨¢culo de directo. Ya lo ver¨¢.
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