Am¨¦rica blanca
Falta un discurso que apele tambi¨¦n a esa sociedad pobre que muere si enferma porque no puede pagar los magn¨ªficos hospitales
Las silenciosas calles de Massachusetts se ordenan mediante una sucesi¨®n de casas familiares que parecen dibujar en alguna ventana la silueta de Alcott escribiendo Mujercitas. En esta apacible Norteam¨¦rica que muestra su modelo de bienestar, con sus universidades de ¨¦lite y sus peque?os comercios, no es dif¨ªcil encontrar alguna grieta cuando un profesor te dice con cierta presteza: ¡°Los mejores hospitales del mundo est¨¢n aqu¨ª, pero si enfermas y eres pobre est¨¢s muerto¡±. Descubres entonces que la perfecta Am¨¦rica blanca es una ilusi¨®n que esconde sus fracturas econ¨®micas, sociales y raciales; y que antes que pretender suturar estas heridas, Trump se coron¨® en Washington echando sal sobre ellas.
Emergi¨® as¨ª un sujeto pol¨ªtico blanco configurado por el espejismo de una Am¨¦rica a?orada que nutre cada vez m¨¢s al Partido Republicano. El relato sobre el que se ha construido esta presidencia habla del buen patriota; todo lo dem¨¢s, al parecer, es ¡°pol¨ªtica de la identidad¡±. La trampa del invento es que celebra una identidad que ha cobrado conciencia de s¨ª desde la misma l¨®gica tribal que critica. Quiz¨¢s por eso, la senadora dem¨®crata Kamala Harris ¡ªqu¨¦dense con el nombre¡ª afirmaba recientemente: ¡°Hablemos claro, cuando la gente dice pol¨ªtica de la identidad es peyorativo; se utiliza para dividir y distraer. Su prop¨®sito es minimizar y marginalizar problemas que nos afectan a todos¡±.
Lo interesante del argumento es que explica de qu¨¦ manera la expresi¨®n se ha convertido en un arma arrojadiza para silenciar a quienes hablan abiertamente de fracturas sociales cuyo origen es la raza, el g¨¦nero o la orientaci¨®n sexual. Y no le falta raz¨®n. Pero la cuesti¨®n es c¨®mo escapar de una l¨®gica polarizadora que, desde la elecci¨®n de Trump, ha terminado por reactivar una identidad blanca guiada por el resentimiento y la frustraci¨®n. La apuesta dem¨®crata por la diversidad ha dejado en un segundo lugar los problemas de la distribuci¨®n y ha tenido el efecto no deseado de arrojar a los blancos pobres al bando de los ricos. Falta un discurso que, desde el reconocimiento de las discriminaciones existentes, apele tambi¨¦n a la invisible Am¨¦rica pobre, la que muere si enferma porque no puede pagar los magn¨ªficos hospitales. @MariamMartinezB
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