Mi Casado privado
La moda y la vida est¨¢n en un punto tan b¨¢sico que hasta los nuevos l¨ªderes llevan ¡®looks¡¯ sin segundas
Hace poco estuve cenando con un amigo que ha ejercido de periodista, estilista, consultor y varias profesiones m¨¢s relacionadas con la moda (todas las hace bien) y me dijo que, ahora mismo, la moda le interesa cero. ¡°Es demasiado comercial. Solo veo producto, producto, producto¡±, se quejaba, y yo solo pod¨ªa asentir.
Es dif¨ªcil darle bula a un negocio que cada vez se preocupa menos de producir cosas estupendas que nos seduzcan pero tambi¨¦n nos reten, y m¨¢s de producir cosas, y punto. Me da la sensaci¨®n de que nos estamos convirtiendo en una panda de beb¨¦s. Nos cuelgan sobre la cuna cosas con muchos colores que se mueven y hacen ruidos para que lancemos las manitas hacia ellas y nosotros, por supuesto, lanzamos las manitas hacia ellas solo que con tarjetas de cr¨¦dito. Un est¨ªmulo f¨¢cil, una reacci¨®n inmediata. Lo que siempre ha intentado la publicidad, dir¨¢n, con raz¨®n. Lo que cambia es nuestra escasa voluntad de resistirnos.
"Casado es el guapo de su casa. Cl¨¢sico pero con Apple Watch. Cl¨¢sico pero de Coldplay"
La moda es un reflejo de lo que nos pasa en general y nada de esto estar¨ªa ocurriendo si en la vida misma no nos comport¨¢ramos como beb¨¦s. Miren la pol¨ªtica, hablando de algo cuyo nivel de sofisticaci¨®n est¨¢ a nivel guarder¨ªa. Orban, Trump, Erdogan o Kaczynski demuestran que las borricadas, dichas con gracia y ejecutadas sin m¨¢s, cosechan salvas de aplausos.
Dice otro amigo que no pasa nada, que todo esto es un ciclo. Que son diez a?os. Lo que pasa es que solo acabamos de empezar, sobre todo si pensamos en la edad de ciertos pol¨ªticos ultraconservadores. Sebastian Kurz, el canciller de Austria, tiene 32 a?os. Y nuestro propio Pablo Casado, 37. ?Ay! Pero yo no ven¨ªa aqu¨ª a lamentarme sino a hablar de ropa.
Y ah¨ª Casado es tan literal que no s¨¦ qu¨¦ decir. El look de Rajoy era plano y casi torpe (trajes grandes, corbatas an¨®nimas, gafas de contable). M¨¢s funcionarial que ideologizada, su ropa era una cortina de humo para luego hacer lo que le diera la gana seg¨²n le conviniera. Para ¨¦l el look de estadista era el look del gestor y el look del gestor no se paraba en los distintivos de clase. Y todav¨ªa menos en la vanidad.
Casado, por el contrario, es un pijo normal de ahora. Cl¨¢sico pero con Apple Watch. Cl¨¢sico pero de Coldplay. Es el guapo de su casa y el guapo necesario en una pol¨ªtica espa?ola asolada por pol¨ªticos guapos y delgados vestidos con trajes estrechos (al final, el pobre Rivera ha resultado ser el menos guapo y el menos entallado). A Pablo Casado se le ve venir. Su look de buen yerno en tonos campestres es tan indicativo de su ideolog¨ªa, est¨¢ tan sin adulterar que el peri¨®dico La Raz¨®n ya ha emitido incluso su veredicto indumentario: ¡°Si las elecciones se rigieran por la moda, el PP ya tendr¨ªa la mayor¨ªa absoluta¡±.
Hace dos a?os Supreme, la firma de streetwear cuyos lanzamientos provocan las colas que dan m¨¢s vueltas a la manzana, puso a la venta un ladrillo. Era un ladrillo normal con el letrero de Supreme. Costaba 30 euros, aunque enseguida se agot¨® y al poco se revend¨ªa por 1.000. Si se trataba de una genialidad o de una bobada es precisamente el debate que la firma neoyorquina quer¨ªa provocar.
Es parte de su estrategia desde su fundaci¨®n en 1994: remedar, medio en broma medio en serio, las ridiculeces de la sociedad de consumo. Su logo, de hecho, es una apropiaci¨®n de la est¨¦tica de Barbara Kruger, la artista que en 1979 escribi¨® sobre fondo rojo el eslogan compro, luego existo. La broma ten¨ªa gracia hasta que todos hemos empezado a comprar ladrillos, y a votar ladrillos, sin saber que eran una broma.
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