Todas las guerras sobre la piel
El cuerpo de la mujer siempre ha sido un campo de batalla, de la est¨¦tica de los tacones a la barbarie de la violaci¨®n... Artistas de todo el mundo lo usan para contrarrestar esa violencia
La artista Barbara Kruger (Newark, Nueva Jersey, Estados Unidos, 1945) acu?¨® en los a?os ochenta el lema Your body is a battleground (tu cuerpo es un campo de batalla). Vigente, a tenor de las denuncias de mujeres a lo largo de 2017 por los abusos de personajes que gozaban, y algunos a¨²n gozan, de gran prestigio social. El cuerpo de muchas, de demasiadas mujeres, es todo un campo en el que se libran guerras. Tambi¨¦n con una misma, en un enfrentamiento para armarse de la valent¨ªa suficiente para poner ante los ojos de quienes quieran ver una situaci¨®n normalizada desde que existen los c¨ªrculos de poder.
Las artistas espa?olas, al igual que las de otras muchas nacionalidades, no se mantienen al margen. El acoso en el mundo de la cultura es un hecho demostrado. En julio de 2017, una artista denunci¨® p¨²blicamente a uno de los tutores del curso que hac¨ªa durante ese verano. Aquello, que la bailarina comparti¨® en redes, hizo nacer con una asombrosa rapidez una red para protegerse, cuidarse, y denunciar la violencia machista: 3.000 mujeres del mundo del arte alrededor de un s¨ªmbolo convertido en grupo de Facebook, La Caja de Pandora.
La uni¨®n las hace fuertes frente a un sistema que parece proteger a los abusadores y que tambi¨¦n se ocupa de preparar los cuerpos femeninos para el sufrimiento. Sirva como ejemplo la imposici¨®n de llevar tacones ¡ªcada vez m¨¢s altos y con menos sujeci¨®n¡ª, o las operaciones de est¨¦tica que impiden el envejecimiento natural para encajar en los c¨¢nones establecidos de la eterna juventud y belleza. El cuerpo es terreno b¨¦lico para todas aquellas que han sido cosificadas y a las que las circunstancias las obligan a utilizar su f¨ªsico como un objeto perfecto para mostrar y satisfacer a los dem¨¢s, hipersexualizadas y preparadas para el consumo masculino.
La artista transgresora Orlan (Saint-?tienne, Francia, 1947) trabaja con ese concepto: sus operaciones quir¨²rgicas, convertidas en acciones, pueden ser vistas por el p¨²blico en directo. Ella las define como una suerte de ¡°liberaci¨®n-denuncia¡±. Su objetivo es adquirir el ideal de belleza femenina seg¨²n lo representado por artistas masculinos de todos los tiempos; apuesta por una nueva imagen de s¨ª misma compuesta parte a parte por los c¨¢nones de la est¨¦tica de diferentes ¨¦pocas que han servido de modelo sexual y que millones de mujeres han envidiado por lo que representan. Orlan comenz¨® por la barbilla de la Venus de El nacimiento de Venus de Botticelli, la nariz de Psique de G¨¦r?me, los labios de Europa del cuadro de Fran?ois Boucher El rapto de Europa, los ojos de Diana en una obra del siglo XVI de la Escuela de Fontainebleau, y la frente de la Gioconda de Leonardo da Vinci. El conjunto es realmente tan sorprendente que dudosamente puede definirse como el rostro de la belleza total.
En Hispanoam¨¦rica, el movimiento va en otra direcci¨®n, es una ola performativa a la que se han sumado muchas artistas, arriesgando su cuerpo en circunstancias extremas para denunciar la situaci¨®n social y pol¨ªtica en sus pa¨ªses, en los que la violencia machista y el asesinato de mujeres ofrecen cifras realmente insoportables. Es el caso de la mexicana Lorenza Wolffer (Ciudad de M¨¦xico, 1971), de la guatemalteca Regina Jos¨¦ Galindo (Ciudad de Guatemala, 1974) o la salvadore?a Alexia Miranda (El Salvador, 1975). Sus acciones tienen en com¨²n el haber sido capaces de situarse en el cuerpo de las v¨ªctimas, no s¨®lo en el sentido metaf¨®rico: tambi¨¦n han sufrido f¨ªsicamente el encerramiento, el escarnio p¨²blico, el fr¨ªo extremo, la indefensi¨®n ante posibles agresiones o la tortura mediante el ahogamiento.
La figura de Ana Mendieta destaca de entre todas ellas. La cubana, afincada en Estados Unidos, dedic¨® gran parte de su corta vida a las performances con un gran pensamiento cr¨ªtico. Utiliz¨® su cuerpo como territorio de experimentaci¨®n, como materia que conecta con la naturaleza y con la realidad social del tiempo en que le toc¨® vivir. En ocasiones es imposible ver de modo aislado la obra y la biograf¨ªa de las personas que forman el mundo del arte, y esto ocurre con las circunstancias de la muerte de Ana Mendienta. Su cuerpo, que fue el instrumento con el que trabaj¨® como medio de expresi¨®n, pudo fundirse con el agua, con la tierra, con el fuego, con el humo, con el fuego, con la vegetaci¨®n¡ Sin embargo, acab¨® chocando con el hormig¨®n de la acera del n¨²mero 16 de Mercer Street en Manhattan, donde viv¨ªa con su marido, el artista minimalista Carl Andre. Mendieta cay¨® desde el piso 34 despu¨¦s de una violenta discusi¨®n entre ambos, seg¨²n atestiguaron los vecinos. Las circunstancias de su muerte en ning¨²n momento fueron suficientemente esclarecidas, pero Andre nunca pudo librarse de la sospecha de asesinato, como as¨ª se lo hacen saber artistas de todo el mundo en cada una de sus exposiciones, comenzando por las Guerrilla Girls con el movimiento Where is Ana Mendieta?, (?D¨®nde est¨¢ Ana Mendieta?), que le persigue siempre.
Europa tampoco es ajena a este tipo de acciones. Las artistas italianas Pippa Bacca y Silvia Moro planearon hace diez a?os la performance Brides on tour (Novias de viaje). En busca de ¡°la parte femenina positiva, de la mujer como fuente de vida, estabilidad y sensatez¡±, ambas artistas planearon un recorrido en autostop desde Mil¨¢n hasta Jerusal¨¦n, pasando por los pa¨ªses que hab¨ªan sufrido una guerra en tiempo reciente. Iban ataviadas con vestidos de novia y proyectaron un ritual en cada una de las paradas. El fatal destino quiso que Pippa se cruzara en Turqu¨ªa con el veh¨ªculo de Murat Karatas, quien confes¨® haberla violado y despu¨¦s asesinado por estrangulamiento. La performance, que se hab¨ªa planteado desde la confianza en lo desconocido, la alteridad, la entrega y para fomentar la empat¨ªa, result¨® ser una gran tragedia que estos d¨ªas recuerda sobremanera al desgraciado final de Diana Quer.
El cuerpo femenino es un instrumento pol¨ªtico en el sentido literal del t¨¦rmino, no s¨®lo en las guerras. Las cifras de los asesinatos machistas, que a modo de contador aparecen en un suma y sigue cada a?o, son una aut¨¦ntica verg¨¹enza en pa¨ªses que presumen de educar en la igualdad. Pese a ello, seguir¨¢n existiendo artistas comprometidas con la situaci¨®n de la mujer y dispuestas a trabajar desde su propio cuerpo. Sensibilidad y compromiso por una sociedad m¨¢s justa.
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