Es hora de hablar del impacto social y medioambiental del coche el¨¦ctrico
Las estimaciones m¨¢s conservadoras hablan de que la demanda de cobalto, necesario para las bater¨ªas, se va a quintuplicar de aqu¨ª a 2030. Hay quien duda de que las reservas mundiales puedan satisfacerla
La Comisi¨®n Europea encabeza desde el a?o pasado la iniciativa para fomentar ¡°el liderazgo mundial de la UE en el ¨¢mbito de los veh¨ªculos limpios¡±. El desaf¨ªo es doble. Por un lado, posicionar la industria automovil¨ªstica europea a la vanguardia de la innovaci¨®n y el desarrollo tecnol¨®gico. Por otro, reducir un 40% nuestras emisiones de CO? de aqu¨ª a 2030, que es el compromiso adoptado en el Acuerdo de Par¨ªs.
La piedra angular del nuevo paradigma de la movilidad limpia son los denominados coches h¨ªbridos o el¨¦ctricos que, poco a poco, van ampliando su cuota de mercado. En Espa?a suponen solo el 0,69% del mercado, pero en los ¨²ltimos dos a?os las matriculaciones se han duplicado (de 6.180 veh¨ªculos en 2016 a 13.021 en 2017). El Gobierno ya busca la manera de incentivar su compra. No es el ¨²nico: se trata de una tendencia global, incluso en aquellos pa¨ªses donde su arraigo es mayor.
Inglaterra y Francia han anunciado su intenci¨®n de prohibir la venta de autom¨®viles di¨¦sel y gasolina a partir de 2040. Las grandes ciudades europeas como Londres, Roma, Barcelona y Madrid est¨¢n implantando medidas similares para reducir la contaminaci¨®n de los tubos de escape. Por ejemplo, zonas de acceso limitado para ciertos veh¨ªculos a motor, prohibiciones de estacionamiento y restricciones de velocidad.
Todos estos incentivos p¨²blicos contribuir¨¢n a incrementar la demanda de coches el¨¦ctricos, pero nada de esto ser¨ªa posible sin las innovaciones t¨¦cnicas que han visto la luz en la ¨²ltima d¨¦cada. Sobre todo, la nueva generaci¨®n de bater¨ªas de litio.
Los costes de fabricaci¨®n de estas bater¨ªas todav¨ªa son m¨¢s elevados que el de las de plomo-¨¢cido de los coches convencionales. Sin embargo, ofrecen cada vez mayor autonom¨ªa y mejores prestaciones, al tiempo que reducen la contaminaci¨®n y sus efectos nocivos sobre la salud y el medioambiente.
A la Segunda Guerra del Congo, que asol¨® el pa¨ªs entre 1997 y 2003, se la conoce como la Guerra del Colt¨¢n por la importancia que desempe?¨® dicho mineral
El cambio clim¨¢tico
Todo esto es positivo, pero no deber¨ªamos perder de vista que todo desarrollo cient¨ªfico nos abre un horizonte de posibilidades ambivalente. Si algo nos ense?¨® el difunto soci¨®logo alem¨¢n Ulrich Beck es que combatir los problemas de la sociedad industrial termina generando otros nuevos, como el cambio clim¨¢tico.
Estas nuevas problem¨¢ticas cuestionan las certezas del pasado y nuestra capacidad para resolver los desaf¨ªos del presente. Todo ello nos sume en la incertidumbre. La diferencia con otras ¨¦pocas es que, como dir¨ªa Beck, somos m¨¢s conscientes de los riesgos que entra?a cada innovaci¨®n y eso nos obliga a considerar sus consecuencias antes de que se produzcan.
La expansi¨®n del coche el¨¦ctrico deber¨ªa plantearnos interrogantes m¨¢s all¨¢ de su desarrollo tecnol¨®gico y los incentivos comerciales que requiere. Es necesario considerar tambi¨¦n sus impactos sociales y medioambientales. Estos ¨²ltimos llevan tiempo sobre la mesa, pero apenas hemos o¨ªdo acerca de los primeros.
A d¨ªa de hoy son pocas las reflexiones sobre las consecuencias que va a tener la movilidad limpia en los mercados de materias primas.
Las bater¨ªas de litio llevan en su composici¨®n entre un 15% y un 40% de cobalto, seg¨²n el modelo. Las que impulsan los coches el¨¦ctricos emplean en su fabricaci¨®n unos 26 kilos de este elemento qu¨ªmico. As¨ª, no es de extra?ar que entre 2016 y 2018, el precio del cobalto por tonelada m¨¦trica se haya cuadruplicado. Su evoluci¨®n muestra que los picos m¨¢s altos se alcanzan conforme las compa?¨ªas automovil¨ªsticas (Tesla, BMW, Volvo) anuncian sus nuevos modelos h¨ªbridos o el¨¦ctricos.
Las estimaciones m¨¢s conservadoras hablan de una demanda global de cobalto que se va a quintuplicar de aqu¨ª a 2030. Hay quien duda de que las reservas mundiales puedan satisfacerla.
M¨¢s all¨¢ del quebradero de cabeza que plantean la oferta y la demanda, no debemos perder de vista otro tipo de problemas. El azar geogr¨¢fico ha querido que las principales reservas de cobalto (dos tercios de la producci¨®n mundial) se concentren en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo (RDC).
El a?o pasado, dicho pa¨ªs export¨® alrededor de 64.000 toneladas m¨¦tricas. El segundo importador m¨¢s importante, Rusia, se qued¨® en 5.600 toneladas m¨¦tricas. Todo indica que el boom del cobalto podr¨ªa convertirse en una inmensa fuente de riqueza para el pa¨ªs y en un potencial motor para su desarrollo.
La maldici¨®n de los recursos
Ser¨ªa una buena noticia de no ser porque el pa¨ªs africano es uno de los m¨¢s afectados por eso que los economistas llaman la maldici¨®n de los recursos. La correlaci¨®n entre recursos naturales y alta conflictividad es evidente en la RDC. A la Segunda Guerra del Congo, que asol¨® el pa¨ªs entre 1997 y 2003, se la conoce como la Guerra del Colt¨¢n por la importancia que desempe?¨® dicho mineral.
La correlaci¨®n no implica causalidad, pues en los conflictos inciden otros factores de tipo hist¨®rico, sociopol¨ªtico y cultural, pero estas materias primas son una importante fuente de ingresos para el crimen organizado y las partes en conflicto. No son la causa que desata la violencia, pero son el combustible que la prolonga. Esta idea sirve para entender no solo las din¨¢micas de conflicto en la RDC, sino tambi¨¦n en Colombia, Venezuela, Rep¨²blica Centroafricana y Birmania.
La Uni¨®n Europea es consciente de este problema y aprob¨® el a?o pasado un reglamento para regular el comercio de minerales procedentes de zonas en conflicto y promover pr¨¢cticas de suministro responsable entre las empresas. Por desgracia, presenta limitaciones importantes.
El principal inconveniente es que solo cubrir¨¢ a los importadores directos de los denominados 3TG (esta?o, tantalio, wolframio y oro). No afectar¨¢ a las empresas que importen productos manufacturados con estos minerales. Adem¨¢s, estos cuatro no son los ¨²nicos minerales asociados a conflictos.
El cobalto tambi¨¦n ha sido vinculado a casos de explotaci¨®n infantil. Por lo tanto, las empresas que emplean este mineral, si bien no tienen obligaci¨®n legal de cumplir con las directrices OCDE de diligencia debida, s¨ª tienen la obligaci¨®n moral de hacerlo. Como suele decirse, lo que hoy es soft law ma?ana se convertir¨¢ en hard law.
Guillermo Otano Jim¨¦nez es doctor en Sociolog¨ªa de la Universidad P¨²blica de Navarra
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Este art¨ªculo se public¨® previamente en The Conversation.
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