La ciudad se convierte en el arca de muchos animales
Decenas de especies que se est¨¢n extinguiendo en su h¨¢bitat natural prosperan en entornos urbanos
Al perico de La Espa?ola ya es m¨¢s f¨¢cil avistarlo sobre los tejados de la capital de la Rep¨²blica Dominicana, Santo Domingo, que en el resto de la isla. De hecho, los ornit¨®logos creen que esta especie de loro est¨¢ funcionalmente extinguida en su rango original y su supervivencia depender¨¢ de los periquitos de la ciudad. El fen¨®meno se est¨¢ produciendo con decenas de especies de todo el planeta. Para muchas de ellas, las ciudades se est¨¢n convirtiendo en su ¨²ltimo refugio.
Capturado ya por los primeros espa?oles que llegaron La Espa?ola, este periquito antillano abundaba hasta hace unas d¨¦cadas tanto en Hait¨ª como en Rep¨²blica Dominicana. Hoy ha desaparecido del entorno rural, cazado para comerlo o para venderlo como mascota. Por cada ejemplar visto en las selvas m¨¢s rec¨®nditas y los bosques de con¨ªferas de la isla, hay al menos un centenar en la capital. Su captura es ilegal desde que comenz¨® el siglo, pero se pagan muy bien en el mercado negro. Cuando la polic¨ªa decomisa alg¨²n perico, lo entrega a responsables del zoo que lo liberan. Es un ejemplo de la llamada paradoja urbana de la conservaci¨®n: las ciudades, los humanos, agentes activos en la p¨¦rdida de biodiversidad, permiten al mismo que muchas poblaciones de animales y plantas prosperen.
"En los pueblos los han cazado y los siguen cazando, hay gente que vive gracias a la captura de los pollos", recuerda el investigador de la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana y estudioso de la fauna urbana, ?lvaro Luna. Junto a un grupo de cient¨ªficos, Luna dedic¨® el mes de junio de 2017 a rastrear La Espa?ola para estimar la poblaci¨®n de periquitos y cotorras de La Espa?ola, otro loro en situaci¨®n de casi extinci¨®n, ambas especies end¨¦micas de la isla. Se pasaron d¨ªas y d¨ªas sin ver uno y, de pronto, en plena capital, observaron una bandada de decenas de ejemplares de pericos. De la cotorra ni eso. apenas unas 70 aves. "En el pasado se pod¨ªan ver grupos de 400 o 500 ejemplares juntos, ahora ves dos o tres", a?ade Luna.
En el otro extremo del planeta, en la populosa e hiperurbanizada Hong Kong, con una densidad de poblaci¨®n humana de m¨¢s de 6.500 habitantes por Km2, vive el 10% de las cacat¨²as de cresta amarilla que quedan. No es un porcentaje tan extremo como el de cotorras y pericos de La Espa?ola, pero si se le suman las que viven en la tambi¨¦n densamente poblada Singapur, entre ambas megal¨®polis (15 millones de habitantes) albergan casi la quinta parte de estas cacat¨²as. Originarias del este de Indonesia y Timor Oriental, la Cacatua sulphurea, de la que quedan apenas 2.000 ejemplares, est¨¢ en una situaci¨®n cr¨ªtica.
Casi el 20% de la poblaci¨®n de cacat¨²a de cresta amarilla que queda vive en Hong Kong y Singapur
"A medida que las poblaciones nativas siguen mermando debido a la caza furtiva, la poblaci¨®n introducida en Hong Kong est¨¢ cobrando cada vez m¨¢s importancia", dice en un correo el bi¨®logo de las universidades de Hong Kong y de Ciencias y Tecnolog¨ªa de Shenzhen (China), Luke Gibson. Tanto la excolonia brit¨¢nica como la ciudad-estado son los grandes centros del comercio del este de Asia, tambi¨¦n del tr¨¢fico de animales. Eso explica la existencia de centenares de cacat¨²as. Lo llamativo es que, mientras desaparece de su entorno original, en las ciudades donde ha encontrado refugio es una especie invasora.
"Es muy frecuente entre las especies de loros, muchas de las cuales han sido introducidas en ciudades de todo el mundo", comenta Gibson. "En ocasiones, estas poblaciones generan problemas, ya sea picoteando el cableado el¨¦ctrico o desplazando a otras especies de aves. Son animales amenazados globalmente, pero al mismo tiempo una amenaza en las ciudades donde se han establecido, lo que crea una paradoja en la conservaci¨®n", a?ade.
En la capital australiana, Melbourne, hay una gran poblaci¨®n estable de otro animal volador tambi¨¦n amenazado. Esta vez se trata de un mam¨ªfero, el zorro volador de cabeza gris, uno de los murci¨¦lagos m¨¢s grandes del planeta. Se estima que las colonias que hay en los parques de la ciudad cuentan con un total de 30.000 ejemplares. Son tantos que han servido para repoblar otras ciudades vecinas. Este murci¨¦lago es uno de los animales que, estando en situaci¨®n vulnerable, han prosperado m¨¢s en las ciudades australianas. Un estudio de 2015 analiz¨® la distribuci¨®n espacial de 1.643 especies amenazadas en Australia y encontr¨® que la mitad de las especies animales y un tercio de las de plantas viven tambi¨¦n en las ciudades. Solo en Sydney hay 124 especies. De hecho, en t¨¦rminos relativos, en el espacio que ocupan las 99 ciudades del estudio hay m¨¢s especies de la lista de amenazadas que en el entorno natural.
En Australia, hay m¨¢s especies amenazadas en las ciudades que en el entorno natural
"Las ciudades se suelen caracterizar por una gran variedad de h¨¢bitat y la abundancia de agua y comida, lo que puede favorecer a algunas especies"", explica el profesor de Medio Ambiente y Sociedad de la Universidad de Nottingham (Reino Unido) y principal autor de aquel estudio, el australiano Chris Ives. Sin embargo, rechaza que la urbanizaci¨®n en s¨ª tenga un efecto positivo generalizado sobre la biodiversidad. En el caso de las ciudades australianas, es posible que todo se deba a su r¨¢pida y reciente expansi¨®n dentro de los ecosistemas que las rodean. "Esto es probablemente as¨ª en pa¨ªses como Australia, donde el desarrollo urbano es muy reciente", comenta.
Para la profesora de la Universidad Pablo de Olavide, Martina Carrete, la ciudad puede ser un refugio, "pero solo para las especies que aprenden a tolerar a los humanos y una vez que lo consiguen los beneficios son muchos: comida, ausencia de depredadores, microclima..." El problema es que estos nuevos animales urbanos pueden perder la funci¨®n ecol¨®gica que cumpl¨ªan en su entorno natural. En el caso de los pericos de La Espa?ola, eran los principales dispersadores de semillas de la isla. Y si no hallan un nuevo encaje pueden convertirse en reliquias. Como dice Carrete, "conservas, tienes miles de pericos pero, sin funci¨®n, es como si los tuvieras en una gran jaula".
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