Temperaturas de oto?o

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, as¨ª como los partidos pol¨ªticos y organizaciones privadas que defienden el programa de la independencia de Catalu?a se proponen convertir la Diada en una jornada reivindicativa, seg¨²n han venido haciendo en a?os anteriores. Han convocado, adem¨¢s, una movilizaci¨®n permanente para unir esta efem¨¦ride con las fechas de la nueva mitolog¨ªa que buscan crear en torno al 1 y el 27 de octubre, cuando los independentistas realizaron un supuesto refer¨¦ndum y proclamaron una ef¨ªmera independencia. La realidad de esa ¨²ltima jornada, que el independentismo presenta como heroica, queda de manifiesto en el hecho de que el presidente de entonces, Carles Puigdemont, enga?¨® no s¨®lo a los partidarios de su programa, sino tambi¨¦n a los miembros de su Ejecutivo, a los que hizo creer que respetar¨ªa la consigna de presentarse al d¨ªa siguiente en los despachos mientras preparaba en secreto la huida del pa¨ªs. Esa es la figura a la que el president Torra considera titular de la legitimidad democr¨¢tica en Catalu?a, y bajo cuya advocaci¨®n convoca a los catalanes a esta Diada.

La contradicci¨®n en la que incurre el independentismo desde que se adue?¨® de la fiesta de todos los catalanes es que la marcha que se desarrolle ese d¨ªa, como tambi¨¦n el resto de las movilizaciones programadas, no hacen m¨¢s que disponer de las libertades de expresi¨®n, manifestaci¨®n y reuni¨®n establecidas por la Constituci¨®n del 78, cuyo sistema pol¨ªtico se obstinan en comparar con las m¨¢s feroces dictaduras. Cuantos m¨¢s sean los partidarios de la independencia que participen en los actos de un oto?o que sus l¨ªderes quieren caliente, m¨¢s claramente quedar¨¢ acreditado que las verdaderas razones por las que aspiran a la secesi¨®n de Catalu?a ser¨¢n las que sean, pero no el hecho de que vivan bajo ninguna dictadura. Esas razones que ocultan tras los intentos de desacreditar el sistema democr¨¢tico espa?ol no son irrelevantes. Importan antes que a nadie a los catalanes no independentistas, pero tambi¨¦n a todos los dem¨®cratas, en Espa?a, en Europa y en el resto del mundo. Porque el encuadramiento de ciudadanos para realizar vistosas coreograf¨ªas de masas, as¨ª como los llamamientos a la acci¨®n directa en las calles mientras se cierran los parlamentos, todo ello realizado en nombre de un ideal nacional, parecen llevar la impronta de ideolog¨ªas que preconizaban la destrucci¨®n de la democracia con la excusa de realizarla.

Las libertades que garantiza el sistema democr¨¢tico espa?ol, y de las que los independentistas se proponen hacer uso, son tan amplias que amparan, incluso, la posibilidad de que la Generalitat llame a manifestarse contra el Estado del que forma parte. La ¨²nica contrapartida que exige, como cualquier otro sistema democr¨¢tico, es que no por promover esas movilizaciones deje de cumplir las responsabilidades institucionales que le corresponden, en particular las de orden p¨²blico. Los independentistas parecen pensar que mantenerlo es solo evitar episodios de violencia, a fin de verse a s¨ª mismos como Mandela; por sus a?os gobernando Catalu?a deber¨ªan saber ya que el orden p¨²blico incluye tambi¨¦n la protecci¨®n de los derechos de los ciudadanos que no desean protestar en las calles ni faltar a sus trabajos. La democracia que tanto invocan las fuerzas independentistas exige que la misma Generalitat que promueve altas temperaturas para este oto?o los tome en cuenta.