Todos los colores de Vicente Verd¨²

NO HE CONOCIDO a un pintor tan agradecido al hecho de pintar como Vicente Verd¨². Estar pintando era para ¨¦l vivir con plenitud, algo a lo que reservaba los mejores momentos. ¡°Solo pinto cuando estoy de buen humor y sin ning¨²n achaque¡±, me dec¨ªa.

Su relaci¨®n con los materiales del pintor era de una gran sensualidad. La visita a mi proveedor de papel se iniciaba con un ritual antes de tomar ninguna decisi¨®n. Preguntaba por los papeles nuevos, los acariciaba, los ol¨ªa y luego preguntaba de d¨®nde ven¨ªan, de qu¨¦ era la pasta base, c¨®mo respond¨ªan a la humedad y al sol. E igual suced¨ªa en las tiendas de los colores con los botes y tubos de pinturas. Matices, grados de transparencia, reacci¨®n a los disolventes, tiempos de secado. Una curiosidad ilimitada y contagiosa. Cuando me llamaba para ¡°ir de compras¡±, ya sab¨ªa que deb¨ªa dar el d¨ªa por perdido para el trabajo, pero no para el placer de la conversaci¨®n inteligente y sensible. Nuestras discusiones sobre la opci¨®n de ¨®leo o acr¨ªlico terminaron el d¨ªa que me di cuenta de que Vicente, que no se resist¨ªa a dar pinceladas de ¨®leo en un lienzo pintado con acr¨ªlico, lo hac¨ªa no por razones crom¨¢ticas, sino porque no pod¨ªa prescindir del olor del ¨®leo y la trementina.

Vicente era un gran gourmet de la cocina del Taller. Nos intercambi¨¢bamos recetas de barnices y secativos, del ¨²ltimo grafito oleoso que hab¨ªamos descubierto, de utilizar pastas base o no para los cartones, de algod¨®n o lino para los lienzos, de proporciones en los disolventes. Hace a?os escuchamos en Londres una conferencia de Frank Auerbach en la Tate de siempre, en la que hac¨ªa una brillante defensa de la pintura en una sola sesi¨®n, del cuadro que comienzas y ya no te separas hasta que est¨¢ terminado. Y desde entonces esa era la estrategia de Verd¨².

Nunca hac¨ªa bocetos en papel o primeras aproximaciones con carboncillo al lienzo. ¡°Las fases en la pintura de un cuadro abstracto¡±, sosten¨ªa, ¡°deben ser como el discurrir de la vida¡±. Un primer trazo, azaroso, conduce al ?segundo y al tercero, de modo que el conjunto, sin haberlo previsto, adquiere una primera personalidad que anuncia una ¡°suficiencia interior¡±, una se?al de independencia que para Verd¨² era la clave del proceso pict¨®rico, que culmina cuando el cuadro se ha emancipado del pintor. A diferencia del realismo, la abstracci¨®n ¡°debe hallar su orden y su fin para vivir en s¨ª misma¡±. Es un proceso de ensayo y error, de sonido y ruido.

¡°Lo m¨¢s parecido a pintar cuadros es escribir poemas¡±, me dijo hace unos a?os cuando decidi¨® aparcar un tiempo el ensayo para dedicarse a la poes¨ªa y con toda intensidad a la pintura. Se ve¨ªa a s¨ª mismo como un colaborador, alguien que escucha y deja hablar al cuadro y al poema. ¡°?Qu¨¦ mayor experiencia que observar un lienzo, aparentemente blanco e inanimado, cobrar vida en nuestra presencia?¡±, se preguntaba. Hay que ser un gran creador para habitar ese asombro.?