Vicente Verd¨², poeta
El poeta nos dej¨® con su ¨²ltimo libro mucho m¨¢s que un ejercicio ret¨®rico, nos dej¨® una gu¨ªa para afrontar la?muerte
Vicente Verd¨², fallecido el pasado 21 de agosto, public¨® muy poca poes¨ªa. En ese g¨¦nero cabe situar su primer libro, aparecido en 1971 y cuestionado por la censura; un libro at¨ªpico, hijo de la ¨¦poca y lindante con la psicodelia cuyo t¨ªtulo fue inspirado por un verso de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, Si usted no hace regalos, le asesinar¨¢n, y muchos a?os despu¨¦s, un breve poemario, Poleo menta, escrito a finales de los a?os sesenta pero publicado en 1990. Dos libros muy especiales, at¨ªpicos en su vasta bibliograf¨ªa esencialmente ensay¨ªstica, que preludiaban el perturbador La muerte, el amor y la menta (Bartleby, 2018).
Vista en perspectiva, la primera tentativa po¨¦tica de Verd¨² mostraba algunos de los mimbres que, a lo largo de su trayectoria, dar¨ªan cuerpo a su ingente labor en prosa: la evoluci¨®n de nuestras sociedades, la iconograf¨ªa de la modernidad dando sentido a los cambios vividos en el ¨¢mbito cultural por su generaci¨®n. No es casual, por ello, que el verso ¡°prestado¡± por V¨¢zquez Montalb¨¢n para el t¨ªtulo formara parte del poema ¡®Variaciones sobre un 10% de descuento¡¯, a su vez integrado en el cap¨ªtulo que cierra Una educaci¨®n sentimental titulado ¡®Liquidaci¨®n de restos de serie¡¯. Pero esa preocupaci¨®n pasar¨ªa a sus ensayos, dejando la l¨ªrica para obsesiones m¨¢s ¨ªntimas: quiz¨¢ por ello, en la poes¨ªa posterior de Verd¨² surgir¨ªa una verdad honda, radical. Una verdad que se afila y afirma en los poemas de La muerte, el amor y la menta.
La poes¨ªa como r¨ªo subterr¨¢neo, hermanado con su muy s¨®lida obra pl¨¢stica, y como espacio de reflexi¨®n sobre las experiencias m¨¢s contundentes de la vida: el amor, la muerte, la felicidad. La poes¨ªa como depuraci¨®n extrema de su relaci¨®n con el mundo, con los otros y, sobre todo, consigo mismo, con sus miedos, con sus gozos y con sus incertidumbres. Nov¨ªsimo por edad pero (a diferencia de todos ellos) volcado sobre todo en la prosa, en el ensayo, proyect¨® su pasi¨®n po¨¦tica en su mayor grado de intensidad en su ¨²ltimo libro, escrito cabalgando el caballo indomable de un c¨¢ncer y tanteando las sombras que en tiempo de enfermedad extiende la muerte sobre la cotidianidad m¨¢s prosaica.
Le¨ª el manuscrito a principios de 2017 a sugerencia de la agente literaria ?ngeles Mart¨ªn y durante varias semanas buena parte de las im¨¢genes que Vicente iluminaba (es un decir) me tuvieron realmente inquieto, casi conmocionado. Sab¨ªa de su grave enfermedad y advert¨ªa en ellas una suerte de di¨¢logo con la vida estableciendo algo parecido a un balance y dibujando a la vez, sin angustia y con serenidad, los contornos del abismo. El poeta ten¨ªa conciencia de estar ante su ¨²ltimo libro: leer La muerte, el amor y la menta es acceder a espacios imaginarios, casi on¨ªricos, pero profundamente arraigados en la realidad. El de la memoria, el de las sensaciones que el autor fue acumulando en relaci¨®n con la felicidad en la edad de la inocencia, con el tiempo de la juventud en su contraste con el presente y con el agujero negro del futuro. El del amor, convertido en tierra de recapitulaci¨®n, en lugar contradictorio, inseguro y seguro a la vez pero esencial para la vida: ¡°El amor solo sabe de s¨ª?/ al hospedarse en el otro.?/ Pero si fuera mucho m¨¢s f¨¢cil amar?/ nos querr¨ªamos todos como bestias¡±. El del pensamiento y, hasta cierto punto, el de la filosof¨ªa, un hilo que recorre el libro de principio a fin. Preguntarse por la vida (¡°Qu¨¦ cosa pasajera es¡±), por los l¨ªmites del sue?o, por las dudas que alientan en toda relaci¨®n amorosa, por la belleza y su dif¨ªcil concreci¨®n, por el lenguaje y sus capacidades, por el miedo, por el valor de las peque?as cosas que definen la cotidianidad (¡°El deber?/ de atarse los zapatos cada d¨ªa¡±), por la culpa y sus secuelas: ¡°Me arrepiento de no haber dado m¨¢s de m¨ª¡±, escribi¨® Vicente.
Sin duda, los dos conceptos que acaban por determinar el clima del libro d¨¢ndole una vibraci¨®n existencial cargada de belleza y de fatalidad son el de la enfermedad, dominado por conceptos aprendidos en la relaci¨®n con los m¨¦dicos, con el hospital, con el nombre y los efectos de ciertas medicinas, y el de su derivada, la muerte. Verd¨² reflexiona sobre el vac¨ªo, sobre el final entrevisto en los otros (¡°?Tu muerte??/ Dejo de verte unos momentos y has muerto¡±, escribe). El desconcierto ante esa posibilidad concebida como ¡°ese raro abismo de la defunci¨®n¡±, un pasaje al vac¨ªo casi inveros¨ªmil, en todo caso promotor de una perplejidad ilimitada.
Pocas veces la poes¨ªa act¨²a como medio de enfrentamiento a una experiencia l¨ªmite desde su propio coraz¨®n, desde la matriz de lo vivido. Vicente Verd¨², que en la presentaci¨®n del libro en Madrid el pasado febrero se encarg¨® de subrayar la importancia de la poes¨ªa en su cat¨¢logo de preocupaciones est¨¦ticas y en relaci¨®n con su pintura, nos dej¨® con su ¨²ltimo poemario mucho m¨¢s que un ejercicio ret¨®rico: una gu¨ªa para afrontar la muerte. ¡°Que la vida iba en serio?/ uno lo empieza a comprender m¨¢s tarde¡±, escribi¨® Gil de Biedma. Verd¨² lo supo y lo comprendi¨®. La vida iba en serio. Por eso tal vez se aprest¨® a interpretarla a trav¨¦s del poema en el momento m¨¢s dif¨ªcil de la existencia. Todo un poeta. Con may¨²scula.
Manuel Rico es narrador, poeta y cr¨ªtico literario. Es director de la colecci¨®n de poes¨ªa de Bartleby Editores, en la que public¨® Vicente Verd¨².
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