Oliver Sacks y los ojos de Dalton
El neur¨®logo se propuso investigar la dificultad visual que sufren la mayor¨ªa de los habitantes de Pingelap y c¨®mo el daltonismo va a condicionar la vida cotidiana en la isla
A principios de los a?os noventa, el neur¨®logo Oliver Sacks viaj¨® hasta Pingelap, un peque?o atol¨®n del Pac¨ªfico Sur donde la mayor¨ªa de sus habitantes sufre incapacidad para distinguir los colores. Acompa?ado por el oftalm¨®logo Bob Wasserman y por el doctor Knut Nordby -psic¨®logo noruego que tambi¨¦n sufr¨ªa ceguera para los colores- Oliver Sacks se situ¨® en Pingelap para contarnos la vida de sus habitantes y lo hizo a trav¨¦s de las p¨¢ginas de un libro cient¨ªfico que se lee como un libro de viajes, La isla de los ciegos al color (Anagrama).
En el citado trabajo, Sacks se pone a investigar la dificultad visual que sufren la mayor¨ªa de los habitantes de Pingelap y c¨®mo esta va a condicionar la vida cotidiana en la isla, as¨ª como el mundo interior que se origina en cada una de las personas que sufre dicha peculiaridad. La lectura de La isla de los ciegos al color nos lleva a pensar en historias que no son de este mundo, tal vez por la relaci¨®n que el trabajo de Oliver Sacks guarda con la literatura fant¨¢stica.
Porque en el libro de Sacks encontramos ecos de H.G Wells y de su relato titulado El pa¨ªs de los ciegos, una ficci¨®n donde Wells cuenta que sus habitantes han estado ciegos durante generaciones y por ello buena parte de su imaginaci¨®n se ha ido transformando en un nuevo imaginario; en nuevas realidades ficticias condicionadas por la percepci¨®n y agudeza de sus o¨ªdos as¨ª como por el sentido del tacto. De esta manera, pongamos que inspirado por H. G. Wells, el neur¨®logo brit¨¢nico busca la influencia del daltonismo en el quehacer diario de los habitantes de Pingelap, descubriendo que los mejores pescadores nocturnos son dalt¨®nicos, ya que, a trav¨¦s de los brillos de la luna, reflejada en las escamas, perciben el movimiento de los peces bajo el agua.
Resulta curioso comprobar c¨®mo, durante la Segunda Guerra Mundial, los hombres con esta caracter¨ªstica en la visi¨®n fueron destinados a los bombarderos debido a su capacidad para distinguir el camuflaje. Pero volvamos a Pingelap, ya que, la hip¨®tesis m¨¢s probable del daltonismo de la mayor¨ªa de sus habitantes tiene un origen gen¨¦tico. El daltonismo es un trastorno cong¨¦nito y en el caso de Pingelap, lo que nos revela el daltonismo de sus habitantes es la relaci¨®n de parentesco entre ellos. En 1780, despu¨¦s de que un tsunami arrasara la isla, su rey -que fue uno de los pocos supervivientes- decidi¨® repoblarla y para ello se dedic¨® a procrear con las mujeres que quedaron. El citado rey sufr¨ªa dicha alteraci¨®n en la visi¨®n y la dej¨® en herencia gen¨¦tica. Todo indica que esa fue la causa del defecto visual que sufren la mayor¨ªa de sus habitantes.
Por ¨²ltimo, unas palabras acerca del hombre que padeci¨® ceguera gen¨¦tica para los colores y dio nombre al daltonismo: John Dalton, nacido en Eaglesfield, Gran Breta?a, en 1766, en el seno de una familia humilde y que dedic¨® su vida al estudio de la ciencia. Su peculiaridad visual le llevar¨ªa a confundir frascos y probetas en el laboratorio pero eso no le impidi¨® formular una ley que llevar¨ªa su nombre. Dicha ley nos viene a decir que, en una mezcla de gases, la presi¨®n total de la misma es el resultado de la suma de las presiones parciales de cada gas si s¨®lo uno ocupase el volumen ocupado por la mezcla.
Volviendo a su problema de visi¨®n, Dalton crey¨® durante toda su vida que la alteraci¨®n visual que sufr¨ªa se encontraba dentro de su globo ocular en forma de fluido coloreado. Como no le fue posible comprobar su hip¨®tesis sin arrancarse los ojos, decidi¨® donarlos despu¨¦s de muerto. Su m¨¦dico, Joseph Ransome, se dispuso a seguir la ¨²ltima voluntad del cient¨ªfico y extrajo los ojos al cad¨¢ver para estudiarlos sin ¨¦xito, ya que, no encontr¨® fluido de color alguno dentro de ellos. Por lo dem¨¢s, los ojos de Dalton se pueden encontrar en el s¨®tano del Museo de Ciencias de Manchester, desde donde Antonio Mart¨ªnez Ron arranca su libro El ojo desnudo (Cr¨ªtica), un tratado de divulgaci¨®n cient¨ªfica que tiene como protagonistas a hombres y mujeres que percibieron lo invisible. Un libro del que hablaremos en otro momento.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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