Aniversario de un recuento

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha exigido del Gobierno de Pedro S¨¢nchez la convocatoria de un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n como los celebrados en Quebec, despu¨¦s de reivindicar el modelo de Escocia. Lo m¨¢s destacable de la iniciativa no es su escasa novedad, sino el hecho de que tenga lugar apenas d¨ªas antes de una fecha que las fuerzas independentistas desean incorporar a una mitolog¨ªa nacional para uso exclusivo de sus partidarios. Ma?ana har¨¢ un a?o que la Generalitat convoc¨® como refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n lo que, en realidad, fue un recuento extraoficial de sus partidarios, a quienes citaron ante unas urnas tra¨ªdas en secreto desde China y contabilizaron seg¨²n un censo obtenido violentando el secreto de sus datos personales. Los propios partidos independentistas saben que el principal problema de las cifras ofrecidas como resultados de aquella jornada no es que carecieran de garant¨ªas, sino que eran tautol¨®gicas, puesto que lo ¨²nico que demostraron es que los partidarios de la independencia de Catalu?a son, en efecto, partidarios de la independencia de Catalu?a.

El discurso mantenido hasta hace pocas semanas por el president Torra pretend¨ªa fundar en el primero de octubre la supuesta legitimidad, no ya de una ef¨ªmera declaraci¨®n unilateral de independencia que juzgar¨¢n los tribunales, sino de la totalidad de las decisiones de ruptura que anunci¨® al comienzo de su mandato, y de las que ha ido desdici¨¦ndose. De ah¨ª que la reciente invocaci¨®n al modelo de Quebec solo tenga significado si se interpreta en el sentido de que, finalmente, el president Torra ha reconocido que los partidos independentistas no pueden hacer rigurosamente nada con los supuestos resultados del 1 de octubre que se disponen a conmemorar ma?ana. Los ciudadanos que se oponen al programa pol¨ªtico de la independencia nunca dejaron de saberlo, como tambi¨¦n han comenzado a sospecharlo muchos de los que lo apoyan.

Unos y otros se merecen, sin embargo, que el president Torra lo reconozca p¨²blicamente, en lugar de seguir respaldando manifestaciones con las que alimentar la fantas¨ªa de una rep¨²blica que no existe y de una lucha ¨¦pica que, en realidad, se desarrolla en el marco de una Constituci¨®n democr¨¢tica. Catalu?a no es independiente, no porque la asfixie ning¨²n Estado represor, como aseguran los partidos independentistas haciendo parad¨®jicamente uso de los derechos y libertades de los que gozan dentro de ¨¦l, sino porque la mayor¨ªa de sus ciudadanos ha rechazado dejarse imponer la secesi¨®n por v¨ªas de hecho, expresando su voluntad a trav¨¦s de urnas verdaderas y de elecciones celebradas con garant¨ªas.

Hace un a?o los cuerpos de seguridad del Estado intervinieron por orden del Gobierno central, intentando impedir que los partidarios de la independencia llegasen hasta las urnas desplegadas ilegalmente por la Generalitat. No basta con decir que la decisi¨®n pol¨ªtica fue un error; fue, adem¨¢s, una temeridad, en la medida en que puso en peligro la integridad de ciudadanos cuya responsabilidad se limitaba a haber acudido a la llamada de un Gobierno a¨²n m¨¢s temerario, que los convoc¨® a cometer una ilegalidad y que dio orden a su propia polic¨ªa de que se inhibiera ante ella. Un ¨²nico contusionado hubiera bastado para condenar la manera en la que el Estado, del que tambi¨¦n forma parte la Generalitat, arroj¨® a las calles un problema que deb¨ªa haber resuelto en las instituciones. Pero la manipulaci¨®n de las cifras de personas atendidas en los hospitales, as¨ª como de la gravedad de sus lesiones, es un estigma que perseguir¨¢ a los l¨ªderes independentistas cada vez que invoquen una jornada que ellos mismos quieren olvidar, pero no saben c¨®mo.