C¨®mo Kim Kardashian y Kanye West urdieron su plan de dominaci¨®n mundial
Si la cultura pop es la pol¨ªtica del siglo XXI aqu¨ª tenemos a los amos del mundo. Incluso t¨², que crees que la pareja no te influye en tu d¨ªa a d¨ªa, est¨¢s equivocado
¡°Porque estaba cachonda y porque me apetec¨ªa¡±. As¨ª le explicaba Kim Kardashian a su hermana Khloe su motivaci¨®n para grabar el v¨ªdeo casero er¨®tico filtrado en 2007, supuestamente sin su consentimiento, por la productora porno Vivid Entertainment. Aquella sex tape acabar¨ªa siendo la g¨¦nesis de su transformaci¨®n de hija m¨¢s guapa del mejor amigo y abogado de O.J. Simpson, Robert Kardashian, en mujer m¨¢s observada del planeta y por tanto, en tiempos de Instagram, la m¨¢s poderosa. Keeping up with the Kardashians, su reality show, reinvent¨® la forma de consumir a las celebridades: ya no hu¨ªan de las c¨¢maras, sino que las invitaban al sal¨®n de sus casas para controlar su imagen en un mundo digital donde nadie est¨¢ a salvo de atentados contra ella.
¡°La premisa de sus productos, desde el maquillaje hasta sus apps oficiales donde muestran instantes privados de sus vidas, es acercar al consumidor a su estatus. Las Kardashian transmiten la impresi¨®n de que cualquiera podr¨ªa conseguir un imperio como el suyo [Forbes ha declarado a Kylie?Kardashian ¡®la milmillonaria hecha a s¨ª misma m¨¢s joven de la historia¡¯, con el consiguiente ultraje en la secci¨®n de comentarios], aunque ellas partiesen del apoyo econ¨®mico de su padre¡±, indica la periodista Amanda Fortini.
Juntos han forjado un nuevo paradigma para los conceptos de clase, de triunfo y de poder. Y todo mediante su imagen. Percepci¨®n es, m¨¢s que nunca en el siglo XXI, realidad
La ambici¨®n empresarial de Kim pasa por reclamar el control sobre su imagen que le fue arrebatado con aquella sex tape. En 2011 demand¨® a Old Navy por utilizar a una imitadora en su publicidad: consider¨® que estaban plagiando su cara, su est¨¦tica y su actitud. La campa?a fue retirada. ¡°Ya que el azar o mis elecciones me han dado una vida sin privacidad¡±, escrib¨ªa Kim en el prefacio de Selfish, un libro de Rizzoli con 448 p¨¢ginas de selfis de s¨ª misma, ¡°voy a violar yo mi propia privacidad y me voy a divertir haci¨¦ndolo¡±.
Y entonces esta mujer que solo conoc¨ªa el privilegio se enamor¨® de un hombre que solo hab¨ªa vivido obst¨¢culos.
Kanye West (Georgia, EE UU, 1977), el m¨²sico m¨¢s influyente del siglo XXI, sublim¨® el hip hop para devolv¨¦rselo al pueblo. Huy¨® del look gangsta, critic¨® la homofobia del rap y reflexion¨® sobre las aflicciones del ¨ªdolo negro: menos ostentaci¨®n de dinero, poder y mujerzuelas; m¨¢s introspecci¨®n filos¨®fica, religiosa, familiar y pol¨ªtica; menos bases formulaicas y m¨¢s experimentaci¨®n con el pasado (el soul) y el futuro (la electr¨®nica).
Pero sus planes de dominaci¨®n mundial inclu¨ªan la moda, un arte que le obsesiona desde que de ni?o entendi¨® que jam¨¢s podr¨ªa permit¨ªrsela, y el rechazo de esta industria solo ratific¨® su discurso de conciencia de clase. En 2012, Hedi Slimane, entonces director creativo de Saint Laurent, le indic¨® que solo podr¨ªa acceder a su desfile en la Semana de la Moda de Par¨ªs si no iba a ning¨²n otro, una condici¨®n habitual pero que West se tom¨® como un desprecio personal. Se volvi¨® a su casa y compuso I am a god, el tercer tema de Yeezus. ¡°Mirad a toda esta gente¡±, clamaba en sus conciertos convirtiendo el escenario en un p¨²lpito para hacer a la industria de la moda entrar en raz¨®n, ¡°tenemos aqu¨ª 300.000 d¨®lares en camisetas¡±.
Lanzado sin previo aviso, sin promoci¨®n y sin portada, definido por su propio autor como una genialidad no en la l¨ªnea de los Beatles, sino en la de Le Corbusier o las pir¨¢mides, Yeezus fue su primer ¨¢lbum Kardashian. Alex Frank, cr¨ªtico de Pitchfork, considera que el disco ¡°anim¨® a las estrellas del pop a sentirse c¨®modas deconstruyendo la estructura de sus canciones y experimentando con producciones extra?as e improbables; en cuanto a los temas, impuls¨® a la gente a convertir lo personal en pol¨ªtica¡±. En el v¨ªdeo de Bound 2, West cabalgaba una Harley recorriendo (cromas de) Am¨¦rica entera con su entonces novia desnuda y encaramada a ¨¦l.
Seg¨²n la especialista Amanda Fortini, el exhibicionismo de Kim resulta tanto narcisista (lo hace para provocar reacciones) como empoderado (que muchas de esas reacciones sean ataques machistas, clasistas o mis¨®ginos no la detiene) y sin duda pol¨ªtico: esta vez es ella quien decide desnudarse en sus propios t¨¦rminos, por su propio placer y para su propio beneficio. Kanye West hab¨ªa encontrado a su Penny Lane y ella se desnud¨® para que, a partir de entonces, ¨¦l la vistiera. Literalmente.
Hace unos meses, West declar¨® que considera la esclavitud ¡°una elecci¨®n¡± de los negros. D¨ªas despu¨¦s su mujer aclar¨® que est¨¢ segura de que ¨¦l no quer¨ªa decir eso. Nadie hizo m¨¢s preguntas
¡°Todos mis contactos y mis amigos me dieron la espalda¡±, recuerda West de su matrimonio con Kardashian, ¡°la supuesta tracci¨®n que yo estaba consiguiendo en el mundo de la moda desapareci¨® y por fin pude asistir a la escuela¡±. No se refiere a su beca de 2009 en Fendi, sino a la casa de su suegra (¨¦l la llama ¡°mam¨¢¡±: la muerte de su madre real le sumi¨® en la depresi¨®n y en la composici¨®n del ¨¢lbum 808s & heartbreak, considerado una excentricidad en su momento, pero esencial para entender el actual sonido de Drake o The Weeknd), Kris Jenner, madre, manager y productora ejecutiva de Keeping up with the Kardashians. En chez Jenner, West desmembraba prendas para comprender su proceso de creaci¨®n. ¡°Redise?aba ropa junto a Kim. Deshac¨ªamos faldas de C¨¦line, chaquetas de Saint Laurent, tops de Zara¡ Mir¨¢bamos las fotos y d¨ªa a d¨ªa progres¨¢bamos. Nos hac¨ªamos mejores el uno al otro¡±.
¡°Nos fascina el poder y m¨¢s a¨²n cuando dos figuras poderosas se alinean, creando esa entidad mitol¨®gica llamada power couple¡±, explica Fortini. ¡°?C¨®mo estas dos personas, individualmente importantes por derecho, consiguen que la combinaci¨®n funcione? ?C¨®mo funciona el poder dentro de su matrimonio?¡±, reflexiona Amanda Fortini. ¡°Al ser considerado un genio musical, ¨¦l le aporta un cach¨¦ art¨ªstico elevado. Ella, que transmite una imagen s¨®lida y centrada, funciona como una especie de testigo de car¨¢cter ante las declaraciones o actos cuestionables o controvertidos de ¨¦l¡±.
Internet ri?e a West una y otra vez, pero lo reconoce como su tuitero alfa: un tipo que opina con vehemencia (acus¨® de racismo a los Grammy por premiar a Beck en lugar de a Beyonc¨¦), pero con ignorancia (reconoci¨® no haber escuchado el ¨¢lbum de Beck). Hace unos meses, West declar¨® que considera la esclavitud ¡°una elecci¨®n¡± de los negros. D¨ªas despu¨¦s su mujer aclar¨® que est¨¢ segura de que ¨¦l no quer¨ªa decir eso. Nadie hizo m¨¢s preguntas.
La comodidad con la que Kanye se sienta en el sof¨¢ de un opulento matriarcado blanco (el director de D¨¦jame salir, Jordan Peele, brome¨® que se inspirar¨ªa en ellos para la secuela) confirma la reescritura de clase, g¨¦nero y raza que el clan representa. Un mes antes de su boda, Kimye la celebr¨® en la portada de la edici¨®n estadounidense de Vogue, un rubic¨®n que ninguno de los dos habr¨ªa alcanzado por separado y una legitimizaci¨®n cultural oficial similar a la del mundo del lujo rindi¨¦ndose por fin a la ropa deportiva. Kim le dio a Kanye una repercusi¨®n masiva que ¨¦l reconverti¨® en valor comercial para su carrera en la moda: puede que perdiera pedigr¨ª art¨ªstico al casarse con ella, pero gan¨® clientes (en el idioma de la industria, poder) y eso hizo que la ¨¦lite textil le abriese lo que entonces era su puerta de atr¨¢s y hoy es una obsesi¨®n para miles de consumidores que no solo disfrutan comprando sino compitiendo en el mercado de reventa: las ediciones limitadas de calzado deportivo. Hoy, un par de zapatillas dise?adas por West, descatalogadas y sin usar, alcanzan los 43.000 euros.
En 2015 West debut¨® con su colaboraci¨®n con Adidas, Yeezy (diminutivo de Yeezus: Jesucristo es una de las figuras con las que a West le gusta compararse junto a Walt Disney o Steve Jobs), con un discurso m¨¢s pol¨ªtico que cualquier otro par de zapatillas y continuista con sus pretensiones musicales: acercar la vanguardia a las masas. ¡°Solo me interesa fabricar productos bonitos para la mayor cantidad de gente posible, lo menos que puedo hacer es emplear mi vida en darle a los dem¨¢s un pedazo de la buena vida¡±, explicaba West.
¡°Todo el mundo deber¨ªa tener esa vida. Antes de Amancio Ortega o H&M, era f¨¢cil identificar qui¨¦n ten¨ªa dinero y qui¨¦n no. La moda se basaba en el elitismo y el separatismo, yo me opongo a eso. Ha sido una distracci¨®n presentarle al mundo esa idea de que un hombre negro heterosexual de Chicago, que rapea, que est¨¢ casado con una estrella de la telerrealidad, no podr¨ªa dise?ar un abrigo o una camiseta, que su opini¨®n no es suficiente. Y esto es como votar. La moda es opinar. Y yo tengo muchas opiniones¡±, sentencia West.
Aquel mismo 2015 Beyonc¨¦ se cerraba en s¨ª misma, dejaba de conceder entrevistas y anunciaba su embarazo retratada como una virgen barroca (y vestida de Palomo Spain) en Instagram. Kim, por su parte, desidealizaba el embarazo explicando con todo detalle la deformidad, el dolor y la dependencia que su cuerpo hab¨ªa sufrido durante las gestaciones de North y Saint (Chicago ha sido concebida mediante gestaci¨®n subrogada). Beyonc¨¦ cierra el Louvre, junto a su marido Jay-Z, para un videoclip. Kanye presenta su ¨¢lbum Ye (cuyas letras escribi¨® en 48 horas, tras hacer lo mismo que el resto de americanos aquel fin de semana: ver Deadpool 2) en una granja de Wyoming junto a aldeanos, su mujer y Jonah Hill.
Kanye y Jay-Z trabajaron juntos en 2001 cuando el de Chicago era solo un prometedor productor. Una d¨¦cada despu¨¦s, grabaron un disco juntos, Watch the throne. Hoy no se hablan. ¡°Kanye sabe que se pas¨® de la raya¡±, ha declarado Jay-Z. Durante un tiempo, compartieron una visi¨®n pero, como le ocurre a Black Panther y a su villano Killmonger, m¨¦todos incompatibles para materializarla: inclusividad versus exclusividad. Los Kardashian-West son a los Knowles-Carter lo que los Trump a los Obama: una versi¨®n provocadora, autobronceada y populista pero que, en la era del selfi (el iPhone naci¨® en 2007, a la vez que el reality de las Kardashian), permite ostentar el mismo poder.
West ha apoyado en Twitter a Donald Trump, al considerar que ambos tienen ¡°energ¨ªa de drag¨®n¡±, y ha postergado sus planes de asalto a la Casa Blanca a 2024 para que el actual presidente complete sus dos mandatos. En un mundo obsesionado con entretenerse, que Kim Kardashian acabe como primera dama resulta cada d¨ªa una distop¨ªa menos descabellada.
De momento est¨¢ ocupada con KKW Beauty, una compa?¨ªa cosm¨¦tica de la que ella es CEO, dise?adora y ¨²nica accionista y que ha facturado 100 millones de d¨®lares (86,5 millones de euros) en su primer a?o. El poder de Kardashian ya no es abstracto y adem¨¢s es extensible a su familia: cuando su hermana y rival directa en atenci¨®n Kylie Jenner dej¨® caer en Twitter que Snapchat estaba pasado de moda, las acciones de la compa?¨ªa se desplomaron un 6 % (1.100 millones de euros).
Kim no solo ha recuperado autonom¨ªa sobre su imagen, sino que ha reconfigurado la de millones de mujeres de diverso aspecto y clase social alrededor del mundo ayud¨¢ndolas a experimentar qu¨¦ tal es ser una Kardashian a un m¨®dico precio (un modelo de negocio imitado incluso por Rihanna con la superventas Fenty Beauty). Kim, pionera en abrir una ventana a las vidas de los ricos y famosos, ha acabado emulando la filosof¨ªa de su marido al ofrecer ¡°un pedazo de la buena vida¡± al pueblo.
¡°Andy Warhol escribi¨® una vez que lo que hac¨ªa grande a Am¨¦rica es haber iniciado una tradici¨®n donde los ricos consumen lo mismo que los pobres: ves un anuncio de Coca-Cola y sabes que el presidente, Liz Taylor y t¨² la beb¨¦is¡±, apunta Alex Frank, ¡°y esta es la clave de Kanye. Se ve a s¨ª mismo en una estirpe de titanes empresariales americanos como Disney o Jobs, que vend¨ªan productos tan aspiracionales como accesibles. Esta es la base de la cultura americana, y Kanye lo comprende¡±.
Ni ¨¦l ni ella, por separado, contaban con la aprobaci¨®n social de ninguna ¨¦lite (por eso mismo se llaman ¨¦lites). Kim, por ser una mujer sexualmente expl¨ªcita y una nueva rica. Kanye, por su raza y por ser un rapero que pretend¨ªa erigirse como el Robin Hood de la moda. Pero juntos han forjado un nuevo paradigma para los conceptos de clase, de triunfo y de poder. Y todo mediante su imagen. Percepci¨®n es, m¨¢s que nunca en el siglo XXI, realidad, y Kim se comport¨® como una estrella del mismo modo que Kanye actuaba como un prescriptor sartorial (cuando ninguno de los dos lo era) con tanta convicci¨®n que ambos han acabado consigui¨¦ndolo. Porque el sue?o americano no se crea ni se destruye, solo se transforma.
¡°Las Kardashian no saben cosas, las sienten. No quieren algo, lo merecen¡±, explicaba Vanessa Grigoriadis en Rolling Stone. Esta visceralidad es lo que convierte a Kim y Kanye en almas gemelas, lo que obsesiona al p¨²blico con ellos y lo que les hace causa y consecuencia del momento cultural presente: son gente buena en ambos bandos que dice las cosas tal y como son, gente que no esconde sus miserias sino que las expone y las transforma en producto de consumo y gente que, como el ¨¢rbol que cae en el Amazonas, parece existir solo si alguien la escucha.
Son el siglo XXI. Porque si, seg¨²n teoriza el fil¨®sofo Mark Conard, la sociedad ha reemplazado a la religi¨®n por la cultura pop como gu¨ªa, referente y adhesivo para mantener unida la comunidad, Kimye es, tal y como promet¨ªa West en su canci¨®n, un dios. Quiz¨¢ de barro, pero muy bien vestido. Y en el mundo actual la imagen lo es todo. Eso nos lo han ense?ado las Kardashian.
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