Brasil en el abismo del fascismo
El gobierno del miedo
En el primer turno de las elecciones nacionales ha vencido la pol¨ªtica del miedo.
Bolsonaro es un fascista.
Si lo es, resulta inevitable preguntarse cu¨¢les son las razones que podr¨ªan transformarlo en el futuro presidente de uno de los diez pa¨ªses m¨¢s poderosos del plantea. Una naci¨®n que, hasta hace s¨®lo dos a?os, viv¨ªa un proceso de expansi¨®n y universalizaci¨®n de derechos ciudadanos, que comenzaba a conquistar algunas de las aspiraciones de justicia social y de igualdad consagradas en una innovadora y ambiciosa Constituci¨®n Nacional que acaba de cumplir 30 a?os.
Ocurre que Bolsonaro no es la causa de una democracia que agoniza, sino su consecuencia.
Cuando se siembra la desconfianza, el miedo, el odio y el desprecio hacia la institucionalidad democr¨¢tica, por m¨¢s fragilidades y defectos que ella posea, lo que se construyen son las bases ¨¦ticas y pol¨ªticas de reg¨ªmenes totalitarios y desp¨®ticos. El titular del peri¨®dico O Globo, el d¨ªa siguiente del golpe de Estado que dio inicio a la dictadura militar que asol¨® Brasil por m¨¢s de dos d¨¦cadas fue: ¡°resurge la democracia¡±. Medios de comunicaci¨®n y empresarios golpistas, pol¨ªticos y jueces golpistas, militares e iglesias pentecostales golpistas, se vuelven m¨¢s fuertes y convincentes cuando las sociedades se despolitizan, cuando la narrativa democr¨¢tica se vuelve sospechosa y la sociedad indiferente a una barbarie que se trivializa.
Bolsonaro no es la causa de una democracia que agoniza, sino su consecuencia.
Bolsonaro fue un mediocre militar, retirado al alcanzar el grado de capit¨¢n. Hace 25 a?os ejerce un tambi¨¦n mediocre mandato como diputado. Muchos, dentro y fuera de Brasil, lo conocieron cuando vot¨® a favor de la destituci¨®n de Dilma Rousseff, dedic¨¢ndoselo a la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, que la hab¨ªa torturado cuando ella ten¨ªa 19 a?os. Ustra comand¨® el principal centro clandestino de detenci¨®n durante la dictadura militar. Torturaba a sus v¨ªctimas y, cuando eran mujeres, adem¨¢s de violarlas, sol¨ªa llevar sus hijos para que las vieran moribundas, ensangrentadas, desnudas, abrigadas s¨®lo por su valent¨ªa y por su dignidad. Bolsonaro homenajea a Ustra cada vez que puede. No es aislado este hecho con el reconocimiento y el protagonismo que logr¨® mete¨®ricamente este militar s¨®lo c¨¦lebre por sus insultos racistas y machistas, por su apolog¨ªa a la tortura y por su permanente desprecio hacia los derechos humanos.
Los que rondan las mafias delictivas vinculadas al paramilitarismo, los que se cobijan a la sombra de las oligarqu¨ªas empresariales antidemocr¨¢ticas y los que sobreviven en el anonimato de un parlamento clientelista y corrupto, suelen mimetizarse con los excrementos de las cloacas del poder. Por eso, los dem¨®cratas los despreciamos, pero les prestamos poca atenci¨®n. Nunca llegar¨¢n a nada, pensamos. Son s¨®lo grises funcionarios del horror.
As¨ª fue siempre Jair Bolsonaro: un outsider, un inimputable, un loco, un idiota, un enfermo compulsivo y agresivo. Mientras tanto, sigui¨® pregonando impunemente su odio a la democracia, vali¨¦ndose de la protecci¨®n que la democracia le brindaba. Durante todos estos a?os, s¨®lo algunas heroicas diputadas lo enfretaron con coraje, recibiendo insultos y golpes. Cuando la democracia es as¨ª de generosa con sus enemigos, acaba masticando su propia aspiraci¨®n de libertad, igualdad y justicia, debilit¨¢ndose, volvi¨¦ndose fr¨¢gil, tenue, imperceptible.
Jair Bolsonaro fue siempre un outsider, un inimputable, un loco, un idiota, un enfermo compulsivo y agresivo.
Brasil sali¨® de la dictadura sin realizar un ajuste de cuentas con 21 a?os de opresi¨®n y violaci¨®n al estado de derecho democr¨¢tico. Cuando esto ocurre, las naciones suelen estar condenadas a repetir el pasado. Pero el pasado nunca se repite de la misma forma.
Las democracias s¨®lo sobreviven cuando la ciudadan¨ªa se vuelve activa, participativa, cuando el espacio p¨²blico es ocupado por sus propios due?os, por el pueblo y sus organizaciones populares, cuando los derechos se multiplican, cuando las libertades florecen, cuando le perdemos el miedo a la felicidad, cuando luchamos por lo que es com¨²n a todos.
Pocos d¨ªas antes de ser despose¨ªda del cargo que hasta hoy deber¨ªa ejercer, Dilma Rousseff le pidi¨® a Tereza Campello, su ministra de desarrollo social, que hiciera una encuesta entre las mujeres que participaban del programa Bolsa Familia. Cuando les preguntaron si su vida hab¨ªa cambiado gracias a esta iniciativa, m¨¢s del 90% de las mujeres consultadas dijo que s¨ª, que hab¨ªa cambiado para mejor, mucho o much¨ªsimo. Cuando les preguntaron por qu¨¦, m¨¢s del 80% dijo: ¡°gracias a Dios¡±. Fue estad¨ªsticamente irrelevante el n¨²mero de mujeres que sostuvieron que su vida hab¨ªa mejorado gracias a la democracia, o gracias a la acci¨®n de un gobierno democr¨¢tico.
En pol¨ªtica no hay espacios vac¨ªos. Y cuando los dem¨®cratas dejamos espacios vac¨ªos, los ocupan los mercaderes de la fe, como las iglesias evang¨¦licas pentecostales, los que trafican con la muerte, los profetas del odio, los fabricantes del miedo y de la desesperanza. Fueron esas ausencias y esas presencias las que parieron no uno, sino miles y miles de bolsonaros.
La democracia brasilera recibi¨® un nuevo y duro golpe. Entenderlo es una de las condiciones necesarias para seguir luchando por ella. Los fascistas pueden tener victorias, pero ¨¦stas ser¨¢n siempre pasajeras, mucho m¨¢s ef¨ªmeras de lo que ellos creen. Porque el fascismo est¨¢ condenado a ser siempre derrotado por los que seguimos, a pesar de todo, convencidos de que la esperanza vence al miedo.
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