Lo primero, la realidad
SI USTEDES DESEAN conocer las diferencias entre la renta per capita de Canad¨¢ y la de Espa?a, no las busquen en Google, f¨ªjense en los calcetines de los se?ores de la foto. En Canad¨¢, la econom¨ªa llega a las partes m¨¢s alejadas del cuerpo social, a las m¨¢s perif¨¦ricas, que son tambi¨¦n las m¨¢s necesitadas. Los pies no est¨¢n excluidos de la prosperidad global. Reciben tantos cuidados como el pecho; m¨¢s a¨²n, si cabe, puesto que en esta foto los ojos se nos van a los zapatos y a los calcetines del mandatario canadiense en vez de a su rostro, que ser¨ªa lo com¨²n. En Espa?a, en cambio, las desigualdades entre pobres y ricos no hacen otra cosa que aumentar frente a la indiferencia, cuando no a la complicidad, de los pol¨ªticos.
De ah¨ª que las extremidades de S¨¢nchez vayan de luto riguroso. Zapatos negros: verdaderos ata¨²des peque?itos para sus fr¨ªos pies, y calcetines que evocan a los de la terrible marca Ejecutivo, a juego con los pa?uelos funerarios que las abuelas de nuestros pueblos suelen llevar en la cabeza. La alegr¨ªa, el color, el regocijo, no llega a las clases bajas, lo que queda perfectamente metaforizado en esta imagen de una dureza ?inusual. Aqu¨ª solo acudimos al pod¨®logo in articulo mortis, porque les tenemos poca consideraci¨®n a los suburbios. Somos clasistas en lo econ¨®mico y centralistas en lo pol¨ªtico, por eso tambi¨¦n los problemas de unidad y ruptura en los que llevamos d¨¦cadas o siglos enredados. Algunos pensar¨¢n que la soluci¨®n pasar¨ªa por regalar a S¨¢nchez unos calcetines de corazones. Pero no: primero habr¨ªa que arreglar la realidad.?
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