La huida de una pr¨¢ctica que han sufrido 200 millones de ni?as
Cuatro mujeres j¨®venes cuentan c¨®mo es la vida despu¨¦s de haber logrado escapar de la mutilaci¨®n genital femenina
Silvia, Peninah y Mercy est¨¢n charlando, animadas. Es el primer d¨ªa de vacaciones y el momento de reencontrarse tras meses estudiando internas en diferentes colegios de la geograf¨ªa de Kenia. Durante las vacaciones escolares, en agosto y diciembre, no pueden volver a casa; ese es el momento en el que m¨¢s riesgo corren de ser mutiladas genitalmente por sus familiares, y despu¨¦s obligadas a contraer matrimonio. Por eso, durante esos dos meses, acuden al Centro de Rescate para ni?as masai que han huido de esta pr¨¢ctica, dirigido por la ONG local Tasaru Ntomonok y puesto en marcha en 1999 en Narok, en el Valle del Rift (Kenia).
En ese momento aparece Rose por sorpresa y la saludan efusivamente. Rose se escap¨® hace 12 a?os y estuvo acogida por Tasaru durante nueve. Ahora estudia en Nairobi en una universidad y se ha convertido en un referente para el resto.
La mutilaci¨®n genital femenina es una de las pr¨¢cticas m¨¢s radicales de la violencia de g¨¦nero, que afecta a m¨¢s de 200 millones de mujeres en m¨¢s de 20 pa¨ªses, y que, en la mayor¨ªa de los casos, se practica en la infancia. Supone una vulneraci¨®n de sus derechos m¨¢s b¨¢sicos y, adem¨¢s, tiene m¨²ltiples y duras consecuencias f¨ªsicas y psicol¨®gicas para toda la vida. Silvia, Peninah, Mercy y Rose se han salvado, pero la vida despu¨¦s de la "no mutilaci¨®n" no es un camino de rosas. Su vida cambia radicalmente, se desvinculan de sus familias desde muy peque?as y asumen la enorme responsabilidad de conducir sus vidas centradas en una herramienta b¨¢sica de poder: la educaci¨®n.
Ellas han hecho ese camino y cuentan ahora su experiencia, su futuro, sus esperanzas y sus miedos. Tres perfiles diferentes, en estadios avanzados del recorrido, pero todav¨ªa en camino. Son parte de una generaci¨®n que no ha sido cortada y que supondr¨¢n el cambio para el futuro.
Mercy Letura
Tiene 19 a?os y cinco hermanas, se escap¨® llev¨¢ndose a la m¨¢s peque?a y lleva siete acogida en Tasaru. Est¨¢ en cuarto curso de secundaria.
"Mi vida ha cambiado de una forma totalmente radical. Antes mi futuro lo decid¨ªan otros. B¨¢sicamente era cuidar de los ni?os, cocinar, construir la casa, conducir el ganado, y casarme lo antes posible. No ten¨ªa m¨¢s opciones. Ahora soy otra persona. Conozco mis derechos, mantengo mis valores, pero dirijo mi vida para tener un futuro elegido por m¨ª. Mis padres, familiares y antiguos amigos me odian por luchar por mis derechos, por proteger mi cuerpo y construirme un futuro mejor". Letura cuenta que ahora ella est¨¢ a salvo, pero que sus hermanas m¨¢s peque?as siguen en riesgo de ser mutiladas. "Cada agosto y diciembre mi cabeza es un sin vivir. Estoy deseando generar recursos para poder acogerlas en esos meses que est¨¢n fuera de las escuelas".
Eso s¨ª, est¨¢ convencida de que ser¨¢ capaz de crearse un futuro mejor: "A trav¨¦s de la educaci¨®n en Tasaru nos preparan para ser independientes. Todo este recorrido y esta formaci¨®n nos ha hecho ser chicas fuertes, muy fuertes. Nuestra vida no ha sido f¨¢cil desde muy peque?as, nuestro cuerpo no fue cortado, pero s¨ª nuestra infancia en familia". Ahora su familia est¨¢ all¨ª, en el centro, y trabaja duro cada d¨ªa porque cree que el esfuerzo tendr¨¢ su recompensa: "Despu¨¦s de lo que he pasado, no habr¨¢ nada que se pueda interponer en mi camino".
Explica que, aunque todas las ni?as deber¨ªan tener acceso a la educaci¨®n, no hay que focalizarse solo en llegar a la universidad, el objetivo, seg¨²n ella, es poder ganarse la vida y demostrar a la familia y la comunidad que educar a una ni?a genera mucho m¨¢s que la dote de un matrimonio forzado y acordado. "Cuando llegamos a Tasaru y nos brindan la posibilidad de estudiar, la mayor¨ªa no estamos en el curso que nos corresponder¨ªa por la edad, puesto que para nuestras familias que las ni?as estudien no es una prioridad. Esto nos supone un enorme esfuerzo para alcanzar el nivel. No todas las ni?as lo logran, no todas podemos llegar a la universidad, pero s¨ª a otros campos que nos den oportunidades laborales, como la costura, la peluquer¨ªa, la carpinter¨ªa".
Ahora su mente es otra: "Yo soy ahora un referente para ellas. Yo las ayudar¨¦ a conocer sus derechos, a ser independientes, y tener un futuro mejor que el de nuestras madres". Entre todo el positivismo que desprende, tiene un miedo: que se dejen de dedicar esfuerzos y recursos en educar y proteger a las ni?as. "Se necesitan muchos, muchos. Hay un largo camino que recorrer. Yo estar¨¦ ah¨ª para contribuir. Mi entorno est¨¢ cambiando y s¨¦ que en parte ha sido por mi decisi¨®n de hace siete a?os".
Sylvia Taruru
Tiene 16 a?os y cinco hermanos. Est¨¢ acogida en Tasaru desde hace nueve a?os y estudia el tercer curso de secundaria. Es la ¨²nica ni?a de todas las acogidas por Tasaru que estudia en un colegio mixto.
Taruru cuenta como, en su comunidad, escuchaba todo el tiempo que los hombres son m¨¢s que las mujeres: m¨¢s fuertes, m¨¢s inteligentes, m¨¢s r¨¢pidos... Hoy estudia en un colegio mixto. "Estudiar mezclada es una excepci¨®n en mi comunidad, pero me ha abierto la mente, y creo que a ellos tambi¨¦n". Sus compa?eros hacen las mismas actividades que ella, comparten expectativas de futuro y metas, e ideas para alcanzarlas. "Y s¨¦ que eso es consecuencia de que todos hemos tenido acceso a la educaci¨®n. Antes, en la aldea, los ni?os no pensaban as¨ª".
Dice que incluso los chicos est¨¢n cambiando su mentalidad respecto a la pr¨¢ctica de la mutilaci¨®n: "En mi escuela, cuando entienden lo que es y las consecuencias para las mujeres [nadie les hab¨ªa explicado, no ten¨ªan acceso a ning¨²n especialista en Medicina o Enfermer¨ªa] empiezan a rechazarla. Mis compa?eros no buscan una pareja cortada, ni mujeres analfabetas. Son conscientes de que si ambos generamos recursos viviremos mejor". Y cuenta que hasta la mentalidad respecto a las familias est¨¢ cambiando. Ya no buscan tener hijos ilimitados que no puedes mantener. Cree que hay que seguir haciendo esfuerzos en esa direcci¨®n, educaci¨®n para todos y todas: "Muchos hombres piensan como piensan porque su educaci¨®n es escasa". Para ella ese es el camino: "Mi generaci¨®n, la generaci¨®n de las no cortadas, tenemos mucha responsabilidad y muchas obligaciones como referentes para las nuevas generaciones. Yo encontr¨¦ a Tasaru, muchas ni?as no tienen esa suerte".
Peninah Nairesiae
Tiene 16 a?os, una hermana y tres hermanos, est¨¢ acogida desde hace tres a?os. Est¨¢ en el segundo a?o de secundaria.?
"Mi vida ha cambiado mucho desde que tom¨¦ la decisi¨®n de huir de mi aldea y del control de mi familia. Antes no siempre ten¨ªa para comer, no iba a la escuela". Ahora Tasaru cubre todas sus necesidades b¨¢sicas y ella se centra en lo que antes no consideraba importante: estudiar. "A veces es duro pensar que estoy lejos de mi familia y que no puedo verles porque me odian. Pero s¨¦ que el camino que estoy haciendo terminar¨¢ provocando un cambio y volver¨¢n a quererme. Y tambi¨¦n mi comunidad lo aceptar¨¢". Se siente orgullosa de haberse negado a ser condenada a un futuro oscuro.
Todo lo que ha pasado ha conseguido crear unos cimientos fuertes que, asegura, le servir¨¢n para afrontar los retos del futuro. "Tengo que aprovechar esta oportunidad de adquirir conocimientos, de estudiar, para ser capaz de crearme un futuro mejor. Toda esta formaci¨®n me ofrece conseguir un trabajo que me genere recursos y poder dedicar una parte a que mi familia mejore su situaci¨®n. Eso les demostrar¨¢ el valor de educar a las ni?as". En su momento, Nairesiae no quiso pasar por la mutilaci¨®n por miedo, sin embargo, ahora es consciente de que hay muchos m¨¢s argumentos para negarse a esa brutal pr¨¢ctica: "Quiero conservar mi cuerpo tal y como es, completo, con cl¨ªtoris y, adem¨¢s, casarme en el momento adecuado con quien yo elija".
Y quiere lo mismo para su hermana, de tres a?os: "Espero que crezca libre de la pr¨¢ctica, gracias a mi decisi¨®n. Soy consciente de la suerte que he tenido. Mi vida ha cambiado, soy la primera mujer en mi familia y en mi comunidad que no va a ser abocada a vivir como un animal. Gracias a m¨ª, mi comunidad vivir¨¢ mejor. Las dem¨¢s ni?as tendr¨¢n ahora m¨¢s oportunidades. He asumido una gran responsabilidad".
Rose Tacaya
Tiene 23 a?os y estuvo siete acogida en Tasaru (2006-2013), se escap¨® hace 12. Ahora estudia en la universidad y ya no est¨¢ en el centro, pero sigue involucrada en el programa. Tiene 5 hermanas y 4 hermanos.
Su vida antes de escaparse era muy diferente. Iba al colegio, pero de forma intermitente porque a veces no consegu¨ªa dinero para pagar la matr¨ªcula. Viv¨ªa en una manyatta ¡ªcasas tradicionales mas¨¢is hechas con heces de animales y palos¡ª sin ventanas y con muy poca luz, por lo que hacer los deberes era toda una odisea. "Durante el d¨ªa, me ten¨ªa que encargar de todas las tareas de casa, de llevar a las vacas a beber, etc., as¨ª que apenas me quedaba tiempo para estudiar. Cuando llegu¨¦ a la escuela me cubrieron todas las necesidades b¨¢sicas y mi principal tarea se convirti¨® en estudiar".?
Explica que Tasaru no solo trabaja con ellas cuando se escapan, tambi¨¦n lo hacen con sus familias para que entiendan la decisi¨®n, la necesidad de educar a una ni?a y las consecuencias de la pr¨¢ctica de la mutilaci¨®n. "As¨ª que, cuando acab¨¦ la secundaria, y tras cinco a?os sin ver a mi familia, mis padres empezaron a aceptar mi decisi¨®n y nueva vida. Pude empezar a ir a visitarles y pasar con ellos las vacaciones, e incluso asistieron orgullosos a mi graduaci¨®n". Ahora, Tacaya sigue estudiando, est¨¢ en la universidad y es respetada por su familia: "Cuando deciden hacer un corte, porque s¨ª, lo siguen haciendo, esperan a que yo no est¨¦ en la aldea para que no me entere. Ojal¨¢ alg¨²n d¨ªa consiga que dejen de hacerlo". Ella, que les visita durante las vacaciones, encuentra ahora su forma de vida muy lejana y ajena, as¨ª que no suele quedarse all¨ª. Visita a amigos que viven en la ciudad y, sobre todo, dedica tiempo a estar en el centro de rescate de Tasaru para aportar su experiencia a otras chicas. "A pesar de lo duro que ha sido el camino desde mi huida, volver¨ªa a hacerlo sin duda".
Lo m¨¢s triste para ella es que sigue estando en riesgo: "Ahora tengo una beca que sostiene mis necesidades b¨¢sicas y paga mis estudios. Mis padres no podr¨ªan afrontarlo". Cree que si se acabase la beca, tendr¨ªa que volver a casa y acabar¨ªa siendo mutilada y casada cuanto antes. Sus padres apenas tienen recursos para sostener a nueve hijos, as¨ª que est¨¢ convencida de que acordar¨ªan su matrimonio para quitarse una boca que sostener y obtener los bienes de la dote matrimonial, vacas y otros bienes valiosos. "Para casarme sigue siendo imprescindible el corte".
Ella tiene otros planes para el futuro, quiere ser su propia jefa, casarse con quien ella decida y no tener m¨¢s de tres hijos. "Y me divorciar¨¦ si mi marido no lo ve igual. Me he creado una voz fuerte para decir no a lo que no considero justo, a pesar de la presi¨®n que existe en mi pa¨ªs en t¨¦rminos de desigualdad de g¨¦nero". Le gustar¨ªa volver a su aldea y educar en la importancia de abolir la mutilaci¨®n, ense?arles que los hombres no son superiores solo por ser hombres. "Se empieza a escuchar hablar del reparto de las tareas y las responsabilidades en el hogar, y algunos hombres empiezan a ser menos reacios a que sus mujeres empiecen a trabajar fuera de casa y generar ingresos. Y estos hombres son los que han tenido acceso a mayor educaci¨®n".
M¨®nica Bat¨¢n es cofundadora de la ONGD espa?ola Wanawake, que tiene entre sus objetivos la erradicaci¨®n de las pr¨¢cticas m¨¢s radicales de la violencia de g¨¦nero, como es la MGF y el matrimonio forzoso de ni?as.
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