Tenemos derecho a una alimentaci¨®n saludable
Las autoridades deben garantizar algo m¨¢s que productos seguros: alimentos nutritivos y sanos
El Nobel Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez explic¨® que Macondo, la aldea en la que desarrolla la trama de Cien a?os de soledad, era tan antigua que ¡°muchas cosas carec¨ªan de nombre y para mencionarlas hab¨ªa que se?alarlas con el dedo¡±. Pero ?c¨®mo se se?ala algo que no es tridimensional, algo intangible y tan abstracto como la nostalgia, el escepticismo¡ o el derecho de la nutrici¨®n? No se puede. Hay quien postula, de hecho, que en este dilema radica el inicio del lenguaje. Y es que un concepto que no tiene nombre es como si no existiera, aunque en realidad tenga implicaciones en el plano f¨ªsico. La soberbia, el valor, los celos o la calma exist¨ªan antes de que alguien les pusiera nombre y han influido sobremanera en la historia de la humanidad.
Antes de bautizarlo, el derecho a la nutrici¨®n parec¨ªa no existir, pero influ¨ªa en nuestras vidas tanto como la ley de la gravedad
Con el derecho de la nutrici¨®n sucede algo similar. Antes de que el abogado Francisco Jos¨¦ Ojuelos lo bautizara, dicho derecho parec¨ªa no existir, pero influ¨ªa en nuestras vidas tanto como la ley de la gravedad. Al ponerle nombre, Ojuelos obliga de forma impl¨ªcita al legislador y a los responsables pol¨ªticos a tenerlo presente y a perseguir la consecuci¨®n del fin ¨²ltimo de este derecho: proteger la salud de la poblaci¨®n.
?Qu¨¦ tiene de novedoso el derecho de la nutrici¨®n? Que se distingue de un derecho muy desarrollado (y muy necesario), que es el derecho alimentario. As¨ª, mientras que el derecho alimentario nos garantiza el acceso a una alimentaci¨®n segura (nos defiende, por ejemplo, de fraudes alimentarios o de malas pr¨¢cticas de higiene), el derecho de la nutrici¨®n busca salvaguardar a la poblaci¨®n de los efectos negativos sobre su salud a medio o largo plazo del consumo generalizado de alimentos seguros (sin pat¨®genos) pero malsanos. Es decir, persigue garantizar que la poblaci¨®n tenga un paraguas que le proteja del diluvio de fuerzas que conspiran para que sigamos un patr¨®n de alimentaci¨®n insaludable.
Entender¨¢n mejor el anterior p¨¢rrafo con un ejemplo. En 2014 compar¨¦, bas¨¢ndome en dos investigaciones (Rekhy, 2014 y Federal Trade Commision, 2008), la inversi¨®n en la campa?a ¡°5 al d¨ªa¡± por parte de Estados Unidos y la inversi¨®n de la industria alimentaria de este pa¨ªs en el marketing del fast food dirigido a ni?os y adolescentes. Para quien no lo sepa, ¡°5 al d¨ªa¡± es el nombre que recibe la campa?a, instaurada en varios pa¨ªses (incluyendo Espa?a), que promueve el consumo de un m¨ªnimo de cinco raciones de frutas y hortalizas cada d¨ªa. Pues bien, mientras que la inversi¨®n en ¡°5 al d¨ªa¡± ascendi¨® a un rango de entre tres y cinco millones de d¨®lares al a?o, la industria del fast food dirigida a ni?os invirti¨® cinco millones al d¨ªa en anunciar sus productos a ni?os y adolescentes. Cinco millones al a?o contra cinco millones al d¨ªa. No extra?a que el 88% de la poblaci¨®n adulta americana presente exceso de peso (dato de 2017).
Como ning¨²n gobierno puede invertir 5 millones de d¨®lares cada d¨ªa para contrarrestar el efecto negativo del marketing de los productos malsanos (?se hacen a la idea del gasto sanitario y de la tragedia personal y social que supone para un Estado tener al 88% de su poblaci¨®n con exceso de peso?), es necesario instaurar un derecho que ponga coto a este tsunami. En Europa no tenemos todav¨ªa el drama sanitario que se vive en Estados Unidos, pero eso no significa que podamos relajarnos: nuestras cifras de exceso de peso no dejan de aumentar, tal y como acaban de revelar la doctora Elisa Pineda y sus colaboradores en Obesity Facts.
Otro ejemplo nos lo brindan las bebidas azucaradas. La disminuci¨®n en el consumo de los mal llamados ¡°refrescos¡± (productos seguros, pero malsanos) es una prioridad mundial. Por eso, tal y como relata Francisco Jos¨¦ Ojuelos en su libro, la Generalitat de Catalunya lanz¨® el 1 de mayo de 2017 un impuesto a las bebidas azucaradas. Un a?o despu¨¦s, en abril de 2018, una investigaci¨®n llevada a cabo por la Universitat Pompeu Fabra constat¨®, para alegr¨ªa de todos los nutricionistas, que el impuesto se tradujo en una reducci¨®n del 22% del consumo de estas bebidas con respecto a la situaci¨®n antes del impuesto. Ello supuso el consumo de 107 calor¨ªas menos por persona y semana entre sus consumidores. Y supuso tambi¨¦n la prueba de que, como he indicado hace unas l¨ªneas, el derecho de la nutrici¨®n exist¨ªa antes de tener nombre.
Tener un derecho de la nutrici¨®n significa muchas cosas, que no puedo detallar en este texto, pero que tienen pormenorizadas en el libro ¡°El derecho de la nutrici¨®n¡±, que he tenido el honor de prologar. Aunque s¨ª puedo avanzar que la existencia del derecho de la nutrici¨®n supone que tenemos derecho a estar bien informados. Como m¨ªnimo, tanto como los fabricantes de alimentos. Hoy existe un enorme desequilibrio entre los conocimientos que maneja la industria alimentaria (que suele contar en sus filas con expertos nutricionistas) y los que tiene la poblaci¨®n general. Una poblaci¨®n claramente desorientada ante tantas noticias contradictorias, tantos famosos anunciando productos cargados de az¨²car, tantas sociedades cient¨ªficas vendidas a fabricantes de productos malsanos, tanta desinformaci¨®n en las etiquetas de los alimentos, tanta publicidad depredadora, tanta afinidad entre la industria alimentaria y los gobiernos o, en resumen, ante tanto caos nutricional.
La existencia del derecho de la nutrici¨®n tambi¨¦n supone tomar medidas contra la publicidad de alimentos insanos en horario infantil, incluir advertencias sanitarias en las bebidas alcoh¨®licas, regular el etiquetado nutricional, garantizar el acceso gratuito a nutricionistas, etc.
La importancia (y la urgencia) de la consumaci¨®n de este derecho podemos constatarla revisando el ¨²ltimo informe del European Heart Network, que justifica que la primera causa de muerte en Europa son las enfermedades cardiovasculares y que la principal causa de tales enfermedades son factores diet¨¦ticos modificables.
En su ¨²ltima novela, Trilog¨ªa de la guerra, el f¨ªsico y escritor Agust¨ªn Fern¨¢ndez Mallo, expone que ¡°¡la actitud del poeta y la del cient¨ªfico es la misma: redefinir lo que hasta ese momento cre¨ªamos estable y cerrado¡±. Es justamente esta actitud la que ha demostrado poseer el abogado Francisco Jos¨¦ Ojuelos en su libro El derecho de la nutrici¨®n (Amarante) ya que nadie, hasta la fecha, hab¨ªa definido con tanto tino que precisamos algo m¨¢s que una alimentaci¨®n segura (estabilizada gracias al derecho alimentario): tenemos derecho a una alimentaci¨®n saludable.
Julio Basulto (@JulioBasulto_DN) es un Dietista-Nutricionista que intenta convencer al mundo de que comer mal no se compensa con una zanahoria. Tambi¨¦n imparte conferencias, ejerce como docente en varias instituciones acad¨¦micas, colabora con diferentes medios de comunicaci¨®n y es autor de numerosas publicaciones cient¨ªficas y divulgativas (www.juliobasulto.com).
NUTRIR CON CIENCIA es una secci¨®n sobre alimentaci¨®n basada en evidencias cient¨ªficas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho m¨¢s que un placer y una necesidad: la dieta y los h¨¢bitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud p¨²blica que m¨¢s puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de c¨¢ncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudar¨¢ a conocer mejor la importancia de la alimentaci¨®n y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.
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