¡®OT¡¯ abre la gran brecha generacional: ¡®ni?atos¡¯ contra ¡®revenidos¡¯
La pol¨¦mica sobre una canci¨®n de Mecano en el concurso, que acaba de conseguir dos Premios Ondas, ha desatado una nueva batalla entre 'millennials' pol¨ªticamente correctos y mayores nost¨¢lgicos
Han sido pocos los capaces de eludir el debate sobre OT, Mecano, las mariconeces y el dogmatismo moral y musical surgido estos d¨ªas. Por un lado, los llamados pollaviejas, gente perteneciente al mundo premillennial, quej¨¢ndose del af¨¢n censurador, pol¨ªticamente correcto (largo bostezo) y t¨¦ matcha de los m¨¢s j¨®venes. Por otro lado, los j¨®venes, pidiendo a los mayores que se aparten y les dejen en paz, que est¨¢n construyendo un mundo mejor y este tipo de interferencias tan siglo XX les distraen de sus quehaceres, que no quieren recibir lecciones de nadie que estuviera vivo la ¨²ltima vez que los Rolling Stones sacaron un buen disco.
Bueno, no piensan esto exactamente, porque no saben ni les importa qui¨¦nes son los Stones. Y eso, miren, me parece bastante bien. Vivimos en un mundo que se divide entre los que se jactan de desconocer cosas ¨Cla ignorancia ya no es osada, es jactanciosa¨C y quienes se tiran de los pelos cuando ven a alguien que desconoce lo que ellos conocen ¨Cla sabidur¨ªa ya no es did¨¢ctica, es instrumental¨C. Nadie conoce a nadie.
Los 'pollaviejas' de la generaci¨®n X se han desenmascarado finalmente y se ha descubierto que bajo esa fachada de padre enrollado, capaz incluso de exportar un PDF, se escond¨ªan unos tipos revenidos
Siempre ha habido choques generacionales. Incluso antes de Twitter. Siempre se han cre¨ªdo los mayores con capacidad de apelar a la nostalgia para justificar la crisis que se avecina cuando ellos dejen de ostentar el poder. Siempre ha habido j¨®venes con ganas de tomar el poder por lo civil o lo cultural, rebel¨¢ndose ante un mundo viejo y cansado que necesita una mano de pintura y, claro, no solo la van a dar ellos, sino que van a elegir el color.
No por nada son el futuro. Entre estas dos posturas tan enconadas como inevitables siempre ha habido tambi¨¦n, en ocasiones, una soluci¨®n de consenso, un equipo que ejerc¨ªa de bisagra que era el que formaban los mayores con inter¨¦s por lo que estaba sucediendo y los m¨¢s j¨®venes con curiosidad por lo que pas¨®. Durante la primera d¨¦cada de este siglo este contingente fue tan numeroso que se temi¨® por la misma evoluci¨®n de la especie.
Era una ¨¦poca en la que todo el mundo luchaba por un sitio en el centro. Un ejemplo es la pol¨ªtica. El PSOE ya no era obrero, sino de centroizquierda. El PP ya no era derecha hisp¨¢nica, sino un contempor¨¢neo centroderecha. Esa coyuntura pol¨ªtica se traslad¨® a lo cultural. Fueron los a?os de la retroman¨ªa, que en aquellos momentos los estudiosos entendieron como un frenazo brusco y preocupante del concepto de cultura como eje acelerador de conceptos e ideas, de la forma m¨¢s r¨¢pida de llegar al futuro. Los artistas eran nuevos, pero sonaban como los viejos, lo que pod¨ªa contentar a j¨®venes y mayores a la vez. Paz social, keynesianismo y The Strokes. Qu¨¦ a?os, oigan. Chavales de 20 a?os leyendo a Gay Talese, fascinados con fotos de Marilyn, so?ando con el oto?o en Nueva York¡. zzzzzzzzzzz
Pero eso se fue al carajo. La tecnolog¨ªa sustituy¨® a la cultura como pegamento que un¨ªa a los ya cuarentones miembros de la generaci¨®n X, con los Xennials (entonces vistos como desubicada generaci¨®n bisagra necesitada de un abrazo, hoy nuestra ¨²nica esperanza de llegar a un acuerdo pactado) y a una cosa nueva que se llamaban millennials. Despertaban m¨¢s admiraci¨®n que recelo. Estaban muy preparados, el mundo iba a ser suyo. A los mayores no les importaba mucho porque se sent¨ªan orgullosos del mundo que les iban a dejar. Los nuevos ayudar¨ªan a hacer mejores IPhones, pero los mayores siempre podr¨ªan decir que tuvieron un IPhone 4.
Vivimos en un mundo que se divide entre los que se jactan de desconocer cosas y quienes se tiran de los pelos cuando ven a alguien que desconoce lo que ellos conocen
Los millennials se han destapado como una gente con ciertos problemas para entender que el mundo no les debe nada y los pollaviejas de la generaci¨®n X se han desenmascarado finalmente y se ha descubierto que bajo esa fachada de padre enrollado, moderno y capaz incluso de exportar un PDF se escond¨ªan unos tipos revenidos, recelosos de perder lo poco que lograron quitarle a la generaci¨®n anterior, que es la que hizo la Transici¨®n y se asegur¨® de que no se transitara hacia ning¨²n sitio que no fuera previamente homologado por ellos. Miren el Parlamento. Hoy ya nadie quiere ser de centro.
As¨ª, nos hemos plantado en un di¨¢logo pat¨¦tico entre ni?atos convencidos de que no solo los tiempos han cambiado, sino que los han cambiado ellos mismos. Por otro, gente que se qued¨® sandwicheada entre la generaci¨®n anterior (el poder) y la siguiente (el conocimiento tecnol¨®gico). Y hemos llegado hasta aqu¨ª porque a los de ahora les importa una mierda lo de antes y a los de antes no solo ha dejado de importarles lo de ahora, sino que lo desprecian.
En estos d¨ªas se han visto tuits de asco ante el reguet¨®n o cualquiera m¨²sica asociada a lo joven blandiendo la espada de Dire Straits, Mecano o Joaqu¨ªn Sabina. Qu¨¦ penita. Los muchachos ya no quieren que los mayores les ense?en demasiado y los mayores est¨¢n perdiendo su fascinaci¨®n por la juventud y esas cosas que hacen con la tablet. ?Y saben qu¨¦? Aunque el origen de este discurso sea risible y los argumentos de defensa de cada uno de los bandos son m¨¢s d¨¦biles que una letra de Jos¨¦ Mar¨ªa Cano, en realidad, es as¨ª c¨®mo deben ser las cosas.
Un joven no tiene ninguna obligaci¨®n de escuchar a Bob Dylan o ver las pel¨ªculas de Orson Welles, del mismo modo que un mayor no tiene por qu¨¦ respetar a J. Balvin o engancharse a La casa de papel. No. Quien quiera tener 15 a?os y escuchar a Queen, all¨¢ ¨¦l, pero que no se crea m¨¢s listo que el de al lado que es fan de Maluma. Quien quiera tener 45 y fascinarse por C. Tangana, que lo haga, pero que no por ello crea que sigue perteneciendo al futuro.
Nos convencieron de que los grupos de nuestra ¨¦poca eran una mierda comparados con los que exist¨ªan cuando se criaron nuestros padres, ?Para qu¨¦ escuchar a Oasis si estaban los Beatles?
Provengo de una generaci¨®n, la nacida en los setenta, algo acomplejada, asertiva en lo in¨²til, timorata en lo importante (por eso mis coet¨¢neos est¨¢n respondiendo tan mal, vamos faltos de pr¨¢ctica en el conflicto). Nos criaron convenci¨¦ndonos de que los grupos de nuestra ¨¦poca eran una mierda comparados con los que exist¨ªan cuando se criaron nuestros padres, ?Para qu¨¦ escuchar a Oasis si estaban los Beatles? Nos obligamos a rebuscar en el pasado porque nos dijeron que ah¨ª estaban las respuestas al presente y las pistas hacia el futuro.
Y ahora queremos hacer lo mismo con los siguientes, convencerles de su ignorancia y obligarlos a que nos cojan de la mano, que les vamos a poner un disco de Depeche Mode y ense?arles incluso la forma en que se puede acabar con el heteropatriarcado, aunque no dedic¨¢ramos demasiado tiempo ni esfuerzo en nuestra juventud a lograrlo.
Pero nos han salido rebeldes, soberbios y resabiados. No s¨¦ si antes ha habido un rupturismo en t¨¦rminos culturales tan bestias, pero s¨ª s¨¦ que el 10 de octubre m¨¢s de dos millones de personas vieron la gala de OT, pero la lista de reproducci¨®n de la Clase de Cultura Musical del programa (temas de Pulp, Iron Maiden, Charles Aznavour¡) tiene poco m¨¢s de 400 seguidores en Spotify.
OT no es un programa musical, es un fen¨®meno y, por primera vez, uno verdaderamente interesante y rico en interpretaciones. Por ejemplo, que los concursantes de esta edici¨®n no se supieran la letra de Mi m¨²sica es tu voz, el tema estrella de la primera edici¨®n, all¨¢ por 2001, es un ejemplo maravilloso y perfecto de c¨®mo es esta generaci¨®n: a ma?ana se llega solo desde hoy, no desde ayer.
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