Viaje al museo ¡®gourmet¡¯

Llenos de sorpresas, templos del arte exclusivos como la Colecci¨®n Feuerle de Berl¨ªn garantizan nuevas experiencias emocionales.
La est¨¦tica del consumo selecto comienza a invadir todos los aspectos de nuestras vidas. Comemos, bebemos, viajamos, visitamos museos y compramos art¨ªculos de lujo para gustar y degustar. Tambi¨¦n la arquitectura vinculada a la memoria del lugar se convierte en un instrumento de complacencia: el edificio ha de ser ¨²nico, impactante y, como un buen vino, tener denominaci¨®n de origen.
Los museos gourmet funcionan como un reservado exclusivo que garantiza al visitante una experiencia emocional entre obras de arte y circuitos a medida, como esas bodegas de autor para los iniciados en los secretos enol¨®gicos. Un experto anfitri¨®n le explicar¨¢ la historia, las caracter¨ªsticas y secretos del terreno donde se ubica, los fermentos y el envejecimiento de su colecci¨®n en un espacio donde la puesta en escena estar¨¢ milim¨¦tricamente calculada. La Fundaci¨®n Oteiza en Alzuza (Navarra) y el Museo Louisiana de Copenhague encajan en ese modelo.
Otro ejemplo es la Colecci¨®n Feuerle de Berl¨ªn, una colecci¨®n de arte oriental que tiene una rareza de naturalista, de quien piensa que la lucha por la existencia ya no es de los humanos, sino de los animales fabulosos: el unicornio, el f¨¦nix... El extra?o ejemplar de museo lleva el nombre de su propietario, el alem¨¢n D¨¦sir¨¦ Feuer?le, y se inaugur¨® hace dos a?os en un b¨²nker subterr¨¢neo que fue cuartel general de telecomunicaciones del r¨¦gimen nazi de Adolf Hitler.
D¨¦sir¨¦ Feuerle comenz¨® a coleccionar con solo 16 a?os. Estudi¨® el arte jemer y se especializ¨® en muebles de la antigua China, que ve¨ªa como esculturas antes que decoraciones ¨²tiles. Desde su galer¨ªa en Colonia defendi¨® el trabajo de artistas contempor¨¢neos como ?Anish Kapoor, Zeng Fanzhi, James Lee Byars o Nobuyoshi ?Araki. Pero su vocaci¨®n no era vivir del arte sino para el arte. Necesitaba una rareza donde mostrar todas aquellas obras acumu?ladas durante a?os, cansadas de viajar en el tiempo.
La Feuerle, a la que se accede previa cita (thefeuerlecollection.org), est¨¢ en el coraz¨®n del Berl¨ªn alternativo, en Kreuzberg, camuflada entre viejos ra¨ªles y anodinos bloques de cemento. El arquitecto ingl¨¦s John Pawson intervino en la estructura del viejo edificio como un acupuntor: cicatriz¨® las heridas de su ignominioso pasado y dej¨® intactas las gruesas paredes y columnas. Entre ellas avanzamos lentamente ante la delicadeza de las esculturas, fotograf¨ªas, armarios y bancos de piedra centenarios que lucen pre?ados de ambig¨¹edades en el presente puro, ese tiempo que amamos pero que desperdiciamos cuando ocurre.
Una luz tenue se repliega en la Sala del Lago, donde un enigm¨¢tico pozo cubre el fondo-no fondo de la vida (Celan). Un segundo piso conduce a una sala dedicada a la ceremonia del incienso, protocolo reservado a los altos dignatarios de la corte imperial china. Envueltos en un quimono, nos acomodamos en torno a una mesa circular. El maestro inicia el ritual: con una pinza de oro pellizca las preciadas resinas tra¨ªdas desde Taiw¨¢n y Vietnam y las quema sobre un platillo. Expande la fragancia con una pluma de ave real una y otra vez hasta conformar una caligraf¨ªa de olores. Es en esa cuarta dimensi¨®n donde nuestra mente persigue el invariable rastro del f¨¦nix. La historia regresa y nos restaura. No hay nada parecido.
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