Escenas de cacer¨ªa en el bosque

En la selva, donde rige la ley del m¨¢s fuerte, los mayores depredadores exhiben los despojos sanguinolentos de sus v¨ªctimas. En la sa?a con que destrozan el cuerpo de sus presas proclaman la fuerza sin l¨ªmites de sus fauces y sus garras. En el pavor que reverbera hasta los ¨²ltimos rincones del bosque se cifra el homenaje de sus habitantes temblorosos y obedientes.

El mundo sin ley es la guerra de todos contra todos, equivalente al estado de naturaleza, la selva donde impera la voluntad del m¨¢s fuerte. Gusta a quienes se sienten suficientemente poderosos como para sobrevivir, e incluso imponerse, como es el caso de Donald Trump, que se encaram¨® hasta la m¨¢xima magistratura sobre una monta?a de fraudes y mentiras y comprende y simpatiza con las fieras que tambi¨¦n han alcanzado el poder, aunque sea sobre una monta?a de cad¨¢veres.

Cada vez son m¨¢s frecuentes las escenas sangrientas de cacer¨ªa en la selva del mundo desgobernado. Jamal Khashoggi ha sido la ¨²ltima v¨ªctima, en manos del depredador m¨¢s joven y feroz, el joven pr¨ªncipe y carnicero de Arabia Saud¨ª, Mohamed bin Salm¨¢n. La anterior fue Sergei Skripal, el esp¨ªa ruso traidor, atacado con veneno por los sicarios del Kremlin. No hay que olvidar al hermano de Kim Jong-un, el l¨ªder de Corea del Norte, el desgraciado Kim Jong-nam, liquidado en Malasia con el agente nervioso VX, una potente arma qu¨ªmica. Tampoco hay que desatender al destino misterioso de Meng Hongwei, probablemente tr¨¢gico, el exdirector chino de Interpol llamado a cap¨ªtulo a Pek¨ªn y desaparecido en el chupadero de Xi Jinping.

Trump no tiene la culpa. Insulta y amenaza a la prensa, le r¨ªe las gracias a quienes golpean a los periodistas, como Gerg Gianforte, un congresista republicano de Montana, que agredi¨® a un reportero del diario brit¨¢nico The Guardian. Pero ¨¦l no hace esas cosas. Las hacen sus amigos, los tipos a los que admira y a los que elogia y protege, como Mohamed bin Salm¨¢n, Vlad¨ªmir Putin, Kim Jong-un y Xi Jinping. Son muchos m¨¢s los que las hacen y hacen muchas m¨¢s, que ni siquiera merecen la atenci¨®n presidencial: una cosa es el escarmiento p¨²blico y otra distinta es el crimen que requiere silencio.

Bin Salman en Yemen, Putin en Ucrania y en Siria, Kim Jong-un en su propio pa¨ªs, Xi Jinping en Tibet y en Xingjiang, superan en crueldad y devastaci¨®n a las escenas singulares de cacer¨ªa en el bosque del desorden internacional presidido por Trump, el l¨ªder del mundo libre. A fin de cuentas, ¨¦l se siente como pez en el agua, es decir, como la mayor fiera entre las otras fieras.