?Quieran o no?
No es aceptable que un reciente editorial de EL PA?S sobre la prohibici¨®n del tr¨¢fico privado en el centro de Madrid terminara con ese tic dictatorial
EN UN PA?S tan tradicionalmente propenso al autoritarismo, cuando no a lo dictatorial, hay que estar con cuatro ojos y cuatro o¨ªdos ante cualquier veleidad de este tipo, aunque sea s¨®lo verbal. Al contrario de lo que sostiene Carmen Calvo, las palabras encierran a menudo peligro, y dan avisos, sobre todo cuando ¡°se le escapan¡± al que habla, cuando no se da cuenta de lo que delatan. Si Torra anima a atacar al Estado, no se puede tomar a la ligera, porque de hecho es lo que ¨¦l y sus correligionarios llevan a?os haciendo, y contin¨²an, y continuar¨¢n, con m¨¢s ah¨ªnco cuanto m¨¢s expl¨ªcito se haga el objetivo. Tanto los independentistas como el PP como Podemos tienen el tic autoritario en la punta de la lengua, sin cesar. Esta ¨²ltima formaci¨®n lo tiene adem¨¢s tan arraigado que casi no hay manifestaci¨®n de sus dirigentes en la que no aparezca, quiz¨¢ involuntariamente. Un ejemplo reciente es la frase de su fundador Monedero durante una charla p¨²blica titulada La Corona, ?pa¡¯ cu¨¢ndo? Llaves para abrir el candado democr¨¢tico (sic). ¡°Compa?eros, hay algo muy claro¡±, dijo con arrogancia. ¡°A la Monarqu¨ªa en Espa?a no le queda mucho si nosotros estamos aqu¨ª¡±. No resulta claro d¨®nde es ¡°aqu¨ª¡± (?en La Moncloa, ahora que ya han metido el pie?), pero s¨ª meridiana la idea de Monedero de la democracia, al creer que algo tan fundamental como la forma de Estado depender¨¢ de la decisi¨®n de un partido, o de un hipot¨¦tico Gobierno, que ni siquiera se dignar¨ªa consultar a los ciudadanos.
Con toda nuestra larga historia de autoritarismos diversos, lo ¨²ltimo que me esperaba es que esa tentaci¨®n se expresara de manera di¨¢fana en el peri¨®dico en el que escribo desde hace cuarenta a?os, y que leo desde hace algo m¨¢s. Si digo ¡°en el peri¨®dico¡± es por esto: los editoriales de EL PA?S, como los de todos los diarios, no van firmados, lo cual significa que la publicaci¨®n los suscribe y los hace suyos sin reservas ni matices. De haber llevado firma el editorial ¡°Un corte necesario¡±, del 17-10-18, quiz¨¢ no me ver¨ªa impelido a escribir esta columna. El texto parec¨ªa inspirado por un concejal del Ayuntamiento de Madrid o por un entusiasta de Manuela Carmena y su (para m¨ª) nefasto y c¨ªnico equipo, el peor de la democracia, y cuidado que hay candidaturas a ese t¨ªtulo en nuestra ciudad. El editorial era una defensa y un aplauso incondicionales a la disparatada medida (entrar¨¢ en vigor el 23 de noviembre) de prohibir el tr¨¢fico privado, salvo escasas excepciones, por un ¡°centro¡± de Madrid de amplitud colosal. Nunca he tenido coche ni s¨¦ conducir, as¨ª que poco me afecta en lo personal, pero espero que, tras semejante restricci¨®n, y en coherencia, el Ayuntamiento deje de cobrar a los automovilistas el impuesto de circulaci¨®n, ya que apenas podr¨¢n circular.
El escrito alababa las bondades del plan, sobre todo para la salud y en la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Pero callaba ladinamente que: a) el tr¨¢fico que no pueda acceder a esa enorme ¡°almendra¡± (m¨¢s bien un ¡°mel¨®n¡±) abarrotar¨¢ el resto de calles, que estar¨¢n en permanente colapso; b) eso har¨¢ que los desplazamientos lent¨ªsimos, con los motores encendidos, contaminen el aire todav¨ªa m¨¢s; c) si a eso se a?ade la reciente prohibici¨®n de sobrepasar los 30 km por hora en el 85% de la ciudad (aunque las avenidas est¨¦n despejadas), el atasco perpetuo, y la consiguiente emisi¨®n de gases, est¨¢n asegurados; d) mientras se aplica este delirio, los voluminosos y pausados buses tur¨ªsticos (ah, que le dan dinero a la alcald¨ªa) bloquean calles estrechas, a veces de cinco en cinco; e) la situaci¨®n infernal se ver¨¢ agravada por la inhabilitaci¨®n de la Gran V¨ªa, ya ejecutada, y por la que se planea de la Castellana, al parecer; f) los caprichosos carriles-bici, apenas usados, ya han herido mortalmente a la capital.
El editorial reconoc¨ªa que ¡°una parte de los empresarios y comerciantes¡± est¨¢n desesperados. Por lo que s¨¦, lo est¨¢n la gran mayor¨ªa, y tambi¨¦n los hoteles, restaurantes, bares, los taxistas y una alt¨ªsima porci¨®n de la poblaci¨®n. No conozco a nadie que no sea un podemita o un carmenita furibundo que no se tire de los pelos ante el desprop¨®sito que convertir¨¢ Madrid en un insalubre caos (a¨²n m¨¢s). Pero bien, cada uno tiene su opini¨®n. Lo que no es aceptable es que EL PA?S terminara as¨ª: ¡°El camino de Madrid es el ¨²nico posible si se quiere [¡] proteger la salud de los ciudadanos, quieran o no¡±. He ah¨ª el tic dictatorial espa?ol. ?C¨®mo que ¡°quieran o no¡±? Esa frase supone una violentaci¨®n de las libertades individuales, y tratar a los madrile?os, a semejanza de lo que hac¨ªa el franquismo, como a menores de edad. Se empieza por proteger la salud y a continuaci¨®n tambi¨¦n cabe proteger su ¡°salud moral¡±, ¡°quieran o no¡±. Se dictamina qu¨¦ pueden ver, leer, escuchar y decir. ¡°Por su bien¡± se les puede imponer o prohibir cualquier cosa, porque los gobernantes o los peri¨®dicos saben mejor que ellos cu¨¢l es ¡°su bien¡±. Que a EL PA?S, defensor de las libertades y la democracia, se le deslice semejante expresi¨®n, la suscriba y haga suya, me parece un grave s¨ªntoma, y la prueba, una vez m¨¢s, de que los vientos del autoritarismo son demasiado contagiosos.?
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