Lo que nos separa
De la lucha de todos contra todos solo salen beneficiados los demagogos, mientras que nadie parece interesado en conducir sus aspiraciones a trav¨¦s de las instituciones democr¨¢ticas, que pierden utilidad y sentido
A cualquier lado al que miremos, casi sin excepci¨®n, vemos un similar escenario de odio, enfrentamiento, extremismo, polarizaci¨®n, brutal lucha partidista. Los radicales se imponen sobre los moderados, el centro pierde espacio, el pacto y la negociaci¨®n dejan de ser una opci¨®n apreciada por la sociedad, que premia a los que prometen destruir al adversario pol¨ªtico sin miramientos.
En algunos lugares, esto ha dado lugar a desastres muy conocidos, desde el Brexit a Bolsonaro, desde Hungr¨ªa a Filipinas, desde Trump a Salvini. Los m¨¢s abyectos se permiten el lujo de actuar casi a cara descubierta, convencidos de que el orden internacional que los conten¨ªa ha desaparecido, como en el caso del asesinato del periodista Khashoggi o la detenci¨®n del presidente de Interpol. La irrelevancia de las instituciones globales y de los Estados que las sostienen hacen la vida f¨¢cil a tiranos como Ortega y Maduro, camuflados en el conflicto ideol¨®gico, que es lo ¨²nico que parece contar.
Incluso en los pa¨ªses en los que se ha podido a¨²n contener los brotes m¨¢s radicales, los antiguos consensos saltan por los aires, las alternancias de centroizquierda y centroderecha que garantizaron la estabilidad y el progreso durante m¨¢s de medio siglo se desvanecen. Con ellas desaparecen tambi¨¦n las posibilidades de emprender reformas que beneficien a la mayor¨ªa de los ciudadanos. Los partidos tradicionales se debilitan o se hacen irreconocibles en sus actuales l¨ªderes y decisiones. Los movimientos reivindicativos, incluso los m¨¢s justificados y necesarios, se radicalizan y se hacen tribales, en un escenario de todos contra todos del que solo salen beneficiados los m¨¢s demagogos, que suelen ser tambi¨¦n los m¨¢s irresponsables e incompetentes. Nadie parece interesado en conducir sus aspiraciones y quejas a trav¨¦s de las instituciones democr¨¢ticas, que pierden utilidad y sentido. Revoluci¨®n vuelve a ser el grito de moda que antecede al adjetivo que cada grupo quiera a?adir.
Otros art¨ªculos del autor
Los que no forman parte de ninguna revoluci¨®n en marcha se quedan sin espacio, tambi¨¦n sin voz. La imparcialidad est¨¢ mal considerada. Los medios de comunicaci¨®n, incapaces de dar respuesta al desconcierto informativo provocado por la tecnolog¨ªa, se hacen m¨¢s partidistas en busca de nichos afectos. Cada vez menos gente muestra inter¨¦s en conocer lo que piensa el del otro lado.
Los pactos que en otros tiempos permitieron reformas profundas y avances sociales gigantescos en muchos pa¨ªses hoy se antojan imposibles. Tambi¨¦n en EE?UU, donde el periodista y escritor Thomas Friedman ha llegado a advertir del riesgo de una guerra civil y ha comparado la situaci¨®n de su pa¨ªs con la del L¨ªbano, donde ¨¦l empez¨® su carrera a finales de los a?os setenta.
Tal vez solo sea una m¨¢s de esas simplezas que se escriben en las camisetas, pero confieso que me inquiet¨® extraordinariamente encontrarme con una en la que se pod¨ªa leer: ¡°Prefiero ser ruso que dem¨®crata¡±, en alusi¨®n a las sospechas sobre el posible apoyo electoral ruso a Trump y su partido rival. Es evidente que el actual presidente, que hace poco elogiaba entre risas a un candidato de su partido por haber tumbado a un periodista con una llave de lucha libre, estimula el primitivismo de sus seguidores. Pero un fen¨®meno de tal magnitud y gravedad no puede deberse exclusivamente a Trump ni haberse producido en solo dos a?os.
Revoluci¨®n vuelve a ser el grito de moda que antecede al adjetivo que cada grupo quiera a?adir
Hay decenas de libros y art¨ªculos publicados en los ¨²ltimos meses que intentan explicar qu¨¦ est¨¢ pasando en EE?UU y en el mundo y sus posibles consecuencias. Marc Hetherington y Jonathan Weiler, dos profesores de ciencia pol¨ªtica, han llegado a analizar las razones psicol¨®gicas, incluso biol¨®gicas, que conducen a la polarizaci¨®n pol¨ªtica, y resulta sorprendente comprobar hasta qu¨¦ punto opciones pol¨ªticas que creemos haber tomado libremente pueden ser solo fruto de los prejuicios y los condicionamientos culturales. Su libro se titula Prius or PickUp? y alude a dos tipos de veh¨ªculos que determinan casi con precisi¨®n la tendencia pol¨ªtica de sus due?os. El Prius, un coche h¨ªbrido de Toyota, se convirti¨® hace algunos a?os en un s¨ªmbolo del esfuerzo por proteger el medio ambiente y est¨¢ estrechamente unido a un modelo de vida urbano, joven y, digamos, progresista. El pickup, la camioneta, se usa principalmente en las zonas rurales y en actividades como la caza y la pesca, lo que lo vincula al prototipo conservador.
Los autores del libro tratan de establecer que lo que hace nuestras diferencias hoy m¨¢s irreconciliables es que lo que nos separa no son solo las opciones pol¨ªticas sino los modos de vida, las visiones del mundo. Antes, un dem¨®crata y un republicano pod¨ªan votar distinto pero compart¨ªan h¨¢bitos, costumbres, lugares y, desde luego, un prop¨®sito para su pa¨ªs. Hoy no es as¨ª, hoy se observa al que piensa diferente como un enemigo de nuestro modelo de vida ante el que tenemos que defendernos y al que, si es necesario, hay que destruir. ¡°La gente de ambos lados de la escena pol¨ªtica ha empezado a ver a sus oponentes como una amenaza colectiva¡±, afirman. Es una guerra cultural que, probablemente, se ha ido fraguando durante a?os.
Trump no surge de forma tan sorprendente como a veces pensamos. La radicalizaci¨®n del Partido Republicano y su deriva antisistema se remonta a comienzos de los noventa, con Pat Buchanan e inmediatamente despu¨¦s con Newt Gingrich y m¨¢s tarde, ya en este siglo, con el Tea Party. El Partido Dem¨®crata no ha sufrido un proceso de radicalizaci¨®n comparable al de la derecha, pero el auge de las pol¨ªticas de identidad lo han ido convirtiendo en una especie de puzle de intereses, muchas veces leg¨ªtimos pero muchas veces contradictorios. Los aparatos de ambos partidos hace tiempo que empezaron a perder el control y a ceder el poder a sus respectivos extremos.
La presencia de Trump sobre el tablero descompensa todo el juego tradicional de la derecha y la izquierda
Es indudable que la presencia de Trump sobre el tablero descompensa todo el juego tradicional de la derecha y la izquierda. ¡°Resistir a Trump se ha convertido en un punto central de rectitud moral y verdadero patriotismo¡±, independientemente de la opci¨®n pol¨ªtica que uno tenga, como afirma el columnista Charles Blow. Con su rendici¨®n ante el presidente, el Partido Republicano carga, por tanto, con la mayor parte de la culpa por la polarizaci¨®n actual. Pero tambi¨¦n se produce presi¨®n desde la izquierda.
Una organizaci¨®n internacional llamada More in Common, fundada en 2017 para combatir el problema de la divisi¨®n social en Europa y EE?UU, acaba de presentar un informe sobre este pa¨ªs en el que se recoge que entre un 51% y un 66% de los norteamericanos no se sienten libres para expresar sus opiniones, especialmente sobre asuntos como la raza, el islam, la inmigraci¨®n y los problemas de g¨¦nero. Los grupos que con m¨¢s fuerza argumentan a favor y en contra de esos asuntos son, en la derecha, los que se reconocen como Conservadores Devotos, y en la izquierda, los llamados Activistas Progresistas. Entre ambos no llegan al 15% de la poblaci¨®n, pero monopolizan el debate.
Nadie sabe qu¨¦ puede salir de todo esto. Es justo reconocer que la crisis del sistema que ha dominado el mundo el ¨²ltimo medio siglo, adem¨¢s de provocar incertidumbre, ha liberado al mismo tiempo energ¨ªas positivas que permanec¨ªan atrapadas por los convencionalismos y las castas. Es absurdo pensar que las cosas no han llevado el rumbo que deber¨ªan haber llevado. Pero s¨ª es conveniente anticiparse a los riesgos que, cada cual en su entorno y con sus propias circunstancias, sea capaz de detectar. Estados Unidos, en tiempos de Trump, se est¨¢ preguntando abiertamente si la pr¨®xima generaci¨®n disfrutar¨¢ de la misma democracia que ha conocido hasta ahora. Puede ser una pregunta oportuna en otras muchas latitudes.
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