Turrones, brujer¨ªa y geopol¨ªtica en la Cuba de Fidel
Adolfo Su¨¢rez, en 1978, protagoniz¨® la primera visita de un presidente del Gobierno espa?ol a la isla
Ahora que de Espa?a vuelve a viajar a Cuba gente importante, empezando por el presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, y si nada se tuerce en el camino tambi¨¦n los Reyes, el a?o pr¨®ximo, con motivo del quinto centenario de La Habana, conviene recordar otras visitas de altos vuelos y algunas an¨¦cdotas de las relaciones bilaterales para que luego nadie se espante cuando comiencen a gritar los que siempre se oponen a cualquier acercamiento a Cuba.
Mes y medio antes de aprobarse la Constituci¨®n Espa?ola, el 9 de septiembre de 1978, se produjo el primer viaje oficial de un presidente espa?ol a la isla, el de Adolfo Su¨¢rez. La visita no solo era importante por su simbolismo, reci¨¦n estrenada la democracia. Adem¨¢s de revitalizar los lazos culturales y econ¨®micos, aletargados tras el largo apag¨®n de Franco, el viaje ten¨ªa un morbo geopol¨ªtico considerable: se trataba del primero de un l¨ªder occidental a Cuba, en momentos en que el campo socialista parec¨ªa indestructible y el alineamiento cubano con la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica era absoluto.
Si algo ense?a la historia es que en las relaciones hispano-cubanas la qu¨ªmica no basta, pues las cosas tienden a enredarse
Aunque al¨¦rgica al comunismo, la Espa?a de Franco nunca quiso romper con la Cuba de Fidel Castro: el turr¨®n y el brandy Terry Malla Dorada sobrevivieron en la mesa y en el imaginario de los cubanos a la temprana expulsi¨®n de La Habana del embajador Juan Pablo de Lojendio, en enero de 1960, tras lo cual ambos pa¨ªses pasaron 14 a?os con relaciones diplom¨¢ticas mermadas. Sin embargo, el turr¨®n de Jijona, en la isla, y el az¨²car, los puros y el ron cubano que Espa?a sigui¨® comprando fueron en aquellos a?os dif¨ªciles los mejores embajadores, y ni siquiera tras la visita del presidente Eisenhower a Espa?a Franco quiso sumarse a la pol¨ªtica de aislamiento estadounidense.
Si bien en 1978 a Estados Unidos no le hizo ninguna gracia aquella visita, Su¨¢rez entendi¨® que se trataba de un reencuentro necesario y as¨ª, aquel 9 de septiembre de 1978, a las doce en punto del mediod¨ªa, se abrieron las puertas del DC-8 que lo llevaba desde Venezuela. El recibimiento fue apote¨®sico. Fidel y Ra¨²l Castro al pie de la escalerilla del avi¨®n, 21 salvas de artiller¨ªa, los himnos de Espa?a y Cuba a todo dar y miles de personas salud¨¢ndolos con banderitas de ambos pa¨ªses y, de fondo, un gran retrato del presidente Su¨¢rez con el lema de "Viva la amistad hispano-cubana".
La an¨¦cdota del primer encuentro la puso Ra¨²l: la ceremonia en el aeropuerto concluy¨® con un desfile de tropas ante los dos presidentes, pero frente al tumulto de fot¨®grafos e informadores a su alrededor, momentos antes de iniciarse la parada militar, el hermano de Fidel, entonces ministro de las Fuerzas Armadas, solt¨®: "Qu¨ªtenme de ah¨ª a esa prensa para que no digan luego que los arroll¨® el Ej¨¦rcito revolucionario". Su¨¢rez y Castro soltaron la carcajada.
"Desde el primer momento hubo qu¨ªmica entre los dos", recuerda la escritora y experta en religiones afrocubanas Natalia Bol¨ªvar, que hab¨ªa combatido clandestinamente contra Batista y entonces era directora del Museo Numism¨¢tico del Banco Nacional de Cuba. Ambos mandatarios inauguraron en su museo una exposici¨®n de monedas y arte hispanoamericano, y all¨ª Natalia, con sus 40 a?os esplendorosos, fue la anfitriona. "Ellos llegaron haciendo chistes, llevaban solo unas horas juntos y ya el clima era de complicidad total".
Por aquel entonces comenz¨® la mala ma?a en Espa?a de convertir el tema de Cuba en pol¨ªtica nacional y no en pol¨ªtica de Estado
Cuenta que se tomaron varios mojitos y que, en un momento, Su¨¢rez (45 a?os entonces) y Fidel (52) "se fajaron" por sentarse a su lado, sin hacer caso al ministro presidente del Banco Nacional, Ra¨²l Le¨®n Torras. "Aquello era un flirteo a la cara, y Adolfo era atractiv¨ªsimo, muy elegante¡". Entre piropo y piropo de ambos, Suarez la invit¨® a ir de visita a Espa?a, y Castro brome¨® con que no pod¨ªa ser, pues Natalia estaba muy ocupada. Cuarenta a?os despu¨¦s, Natalia saca de su archivo una foto de aquel encuentro, Su¨¢rez con el ojo gui?ado y Fidel observ¨¢ndolo todo, ella de traje blanco ¡ª"Yo no ten¨ªa ropa para la ocasi¨®n y me hab¨ªa hecho el vestido con la tela de unas cortinas que hab¨ªan tra¨ªdo los rusos para una exposici¨®n"¡ª. Lo que m¨¢s recuerda de aquel d¨ªa "eran las risas y la gran sinton¨ªa de los dos".
Pero¡ ?Ahhh la qu¨ªmica y la sinton¨ªa! Si algo ense?a la historia es que en las relaciones hispano-cubanas la qu¨ªmica no basta, pues las cosas tienden a enredarse. Durante los dos d¨ªas que estuvo Su¨¢rez se pasaron revista a los temas bilaterales: la renovaci¨®n de un acuerdo comercial que estaba a punto de caducar, la creaci¨®n de un mecanismo para indemnizar a los espa?oles perjudicados por las nacionalizaciones del comienzo de la revoluci¨®n, la apertura de diversas l¨ªneas de cooperaci¨®n y el siempre delicado asunto de los derechos humanos, en ese caso centrado en las gestiones para la liberaci¨®n del preso espa?ol Eloy Guti¨¦rrez Menoyo, que hab¨ªa sido comandante de la revoluci¨®n y llevaba 14 a?os en la c¨¢rcel por alzarse en armas contra Castro, y el permiso de salida del pa¨ªs para unos doscientos descendientes de espa?oles.
El viaje tuvo como colof¨®n una simp¨¢tica rueda de prensa en la que Fidel, con puro en la mano y pistola al cinto, expres¨® su preocupaci¨®n por el acercamiento de Espa?a a la OTAN. Se produjo tambi¨¦n el anuncio oficial de que el Rey Juan Carlos I invitaba al presidente cubano a visitar Espa?a en 1979. "Nos vemos en Madrid", dijo Castro a los periodistas al terminar el viaje, y ese fue el titular del d¨ªa siguiente de muchos diarios.
Cuenta Natalia que tras la visita de Fidel y Su¨¢rez al museo, el ministro presidente del Banco Nacional se le "encarn¨®". "Parece que molest¨® aquel protagonismo m¨ªo, y a partir de entonces comenz¨® a hacerme la vida imposible. Todos los d¨ªas era un problema, no me dejaban vivir¡". Entonces Natalia fue a ver a unos amigos suyos paleros, practicantes de la religi¨®n afrocubana de Palo Monte, que hicieron diferentes obras de brujer¨ªa y sacrificios de animales para protegerla. "Fue remedio santo. Quedaron neutralizados".
La carga ¡°revolucionaria¡± del viaje pas¨® factura al presidente espa?ol con los sectores m¨¢s recalcitrantes de UCD
Al poco tiempo, al ministro del Banco le dio un infarto. Y las relaciones hispano-cubanas siguieron zigzagueantes. Para Su¨¢rez, la visita constituy¨® un espectacular golpe de efecto ante la opini¨®n p¨²blica espa?ola e internacional, y para Cuba supuso la apertura de nuevas fronteras pol¨ªticas y comerciales fuera del campo socialista. Pero por aquel entonces comenz¨® la mala ma?a en Espa?a de convertir el tema de Cuba en pol¨ªtica nacional y no en pol¨ªtica de Estado. La carga "revolucionaria" del viaje pas¨® factura al presidente espa?ol con los sectores m¨¢s recalcitrantes de UCD, que miraban con preocupaci¨®n las elecciones de 1979. Su¨¢rez gan¨® aquellos comicios, pero no por mayor¨ªa absoluta. El viaje de Fidel Castro finalmente no se produjo. Y las indemnizaciones y la salida de Menoyo tuvieron que esperar a que Felipe Gonz¨¢lez ganara las elecciones y viajara a Cuba en 1986. Pero esa es otra historia que acab¨® en culebr¨®n, aunque los turrones siguieron llegando.
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