?Y si el efecto placebo fuera algo m¨¢s que un truco de la mente?
Los trabajos m¨¢s recientes encuentran impacto a nivel molecular
De todos es conocido el efecto placebo, ese que hace que algo que no es un medicamento, ni ejerce ninguna acci¨®n terap¨¦utica, tenga un efecto medible sobre la salud. Su estudio oficial empez¨® en el a?o 1800 cuando el doctor brit¨¢nico John Haygarth public¨® un libro con el elocuente t¨ªtulo de?Of the Imagination as a Cause and as a Cure of Disorders of the Body (de la imaginaci¨®n como la causa y la cura de los des¨®rdenes del cuerpo) en el cual se hace el primer estudio sistem¨¢tico de la capacidad de curaci¨®n de m¨¦todos sin valor terap¨¦utico.
M¨¢s de 200 a?os despu¨¦s, poco m¨¢s sabemos sobre el placebo. Durante estos dos siglos se ha empleado sistem¨¢ticamente como herramienta de control para determinar la eficacia de miles de f¨¢rmacos, pero el efecto en s¨ª ha recibido poca atenci¨®n.
El experimento de las varillas milagrosas
Haygarth se interes¨® por este fen¨®meno debido a la curiosidad que le suscit¨® un tratamiento que en su ¨¦poca hac¨ªa furor. La primera patente que concedi¨® el gobierno estadounidense una vez conseguida la independencia fue para un dispositivo inventado por Elisha Perkins llamado Tractor, que consist¨ªa en una varilla de metal fabricada a partir de una aleaci¨®n secreta que era capaz de absorber el dolor solo con frotar en la zona donde se sent¨ªa la molestia. En Estados Unidos arras¨® y su ¨¦xito fue tal que el hijo de Perkins abri¨® una delegaci¨®n en Gran Breta?a, donde cada unidad se vend¨ªa por 5 guineas (moneda que se fabricaba con unos siete gramos de oro y cuyo valor original equival¨ªa a una libra esterlina), una fortuna para la ¨¦poca.
Haygarth compr¨® un Tractor, fabric¨® otro similar de metal, sin ser de la aleaci¨®n secreta, y otro de madera que pint¨® de color met¨¢lico para darle la apariencia de metal; y con esas tres varillas (una 'real' y dos falsas) empez¨® a tratar a los pacientes en su consulta dici¨¦ndoles a todos que era la varilla aut¨¦ntica. Los resultados que recoge el libro demuestran que el porcentaje de ¨¦xito era id¨¦ntico, utilizara la varilla que utilizara.
Con este sencillo experimento demostr¨® a la vez que las varillas eran un fraude y la poderosa influencia de la actitud y la motivaci¨®n del paciente en la enfermedad.
Pero, ?c¨®mo funciona exactamente esta motivaci¨®n? El efecto placebo es quiz¨¢ una de las grandes paradojas de la medicina: imprescindible en todos los ensayos farmacol¨®gicos, su importancia ha sido sin embargo reducida a la categor¨ªa de "falsa medicina", en parte por la dificultad que entra?a su estudio, como sucede con los procesos mentales. Ahora, con las nuevas herramientas, como la imagen por resonancia magn¨¦tica funcional (FMRI), las investigaciones m¨¢s recientes sobre el efecto placebo lo sit¨²an en un plano m¨¢s medible que el de la pura imaginaci¨®n, llegando incluso al nivel molecular: ciertos neurotransmisores se activar¨ªan para sanar f¨ªsicamente el cuerpo de determinadas enfermedades, sobre todo las relacionadas con el estr¨¦s.
Haygarth tampoco prest¨® especial atenci¨®n al efecto en s¨ª mismo y no lo bautiz¨®. El nombre de placebo no aparece en la literatura m¨¦dica hasta 1832 y su origen es dudoso. Existen dos versiones diferentes.
Una indica que el origen proviene del salmo 116, vers¨ªculo 9 de la versi¨®n latina de la biblia (la vulgata) que dice: "Placebo domino in regione vivorum", cuya traducci¨®n ser¨ªa "adular¨¦ al se?or en la tierra de los vivos". Este vers¨ªculo se recita como salmo responsorial en el oficio de difuntos y en la Inglaterra del siglo XIX popularmente se llamaba placebo a la persona que se colaba en un funeral sin conocer al difunto para comer y beber gratis.
Otra explicaci¨®n, quiz¨¢s m¨¢s plausible, ser¨ªa que el nombre est¨¢ tomado del ingl¨¦s medieval, donde placebo se traducir¨ªa como "falsa alabanza" o "lisonja". En el "Cuento del cl¨¦rigo", uno de Los cuentos de Canterbury, recogidos por Chaucer en el siglo XIV se puede leer: "Flatteres are the devil¡¯s chaplains that continually sing placebo" (los aduladores son los capellanes del diablo que continuamente cantan lisonjas [placebos]) y de hecho Placebo es el nombre de un personaje que es enga?ado por su mujer en otro de los cuentos ("Cuento del mercader").
Una pastilla roja es m¨¢s efectiva que una azul, salvo que seas italiano
Independientemente de cu¨¢l sea el origen, llevamos m¨¢s de 200 a?os estudi¨¢ndolo y no deja de sorprendernos. Sabemos que un placebo caro es m¨¢s efectivo que un placebo barato, que una pastilla roja es m¨¢s efectiva que una pastilla azul, excepto en Italia, probablemente porque la zamarra azul de la selecci¨®n italiana hace que la gente se sienta identificada con este color. Una inyecci¨®n de placebo es m¨¢s efectiva que una pastilla y una operaci¨®n donde te duermen, te abren y te cierran sin hacerte nada es m¨¢s efectiva que una pastilla o una inyecci¨®n de placebo. Por eso la evaluaci¨®n de cualquier medicamento se hace en un estudio de doble ciego, comparando el f¨¢rmaco en estudio con un placebo, porque si no el resultado ser¨ªa que cualquier sustancia dar¨ªa un resultado positivo.
El efecto placebo es del que se aprovechan terapias no efectivas como la homeopat¨ªa. Otro mito asociado al placebo, y que muchas veces esgrimen los defensores de la pseudomedicina, es que si fuera un placebo no funcionar¨ªa en beb¨¦s o en animales. Esto no es cierto y hay numerosos estudios que lo demuestran. Los animales y los beb¨¦s tambi¨¦n sienten la atenci¨®n o los cuidados que les prestamos y eso tiene un efecto medible en la curaci¨®n de la enfermedad.
Solo hay que hacer un sencillo experimento. Cuando estamos con un beb¨¦ o con un ni?o que se ha ca¨ªdo o se ha hecho da?o y est¨¢ llorando a rabiar, es suficiente con abrazarle y darle cari?o para que se le alivien todos los dolores. El "cura sana, culito de rana" que nos hac¨ªan nuestras madres es una evidencia palpable de utilizaci¨®n del efecto placebo en ni?os.
Y no debemos olvidar que el efecto placebo tiene dos hermanos tenebrosos. El efecto nocebo es cuando piensas que algo inocuo te va a hacer da?o y realmente te lo hace. Este efecto est¨¢ detr¨¢s que muchas patolog¨ªas psicosom¨¢ticas. Y tambi¨¦n est¨¢ el efecto lessebo, que sucede cuando participas en un ensayo cl¨ªnico, piensas que te est¨¢s tratando con el placebo porque te han incluido en el grupo de control cuando en realidad te est¨¢n tratando con el f¨¢rmaco experimental. En esas condiciones un f¨¢rmaco efectivo puede dejar de tener efecto.
M¨¢s que un efecto psicol¨®gico
Lo que estamos viendo en los ¨²ltimos a?os es que el efecto placebo no es solo un efecto psicol¨®gico ni algo que dependa ¨²nicamente de nuestra actitud o de nuestra percepci¨®n de dolor. Ahora disponemos de mejores herramientas para medir el placebo y estamos viendo que este efecto llega a nivel molecular.
Por ejemplo, un estudio publicado hace unos a?os ya dec¨ªa que el tratamiento con placebo a pacientes de Parkinson aumentaba los niveles end¨®genos de dopamina. En el ¨²ltimo congreso mundial sobre el placebo, organizado en Leiden en fechas recientes, se presentaron los ¨²ltimos estudios utilizando FMRI (imagen por resonancia magn¨¦tica funcional) que demuestran que hay ¨¢reas del cerebro que se activan despu¨¦s de tomarse una pastilla de az¨²car si un m¨¦dico le dice que lo que se est¨¢ tomando es un medicamento.
De la misma forma se ha visto que el efecto placebo es dependiente de una familia de neurotransmisores llamados catecolaminas -a la que pertenecen la adrenalina, la noradrenalina y la dopamina- implicados entre otros factores en la respuesta al estr¨¦s. El trabajo reciente de cient¨ªficos como Kathryn T. Hall, bi¨®loga molecular, y Ted J. Kaptchuk, jefe del Programa de Estudios del Placebo de la Facultad de Medicina de Harvard, ha descubierto que determinadas mutaciones en una enzima llamada catecolmetiltransferasa (COMT) -que alteran los niveles de estos neurotransmisores- pueden predecir si un paciente va a presentar un mayor o un menor efecto placebo, demostrando que este efecto puede tener una base gen¨¦tica.
Estos avances abren la puerta a nuevas preguntas: de probarse que nuestra respuesta al efecto placebo depende de nuestra gen¨¦tica, ?deber¨ªa la atenci¨®n m¨¦dica adaptarse al ADN del paciente, administrando f¨¢rmacos a aquellos con respuesta m¨¢s d¨¦bil al placebo, pero atenciones capaces de sugestionar a aquellos con niveles de COMT m¨¢s bajos, y por tanto m¨¢s sensibles al efecto? ?Ser¨ªa ¨²til para los ensayos de f¨¢rmacos no incluir en las pruebas a aquellas personas con mayor respuesta al placebo para aislar mejor el efecto del medicamento que se est¨¢ testando?
No es posible controlar directamente los niveles de COMT en el cerebro de una persona con vida, pero quiz¨¢ s¨ª se puede influir sobre el genoma rs4680 que gobierna la producci¨®n de la enzima. Si el efecto placebo es el resultado de una serie de sucesos neuroqu¨ªmicos relacionados con esta enzima y los neurotransmisores que regula, ?qu¨¦ impedir¨ªa a las farmac¨¦uticas crear un medicamento que controle ese proceso en la direcci¨®n deseada?
Nos queda mucho por saber sobre la relaci¨®n mente-cuerpo y su efecto sobre la enfermedad, aunque cada vez tenemos mejores herramientas para estudiarla. La ciencia le est¨¢ comiendo el terreno al esp¨ªritu, tambi¨¦n en medicina.
Jos¨¦ Miguel Mulet es doctor en Bioqu¨ªmica y Biolog¨ªa Molecular, y profesor Titular del departamento de Biotecnolog¨ªa en la Universidad de Valencia. Como divulgador, ha publicado Medicina sin enga?os o Transg¨¦nicos sin miedo. Su ¨²ltimo libro es ?Qu¨¦ es comer sano? (Planeta, 2018).
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