Lecciones no aprendidas de la historia
Hay algo que muchos saben y nadie dice: el proceso independentista hubiera sido imposible sin el concurso de las ¨¦lites econ¨®micas catalanas
AFIRMAR QUE la historia nunca se repite es resignarse a la obviedad. Claro que la historia no se repite, como m¨ªnimo no exactamente, o no sin m¨¢scaras; lo que se repite, y adem¨¢s sin descanso, son los errores que cometemos quienes a diario fabricamos la historia. Para no repetirlos, o al menos para disponer de las herramientas necesarias para no repetirlos, es indispensable estudiar el pasado, y de ah¨ª que Cervantes (Quijote, I, 2) sostenga que la historia es ¡°ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir¡±. Pero para que lo sea hay que saber leerla.
Es lo que hizo, pocos meses despu¨¦s de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el historiador norteamericano Christopher Browning en un ensayo publicado en The New York Review of Books, donde, con la excusa de la publicaci¨®n de una nueva biograf¨ªa de Hitler, trazaba un paralelismo entre el l¨ªder nazi y el mandatario estadounidense. Valientemente inmune al chantaje analfabeto de la famosa ley de Goodwin (seg¨²n la cual cualquier discusi¨®n se acaba en cuanto alguien menciona la palabra Hitler, como si no tuvi¨¦ramos la obligaci¨®n de compararlo todo con Hitler, para que nada semejante a ¨¦l se repita), Browning llega a algunas conclusiones valiosas. Menciono s¨®lo dos. La primera es que se paga un precio alt¨ªsimo por subestimar a un outsider pol¨ªtico con carisma s¨®lo porque su car¨¢cter nos parezca defectuoso, sus ideas repulsivas y su atractivo para las masas incomprensible; es lo que les ocurri¨® a tantos con Hitler, lo que est¨¢ ocurriendo con Trump y, a?ado yo, con todos esos machos alfa (Putin, Erdogan, Jinping, Bolsonaro, Maduro, Orb¨¢n, Salvini) que se han apoderado de la pol¨ªtica mundial, convertidos en t¨®xicas encarnaciones ambulantes de sus pueblos. La segunda conclusi¨®n de Browning posee tambi¨¦n un alcance general. ?ric Vuillard acaba de recordar en su novela El orden del d¨ªa una verdad que se olvida a menudo, y es que la ¨¦lite econ¨®mica alemana de entreguerras (los Opel, Krupp, Siemens, Bayer et alia) contribuy¨® de forma decisiva al ascenso de Hitler, convencida de que, una vez instalado en el poder, el F¨¹hrer servir¨ªa a sus intereses, cosa que consiguieron, y que adem¨¢s podr¨ªan controlarlo, cosa que no consiguieron. Es el mismo error que han vuelto a cometer los conservadores estadounidenses con Trump, seg¨²n Browning, y el mismo que los due?os del mundo siguen cometiendo con todos esos matones y demagogos siniestros que, aqu¨ª y all¨¢, est¨¢n haci¨¦ndose con el poder. En Catalu?a tenemos un ejemplo, a la vez perfecto y peculiar, de esa desastrosa operaci¨®n universal. Hay algo que muchos saben y nadie dice, y es que el llamado proceso independentista hubiera sido imposible sin el concurso inicialmente entusiasta de las ¨¦lites econ¨®micas catalanas (los God¨®, Rod¨¦s et alia). No es que esta gente, cuando todo empez¨® hacia el verano de 2012, se volviera de un d¨ªa para otro independentista; lo que ocurri¨® fue que vieron en el independentismo una herramienta ideal para presionar al Gobierno de Madrid y surfear con comodidad la ola destructiva de la crisis econ¨®mica, manteniendo a los suyos en el poder con el fin de que preservasen sus intereses. As¨ª que apoyaron a Artur Mas, que era su hombre, y, respaldados por los medios ingentes del Estado (la Generalitat es el Estado en Catalu?a) y por los suyos propios, sacaron a la gente a la calle con la promesa mir¨ªfica y embustera de la independencia. El problema fue que la gente se crey¨® el embuste y que, presionado por los m¨¢s creyentes, Mas tuvo que entregar el poder a Puigdemont, con lo que a las ¨¦lites se les fue de las manos la situaci¨®n, porque Puigdemont es ingobernable, m¨¢s creyente que los m¨¢s creyentes, un independentista de verdad. Y en esas estamos: con las ¨¦lites intentando a duras penas recuperar el control, tratando de surfear el maremoto que ellas mismas han creado. Un maremoto que puede llev¨¢rselo todo por delante, salvo a las propias ¨¦lites.
Es lo que ocurre cuando no se sabe o no se quiere aprender de la historia y se es incapaz de reconocer el pasado en el presente: que una y otra vez se cometen los mismos errores.
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