Las cuentas pendientes de la contabilidad emocional
Todos llevamos cuenta minuciosa de las acciones que nos relacionan con los dem¨¢s. ?Qui¨¦n ha cedido m¨¢s veces? ?Qui¨¦n ha llamado al otro m¨¢s por tel¨¦fono? De ese balance depende nuestro v¨ªnculo con la otra parte.
LAS EMPRESAS tienen su contabilidad A. Dicen que no, pero algunas de ellas tienen tambi¨¦n contabilidad B. Y los individuos tenemos la contabilidad E. ¡°E¡± de emocional. Esta es la que llevamos m¨¢s al d¨ªa.
La contabilidad E es aquella con la que, de forma inconsciente, vamos tomando nota, sin l¨¢piz ni papel, de todas y cada una de las acciones en lo que se refiere a nuestra relaci¨®n con el otro. Si en mi relaci¨®n de pareja yo he cedido m¨¢s veces que ella o ¨¦l, si en mi relaci¨®n con fulanito constato que yo lo he llamado por tel¨¦fono m¨¢s veces que ¨¦l a m¨ª, si en la relaci¨®n con mi hermano descubro que yo le he regalado m¨¢s cosas que ¨¦l a m¨ª, si en la relaci¨®n con mi compa?ero de trabajo yo le he echado m¨¢s veces un cable que ¨¦l a m¨ª¡, detectar¨¦ que ha habido m¨¢s salidas que entradas, es decir, que he dado m¨¢s de lo que he recibido. Entonces descubrir¨¦ que estoy en n¨²meros rojos o, lo que es lo mismo, que estoy al descubierto. Es decir, que mi relaci¨®n con el otro es deficitaria.
Esta constataci¨®n no quedar¨¢ en nada, sino que modificar¨¢ ostensiblemente mi relaci¨®n con el otro, ya que se activar¨¢ un sistema de alerta para detectar si el d¨¦ficit sigue increment¨¢ndose o se revierte. Y tanto en un caso como en el otro decidir¨¦ que tengo que tomar medidas, por lo que mi comportamiento a partir de ahora ya no ser¨¢ el mismo.
Ahora analicemos las similitudes que hay entre entes aparentemente tan disjuntos como un perro, una pelota y un tel¨¦fono inteligente.
Los que tenemos perro sabemos qu¨¦ es lo que te da en el d¨ªa a d¨ªa. Ante todo, incondicionalidad: siempre est¨¢ ah¨ª, no pregunta, no recrimina, no se queja, est¨¢ dispuesto a acompa?arte a todas partes a cualquier hora del d¨ªa o de la noche y adem¨¢s con aquella mirada de perro, que es un compendio de todas las miradas posibles, pero ninguna de ellas negativa.
Nuestro perro, nuestra pelota y nuestro smartphone nos dan m¨¢s de lo que nos piden. Por eso los queremos tanto
Todos alguna vez en nuestra vida hemos tenido una pelota. La pelota es esa fiel compa?era de horas y horas, a veces bajo un ardiente sol y a veces en el agua, pero siempre ah¨ª, incondicional: no pregunta, no recrimina, no se queja, est¨¢ dispuesta a acompa?arte a todas partes a cualquier hora del d¨ªa y de la noche, y si alguna vez se rebota, ser¨¢ contra la pared, nunca contra ti.
Casi todos ¡ªy tal vez sin el casi¡ª hemos tenido, tenemos o tendremos un smartphone. ?Qu¨¦ sensaci¨®n de desamparo sentimos cuando, lejos de casa, nos damos cuenta de que nos lo hemos dejado olvidado! El tel¨¦fono inteligente es ese fiel compa?ero incondicional que siempre est¨¢ ah¨ª: no pregunta, no recrimina, no se queja, est¨¢ dispuesto a acompa?arte a todas partes, est¨¢ a tu disposici¨®n a cualquier hora del d¨ªa y de la noche.
Al perro, si le damos de comer, no nos va a pedir nada m¨¢s.
A la pelota, si de vez en cuando la hinchamos, estar¨¢ en plena forma.
El smartphone, con ponerle saldo y cargar su bater¨ªa, nos acercar¨¢ a los que tenemos lejos y a veces nos alejar¨¢ de los que tenemos cerca.
?Cu¨¢nto nos dan y qu¨¦ poco nos piden! Por eso los queremos tanto. Nos dan m¨¢s de lo que nos piden, al contrario que algunas de esas personas que todos conocemos, las que nos piden m¨¢s de lo que nos dan.
Y eso nuestra contabilidad emocional lo agradece enormemente. La diferencia es que la relaci¨®n con mi perro, con mi pelota y con mi tel¨¦fono seguir¨¢ siendo exactamente la misma. No ser¨¢ necesario que ponga mi contabilidad emocional en guardia, s¨¦ seguro que me dar¨¢n m¨¢s de lo que me pedir¨¢n.
No estar¨ªa de m¨¢s que, de vez en cuando, fu¨¦ramos un poco m¨¢s perros, m¨¢s pelotas o m¨¢s smart?phones.
Inma Puig es psic¨®loga cl¨ªnica.
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