No estamos ganando la guerra contra las drogas
Retiremos el control de los mercados de las manos de la delincuencia organizada
Se estima que el mercado delictivo de las drogas asciende a entre 425.000 y 650.000 millones de d¨®lares. Cada vez m¨¢s recursos ¨Dm¨¢s de 100.000 millones de d¨®lares al a?o¨D se destinan a la aplicaci¨®n de la ley en un intento de erradicar este mercado, pero su expansi¨®n tenaz no desfallece. En el mejor de los casos, se ha logrado interrumpir de forma localizada, marginal y temporal la producci¨®n y el suministro de drogas. Los costos humanos han sido incalculables y se han constatado en una letan¨ªa de corrupci¨®n, violaciones de los derechos humanos, encarcelamiento en masa y derramamiento de sangre y muertes en la guerra contra las drogas.
Estuvimos en la primera l¨ªnea de la "guerra contra las drogas" y sabemos que no estamos ganando. Luchamos contra notorios jefes de c¨¢rteles, como Pablo Escobar en Colombia (C¨¦sar Gaviria) y presenciamos c¨®mo el dinero de las drogas puede corromper la pol¨ªtica. Vimos c¨®mo aquellos que fueron encarcelados por delitos menores relacionados con las drogas se convirtieron en delincuentes curtidos (Olusegun Obasanjo). Tambi¨¦n pudimos observar c¨®mo Guinea-Bissau qued¨® r¨¢pidamente socavada por bandas de narcotraficantes para convertirse en el primer "narcoestado" de ?frica (Jos¨¦ Ramos-Horta).
"El paradigma prohibicionista ha fracasado"
La demanda es una realidad y siempre lo ha sido. En un r¨¦gimen prohibicionista, las drogas ofrecen el tipo de m¨¢rgenes de ganancias extraordinarios que pueden atraer a los empresarios delictivos m¨¢s despiadados. Mientras que el precio del caf¨¦ puede multiplicarse por cuatro entre el productor y el consumidor, el precio de la hero¨ªna o la coca¨ªna ilegales puede aumentar m¨¢s de un 15.000 % cuando el consumidor lo compra en las calles de Europa o Estados Unidos. La oferta siempre encontrar¨¢ un camino mientras haya demanda dispuesta a pagar estos precios. Los beneficios son demasiado elevados como para ignorarlos.
El fracaso del paradigma prohibicionista se destaca por los ¨²ltimos datos de la ONU, que muestran que, incluso despu¨¦s de d¨¦cadas de esfuerzos de erradicaci¨®n, arrestos y derramamiento de sangre en Colombia y Afganist¨¢n, la producci¨®n de coca¨ªna y opio ha alcanzado niveles sin precedentes.
Instamos a los Gobiernos y organismos multilaterales a que reconozcan lo que es obvio: que no podemos eliminar las drogas de nuestras sociedades, y tratar de hacerlo solo da?ar¨¢ m¨¢s a las personas y debilitar¨¢ a las comunidades, econom¨ªas e instituciones democr¨¢ticas. Mientras que la ¡°guerra contra las drogas¡± est¨¢ alineada con los tratados de fiscalizaci¨®n de drogas de las Naciones Unidas, va en contra de los ideales y valores que deber¨ªan orientar la comunidad internacional. Hay que recordar que el sistema multilateral fue concebido para promover la paz, no para dar legitimidad a tal guerra absurda. En lugar de promover los objetivos compartidos de desarrollo, seguridad y derechos humanos de la ONU, la guerra contra las drogas est¨¢ haciendo exactamente lo contrario.
"Debemos atrevernos a cambiar de rumbo y aceptar la realidad hist¨®rica de los mercados de drogas"
Pero hay una mejor soluci¨®n. Debemos atrevernos a cambiar de rumbo, aceptar la realidad hist¨®rica de los mercados de drogas y explorar formas pragm¨¢ticas alternativas de gestionarlos para reducir sus posibles da?os. Debemos seguir el razonamiento de que si la prohibici¨®n est¨¢ empeorando las cosas, la regulaci¨®n de las drogas por parte del Gobierno podr¨ªa mejorarlas. Adem¨¢s, la regulaci¨®n y la gesti¨®n de productos y comportamientos arriesgados constituye una funci¨®n clave de las autoridades gubernamentales de todo el mundo. Representa la norma, desde el tabaco y los productos farmac¨¦uticos hasta los autom¨®viles y los equipos el¨¦ctricos. Y si la prohibici¨®n enriquece y fortalece a la delincuencia organizada, quitarle el control de los mercados de drogas tendr¨¢ el resultado contrario.
Poner en marcha una estrategia reguladora efectiva para gestionar los riesgos sanitarios y sociales de las drogas, y los mercados de drogas, forma parte de un enfoque responsable, basado en la evidencia, que trata con el mundo tal como es, en lugar de un vano af¨¢n ideol¨®gico por lograr un "mundo libre de drogas". Creer que esto significa admitir la derrota o aprobar el uso de drogas es dudar de la capacidad de las instituciones nacionales a regular una sustancia dentro de sus fronteras.
Transitar hacia la regulaci¨®n de los mercados de drogas entra?a, sin duda, muchos desaf¨ªos. Los diferentes Estados enfrentar¨¢n asuntos que reflejen sus diferentes circunstancias, y nuestro nuevo informe no ignora los desaf¨ªos singulares de la regulaci¨®n para las econom¨ªas en desarrollo o aquellas con instituciones fr¨¢giles.
"Al optar por regular, los Gobiernos pueden decidir qu¨¦ productos se venden, d¨®nde y por qui¨¦n"
Al optar por regular, los Gobiernos pueden decidir qu¨¦ productos se venden, d¨®nde y por qui¨¦n, qui¨¦n puede comprarlos y d¨®nde y c¨®mo se pueden consumir, recuperando el control de todos los aspectos del mercado. En consecuencia, nuestros ni?os y ni?as estar¨¢n mucho mejor protegidos contra los posibles da?os de las drogas y la violencia de los mercados de drogas.
No estamos sugiriendo que la regulaci¨®n de las drogas elimine por completo el mercado delictivo o libere al mundo de la delincuencia organizada. No ser¨¢ una "soluci¨®n m¨¢gica". Pero transitar hacia la regulaci¨®n puede reducir de forma dr¨¢stica la escala de los mercados de drogas ilegales, las actividades de la delincuencia organizada y el da?o que causan, as¨ª como el poder e influencia general de la delincuencia organizada.
Si bien los buenos resultados del control legal responsable de las drogas solo se lograr¨¢n paulatinamente, es hora de dar los primeros pasos en este proceso y comenzar a revertir los errores monumentales del pasado. Los Gobiernos tienen la responsabilidad hacia sus ciudadanos de explorar estas posibilidades con detenimiento. Debemos regular las drogas no porque sean seguras, sino precisamente porque son arriesgadas.
C¨¦sar Gaviria, es expresidente de Colombia; Olusegun Obasanjo, expresidente de Nigeria y Jos¨¦ Ramos-Horta, expresidente de Timor-Leste y antiguo representante especial de las Naciones Unidas en Guinea-Bissau; Los tres son miembros de la Comisi¨®n Global de Pol¨ªtica de Drogas.?
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