La hora de la verdad
El pacto UE-Reino Unido coloca bien a los 27 ante un posible caos brit¨¢nico
Ha llegado la hora de la verdad para el Brexit, la salida de Reino Unido del conglomerado de la Uni¨®n Europea (UE). Y con tintes dram¨¢ticos. Puede suceder casi cualquier cosa. El acuerdo de principio t¨¦cnico entre los negociadores continentales y el Gobierno de Theresa May sobre el texto que debe organizar esa retirada ha levantado una ola de protestas, pol¨ªticas m¨¢s que sociales, en la isla.
Entre los euroesc¨¦pticos m¨¢s radicales, se ha suscitado una segunda tanda de dimisiones gubernamentales (tras las de Boris Johnson y David Davis), entre ellas la (no por esperada menos simb¨®lica) del ministro encargado de negociar el Brexit, Dominic Raab. Para ellos, el pacto de May es un acto de vasallaje a Europa: tendr¨¢ m¨¢s deberes que derechos. Entre los europe¨ªstas, en cambio, arrecia la artiller¨ªa de cr¨ªticas al acuerdo y la insistencia en la necesidad de un segundo refer¨¦ndum que enmiende errores pasados. Para ellos, cualquier pacto prefigura menos beneficios que la pertenencia completa al club comunitario.
Es esta la hora de la verdad porque termina la apariencia de una negociaci¨®n Europa-Reino Unido y sale a flote lo que escond¨ªa: un di¨¢logo dom¨¦stico sin salida, un enfrentamiento tribal interno entre los propios brit¨¢nicos. Ahora ya no podr¨¢n escudarse en subastas de peticiones imposibles o en atribuci¨®n de culpas a la burocracia de Bruselas. Ahora, los dirigentes de Reino Unido deben decidir por s¨ª mismos: o secundan el Brexit suave, al que se ha resignado May, que se resarcir¨ªa as¨ª de tantas penalidades, o el Parlamento le deniega una moci¨®n de confianza, lo que desencadenar¨ªa una convocatoria de elecciones generales anticipadas.
Esto podr¨ªa redundar en una victoria del indeciso y ambiguo Partido Laborista, que se ha comprometido ¡ªa su pesar¡ª a convocar un segundo refer¨¦ndum. Si se produjese, no ser¨ªa extra?o un acotado, aunque seguramente no masivo, vuelco en favor del retorno al proyecto europeo, con lo que se volver¨ªa al punto de partida.
La rapidez y contundencia de las reacciones contrasta con el detallismo de las 585 p¨¢ginas del acuerdo, que merecer¨ªan al menos una actitud m¨¢s reposada para analizar con exactitud todos sus extremos, sobre todo por parte de sus principales afectados, los brit¨¢nicos.
Pero no ha sido as¨ª. En una aproximaci¨®n sucinta, basta se?alar que los negociadores de la UE se han mantenido firmes en todos los requerimientos que los 27 les hicieron en distintas ocasiones. Lo que no les ha impedido dispensar suficiente flexibilidad para realizar algunas concesiones. A primera vista, m¨¢s de calendario y procedimiento que sustantivas.
Por eso, desde la perspectiva europea importa su orientaci¨®n general tanto como los detalles. Y el impacto ya cosechado. As¨ª, en caso de consolidarse el tambaleante liderazgo de May, las concesiones m¨¢s bien cosm¨¦ticas ya realizadas deben pavimentar un Brexit ¡ªaunque sea siempre negativo¡ª sin m¨¢s sorpresas ni perjuicios. Pues un no acuerdo ser¨ªa siempre peor, por disruptivo, que un pacto, incluso mediocre.
Y si, en cambio, Reino Unido se zambulle en una vor¨¢gine de caos nadie podr¨¢ imputar a Europa una tentaci¨®n de ruptura, nadie podr¨¢ usarla como chivo expiatorio de sus propios errores. Porque ya se ha mostrado dispuesta a firmar un acuerdo que no le seduce.
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