La noche transfigurada
En la Conferencia de Wannsee, una vez acordada la ¡°soluci¨®n final a la cuesti¨®n jud¨ªa¡±, los gerifaltes nazis se deleitaron con m¨²sica cl¨¢sica
AHORA SUENA Diminuendo In Blue And Crescendo In Blue, de la banda de Duke Ellington, y parece que nada se caer¨¢ en el mundo mientras dure el solo de saxo de Paul Gonsalves. Otra vez. Y otra vez. En la cronolog¨ªa de las maravillas, deber¨ªa estar incluida esta fecha: 7 de julio de 1956, en Newport. El jazz genera un tiempo de apoyo mutuo y libertad personal. Y su naturaleza es un acto de desobediencia creativa, orillero y mestizo. Cuando parece acomodarse, siempre acude un viento de sublime marginalidad.
Vayamos unos pocos a?os atr¨¢s, a una reuni¨®n secreta en una mansi¨®n de Wannsee, en el paradisiaco distrito berlin¨¦s de Zehlendorf.
De los 15 altos cargos y funcionarios, ¡°los mejores y m¨¢s brillantes del Reich¡±, la mayor¨ªa eran doctorados. De formaci¨®n muy culta. Y mel¨®manos. Cuando cay¨® el d¨ªa, el 20 de enero de 1942, al calor de la lumbre de las chimeneas de la villa de Wannsee, una vez acordados los detalles t¨¦cnicos para la ¡°soluci¨®n final a la cuesti¨®n jud¨ªa¡±, los reunidos compartieron co?ac y una sesi¨®n de m¨²sica de cl¨¢sicos germanos. Las llamas saltar¨ªan de la lumbre a sus ojos si, de repente, sonase Felix ?Mendelssohn. Prodigioso, rom¨¢ntico, germano, pero jud¨ªo. Su m¨²sica hab¨ªa sido prohibida. Expulsada al silencio.
Uno de los doctorados asistentes a la Conferencia de Wannsee era Roland Freisler, presidente del Tribunal del Pueblo, la m¨¢xima instancia. Todos los testimonios lo retratan como un canalla con toga, pero no faltan hoy quienes merodeen su Derecho penal de voluntad. Llen¨® m¨¢s de un cementerio con sus sentencias de muerte, incluidos los j¨®venes estudiantes antinazis de la Rosa Blanca, a quienes orden¨® ejecutar con guillotina. No s¨¦ si su muerte fue un acto de justicia po¨¦tica, pero algo hay. Ocurri¨® en 1945, en Berl¨ªn, durante el juicio a un miembro de la resistencia. Nada m¨¢s empezar, Freisler ya emiti¨® veredicto. Le espet¨® al acusado que su destino directo era ¡°el infierno¡±. Y obtuvo esta respuesta: ¡°Le permito ir delante¡±. Al poco, hubo un bombardeo y Freisler se fue al infierno.
En realidad, creo que ya hab¨ªa estado antes. Cuando imagino la m¨¢s acabada representaci¨®n del infierno pienso en aquella reuni¨®n de la mansi¨®n de Wannsee. La sesi¨®n de trabajo, dirigida por Reinhard Heydrich, jefe de la Polic¨ªa Secreta del Estado (Gestapo), transcurri¨® con gran diligencia. Sacar adelante una sola vida es un proceso muy laborioso. Pero borrar millones de vidas puede ultimarse en un periquete. Wannsee es el infierno. Son criminales que han ido m¨¢s all¨¢ del crimen conocido. Pero ellos nunca se ver¨¢n as¨ª. Son eficientes funcionarios imperiales. Los m¨¢s brillantes. Ahora escuchan embelesados.
Tambi¨¦n Hitler era un mel¨®mano. Incluso supervisaba personalmente el Festival de Bayreuth, el templo de Wagner. En Nietzsche contra Wagner, el fil¨®sofo establece un paralelismo entre la idolatr¨ªa imperial y el ritmo wagneriano: ¡°Instrumentos violentados con sarna ceremonial¡±.
Cierta cultura hizo y hace mucho da?o como envoltorio de barbarie. Pero ni siquiera Wagner tuvo la culpa. Puedes escuchar La cabalgata de las valquirias una y otra vez y acabar¨¢s oyendo una parodia. Los nazis trataron de acallar la m¨²sica de aquellos que odiaban. La Entartete Musik, la ¡°m¨²sica degenerada¡±. El jazz fue un enemigo a combatir. Llegaron a asesinar a miembros de la directiva del Hot Jazz franc¨¦s. La degeneraci¨®n estaba en los o¨ªdos del odio.
Odiaban la m¨²sica de aquello que odiaban. La m¨²sica negra, la m¨²sica gypsy. Por eso persiguieron con sa?a a los compositores de la vanguardia dodecaf¨®nica. No hab¨ªa una raza dodecaf¨®nica. Pero muchos de los compositores y m¨²sicos de vanguardia eran jud¨ªos.
Tengo una relaci¨®n obsesiva con ciertas piezas. Arnold Sch?nberg compuso en pocos d¨ªas La noche transfigurada (Verkl?rte Nacht). Lo hizo enamorado, en 1902, y a partir de un poema de Richard Dehmel. M¨²sica y poema conservan hoy un erotismo enigm¨¢tico. El sexteto de cuerdas se abre paso con m¨²sica desnuda y la pulsi¨®n del pecado original: la libertad. Cuando lleg¨® la peste, Sch?nberg salv¨® la vida en el exilio. El c¨ªrculo genial de sus amigos dodecaf¨®nicos ser¨ªa masacrado.
Pienso en la noche de Wannsee. Pienso en los ¡°instrumentos violentados con sarna ceremonial¡±. Pienso en la noche de la humanidad. Es la hora de o¨ªr La noche transfigurada. Una vez. Otra vez. Y otra vez. Ya empezaremos el d¨ªa con Paul Gonsalves al saxo.?
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