Melilla, una ciudad frontera bajo la mirada de los j¨®venes inmigrantes
M¨¢s de 400 menores no acompa?ados (menas) viven en la ciudad, repartidos en centros de tutela o sobreviviendo en las calles. Para ellos, Melilla es el puerto.
Vista desde lejos, Melilla se recorta en el paisaje como una ciudad fuertemente amurallada junto al mar mediterr¨¢neo. As¨ª ha sido desde sus or¨ªgenes. Y estos l¨ªmites exteriores, muros y fronteras, hist¨®ricamente han ocupado un importante lugar en el imaginario colectivo desde la ¨¦poca romana. Hoy, la valla lim¨ªtrofe con Marruecos, la frontera Sur de Europa, posiblemente constituya una de sus im¨¢genes m¨¢s medi¨¢ticas. Y Melilla es una ciudad frontera, y lugar de paso entre dos continentes: ?frica y Europa.
A pesar de ser una de las ciudades fronterizas intercontinentales e internacionales m¨¢s peque?as (con una superficie de 12 km2), seg¨²n el informe sobre Fronteras M¨¢s Desiguales del Mundo (FMD) forma parte de la s¨¦ptima frontera m¨¢s desigual del mundo, ya que la renta per c¨¢pita del estado espa?ol supera a la de Marruecos 15 veces. El Mediterr¨¢neo, por su parte, frontera natural con la pen¨ªnsula, se considera la m¨¢s mort¨ªfera. Seg¨²n la Organizaci¨®n Internacional de las Migraciones (OIM), en 2014 perdieron la vida en sus aguas 3.500 personas (el 70% de las fallecidas en fronteras de todo el mundo). Llegar y salir de Melilla no es igual para todas las personas.
Este mes de noviembre se ha hallado el cad¨¢ver de un joven magreb¨ª en el mar cerca en zona pr¨®xima al puerto de la ciudad aut¨®noma, presumiblemente ahogado.
La entrada.
Para entrar en Melilla desde ?frica, es necesario atravesar, de alguna manera, la valla levantada en 1998. Inicialmente fue una sola, despu¨¦s fueron dos vallas paralelas de tres metros de altura que, en 2005, se elevaron hasta los seis metros (el Consejo de Ministro aprob¨® un suplemento de 28.1 millones de euros en los presupuestos de Interior destinando a Melilla 6.150.000 euros para elevar la altura de la valla, y otros 6 millones de euros para la instalaci¨®n de la sirga). En 2007 se a?adi¨® una sirga tridimensional de 3 metros de altura entre ambas, y se retiraron las concertinas. Sin embargo, en 2013 el Ministerio del Interior volvi¨® a colocar cuchillas en los alambres de la parte alta de la verja a lo largo de un tercio de su recorrido y a?adi¨® una malla ¡°antitrepa¡±. Se calcula que hasta comienzos de 2014 se invirtieron al menos 33 millones de euros procurando convertirla en una frontera infranqueable. De hecho, Espa?a es uno de los principales pa¨ªses receptores de ayudas de la UE para implantar medidas de seguridad en las fronteras, con 485 millones de euros, seg¨²n Amnist¨ªa Internacional (tan solo la empresa espa?ola Indra ha recibido m¨¢s de ocho millones para proyectos de control fronterizo en la regi¨®n).
Esta valla acompa?a a la implantaci¨®n de un sistema de control migratorio restrictivo. Han ocupado la atenci¨®n medi¨¢tica las conocidas ¡°devoluciones en caliente¡± (personas, sobre todo de origen subsahariano, que alcanzan la valla y, all¨ª mismo, son devueltas a Marruecos). Una pr¨¢ctica a la que se ha querido dotar de legalidad con una la enmienda a la Ley de Extranjer¨ªa a trav¨¦s de la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como Ley Mordaza, en la que se recoge la figura de ¡°rechazo en la frontera¡±. A pesar de que ya en 2015, el Comit¨¦ de Derechos Humanos de la ONU recomend¨® a Espa?a revisar la Ley de Seguridad Ciudadana para garantizar protecci¨®n frente a la devoluci¨®n sin discriminaci¨®n. E invit¨® a investigar las alegaciones de uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad, y evitar que las autoridades marroqu¨ªes cometan violaciones a los derechos humanos en territorio espa?ol.
Por otro lado, seg¨²n el ACNUR, el 70% de las personas originarias de ?frica subsahariana que llegan a la frontera podr¨ªan ser posibles solicitantes de asilo. Algunos intentan saltar la valla. Otros, recurren a ¡°facilitadores¡± que han llegado a cobrar hasta 1.700 euros por introducir un beb¨¦ en Melilla. Refugiados sirios han llegado a pagar a las mafias policiales marroqu¨ªes entre 400 y 3.000 euros para entrar en Melilla, seg¨²n la ONG Prodein.
Los menores de edad, en muchas ocasiones, adem¨¢s, se introducen aprovechando el trasiego de las mujeres porteadoras protagonistas del ¡°comercio at¨ªpico¡± de frontera. Pero el problema llega con la determinaci¨®n de edad y, tanto UNICEF como la ONU han recomendado a Espa?a, desde hace tiempo, elaborar un ¡°protocolo uniforme para la determinaci¨®n de la edad con procedimientos basados en m¨¦todos seguros y cient¨ªficos, respetando la sensibilidad de los ni?os, y evitando todo riesgo de violaci¨®n de la integridad f¨ªsica del ni?o¡±. Y velar por que el principio del inter¨¦s superior del ni?o se tenga en cuenta en todas las decisiones relativas a menores no acompa?ados. Y es que, por la Ley del Menor, aquellas personas que no hayan cumplido 18 a?os deber¨¢n ser consideradas menores antes que extranjeras, y su tutela debe ser ejercida por la Ciudad Aut¨®noma a trav¨¦s de la Consejer¨ªa de Bienestar Social. Para ello, Melilla cuenta con tres centros de protecci¨®n residenciales: Centro Asistencial, Divina Infantita, y el fuerte de La Pur¨ªsima, que son supervisados por la Direcci¨®n General del Menor y la Familia.
La ciudad.
La cantidad de personas menores de edad, marroqu¨ªes en su mayor¨ªa, que cruzan solas los pasos fronterizos no es un fen¨®meno nuevo, pero ha crecido en los ¨²ltimos a?os. Y llegan a una ciudad con el PIB m¨¢s bajo de Espa?a, y una alta tasa de desempleo con un paro del 33,8% de la poblaci¨®n activa, superior a la media nacional. Donde, seg¨²n la Encuesta de Condiciones de Vida, un 32% de la poblaci¨®n vive en situaci¨®n de riesgo de pobreza y exclusi¨®n social. En Melilla, los menas suman alrededor de 500. Solo el 11% son mujeres, y el 91% procede de Marruecos. Est¨¢n repartidos en los diferentes centros de protecci¨®n o sobreviven en la calle.
Uno de los centros m¨¢s grandes, ¡°La Pur¨ªsima¡±, es un antiguo cuartel militar situado a las afueras de la ciudad y cercano a la frontera con Marruecos, gestionado por la empresa privada Arquisocial. Tiene 160 plazas, pero sobrepasa los 300 ni?os. Muchos de ellos, escapan de all¨ª para sobrevivir en la calle. Entre sus razones destacan el maltrato y la falta de acogida. Y es que, el 92% de los residentes manifiesta que no quiere estar en los centros de menores por la violencia que reciben. El 75% de los j¨®venes se refiere a una violencia directa ejercida por los educadores del centro. A esto se suma una violencia psicol¨®gica, y los ni?os denuncian robos, amenazas, o chantajes (como ser fichados como mayores de edad de manera que queden fuera del sistema de protecci¨®n), suministro de somn¨ªferos, etc. As¨ª, entre 50 y 100 de ellos evitan dormir all¨ª.
Ante este colapso institucional, a pesar de las recomendaciones de instituciones de Derechos Humanos y de la Infancia, la devoluci¨®n de menores marroqu¨ªes es una antigua reivindicaci¨®n p¨²blica de Melilla. Y, recientemente, las autoridades marroqu¨ªes se han mostrado dispuestas a tratar la repatriaci¨®n de sus menores que migran solos a Espa?a (y suponen cerca del 70% de los 11.000 ni?os y adolescentes extranjeros tutelados por las comunidades aut¨®nomas). Los posibles acuerdos est¨¢n a¨²n sobre la mesa.
Mientras, los mena manifiestan sentir un creciente rechazo social. Comienza a vincularse su presencia con el aumento de los conflictos en las calles melillenses. A pesar de que las cifras de hurtos y robos no destacan entre otras ciudades. Seg¨²n el Balance de Criminalidad del cuarto trimestre de 2015 la tasa era de 15 hurtos y 3,7 robos violentos por cada mil habitantes, inferior a Madrid (31 hurtos por mil y 3,8 robos violentos por mil) o Barcelona (36 por mil y 6,4 por mil).
Para ellos, Melilla se ha convertido en un lugar de paso hacia Europa. Y la ciudad es el puerto. As¨ª lo muestra el mapa de la ciudad realizado para el equipo de investigaci¨®n de la Universidad de Comillas por un grupo de j¨®venes argelinos que sobrevive en las calles de la zona portuaria . En ¨¦ste se?alan lo que mejor conocen, dos lugares claramente delimitados y alejados entre s¨ª. El centro de protecci¨®n La Pur¨ªsima, como un c¨ªrculo cerrado, y el puerto, un c¨ªrculo con mayor detalle que incluye el cami¨®n, en el que en ocasiones consiguen introducirse y llegar hasta alg¨²n barco donde permanecer escondidos como polizones, la valla que separa el puerto de la ciudad, y las garitas de los vigilantes. Para esta poblaci¨®n, Melilla es una puerta de dif¨ªcil franqueo hacia la pen¨ªnsula y los espacios que conocen y utilizan, se reducen pr¨¢cticamente a la zona portuaria.
La salida.
En la calle, el objetivo es atravesar el oc¨¦ano que separa Melilla de la pen¨ªnsula. Para ello, cada noche practican lo que denominan ¡°risky¡± (un derivado de arriesgado en ingl¨¦s) que consiste en introducirse en el puerto como polizones en los barcos que parten hacia la Pen¨ªnsula, escondidos en bajos de camiones o veh¨ªculos, en las barcazas, o en contenedores de mercanc¨ªas. En total, en la ¨²ltima d¨¦cada han muerto m¨¢s de 1.600 personas tratando de alcanzar Espa?a, y el n¨²mero de desaparecidos podr¨ªa doblar esta cifra.
En sus dibujos sobre Melilla, el risky es el tema principal.
Estos j¨®venes que sobreviven en la calle, buscaban para cobijarse lugares de dif¨ªcil acceso, como la escollera. Pero ha sido cerrada, con la colocaci¨®n de concertinas, en febrero de 2018. Estas concertinas pretenden blindar por completo el per¨ªmetro portuario y evitar el acceso de posibles polizones. Cuenta adem¨¢s ahora con un doble vallado de hasta cuatro metros con el que se ha aumentado la distancia al suelo y dificulta que los j¨®venes se descuelguen con sus cuerdas desde la escollera para acceder a la zona restringida de contenedores. Sin embargo, para entidades sociales como Prodein, ¡°despu¨¦s de 20 a?os de concertinas en la valla, tenemos la experiencia de que no valen para nada¡±, argumenta Jos¨¦ Palaz¨®n, ¡°los chavales saltan ol¨ªmpicamente las concertinas; lo ¨²nico que hacen es da?o¡±.
El sistema de acogida y cuidado de la infancia est¨¢ en entredicho. Y es que, "muy probablemente, muchos de los mena que se cuelan en un ferry, si tuvieran garant¨ªas de que iban a acceder a una escolarizaci¨®n adaptada a su nivel formativo y se les iba a tramitar diligentemente su documentaci¨®n, no emprender¨ªan esta aventura", afirma el Informe "Rechazo y Abandono" de la Universidad de Comillas.
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